En la moderna mentalidad occidental cualquier postura que se aparte de la teoría y de la praxis democrática es de principio tildada de fanática, mientras que todo lo que la rodea y la democracia misma es justo, bueno y lo mejor; siendo la “tolerancia” una característica de esta (entendiendo por tolerancia el respeto y aceptación de cualquier postura siempre y cuando esta no entre en conflicto con el orden público o con la democracia).
Pero que gran falacia se esconde detrás de esta visión tan simplista y carente del más mínimo conocimiento de lo que en el fondo es la democracia.
La democracia se basa en la forma más que en el fondo, no busca tanto la consecución del bienestar, encontrar lo mejor o supeditarse a la Verdad cuanto considerar que toda agrupación humana tiene que someterse a la decisión arbitraria de la mayoría de sus miembros, obviando que las decisiones surgidas sean más o menos acertadas, se encuentren o no dentro de los límites de las leyes superiores (las cuales por principio son negadas ya que “oprimen” la libertad individual y se encuentran por encima de la voluntad libre del grupo).
Pero eso sí con esta postura consigue “superar” varios problemas:
De una parte se busca y encuentra una manera de frenar la problemática que conlleva tener que enfrentar a los componentes de las sociedades humanas con una serie de normas, decisiones y cuestiones normativas a las cuales pueden dar lugar a malestar o desobediencia. ¿Y que forma más sencilla para evitarlo que recurrir a inflar el ego de la mayoría?, de esta manera con su dictadura frente a cualquier minoría disidente evitará todo tipo de conflicto, aunque esto se consiga a expensas de pisotear una Verdad situada por encima de la “soberanía del pueblo”.
De otra y conociendo lo fácil que es manipular al individuo y al grupo recurriendo al halago y a sus bajas pasiones, los dueños de los medios de comunicación, los dirigentes de los partidos políticos y toda la jerarquía del régimen podrán, como de hecho hacen, jugar con esa voluntad de la cual dimana el poder para justificar en origen decisiones que previamente han impuesto los mass media.
Y por último al conseguir inyectar en la mentalidad de las gentes la idea de que gracias a la democracia son libres y que cualquier crítica a ella es un ataque contra su propia libertad, conseguirá tener sometidos a la inmensa mayoría. Sin olvidar que como dijo el gran Ortega: “no hay mayor esclavo que el demócrata, porque es esclavo y no sabe que lo es”.
Se trata de trasmitir la idea de que el dogmatismo que reconozca la existencia de realidades y verdades situadas por encima de lo que pueda resultar de la mayoría de las voluntades, es un ataque a la libertad propia y que algunas cuestiones morales son algo contrario a la libertad. Pero a su vez se defiende el dogma democrático d3e que la mayoría marca la verdad con minúsculas al negar la existencia de una Verdad superior.
En otras palabras, es un dogma antidogma, son dogmáticos anti-dogmáticos, todo es aceptable excepto la existencia de la Verdad independizada de la voluntad de las masas.
La democracia no solamente incurre en una contradicción interna al atacar la existencia de dogmas y a la vez defender el dogmatismo contra cualquier dogma, sino que además la democracia liberal y moderna está defendiendo otro dogma más: los derechos humanos universales.
Se habla de Derechos Humanos Universales pero eso sí se defiende el respeto de las culturas aunque estás de hecho puedan mantener posiciones contrarias a las de la Declaración de los Derechos Humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario