Hay un tema
que a poco que se toma en consideración y se analiza, resulta chocante y nos
lleva necesariamente a una duda, duda la cual a su vez nos empuja a una terrible
intuición.
El tema al
que estoy haciendo referencia no es otro que el de las decisiones que viene
adoptando el gobierno de la nación y las consecuencias que de estas derivan.
En un primer
momento, o viendo las cosas de una manera superficial y acrítica, el señalado
tema podría parecer meramente coyuntural y vacío de importancia. Pero a poco que la cuestión se observa de
manera analítica, considerando lo que parece casual en esas decisiones, así
como la previsibilidad de las negativas consecuencias que se pueden producir y
de hecho se producen. Es entonces cuando la cuestión pasa a convertirse en un tema
sumamente interesante amén de clarificador.
Es peliaguda
la conclusión a la que se llega una vez que se toman en consideración los datos
sobre unas decisiones que tan claramente darán lugar a muy graves y negativas
consecuencias. Y es peliaguda por lo gravísimo que resulta concluir que los
dirigentes toman decisiones sabiendo que de hecho causarán daños a la nación y
a su población. Y no sólo eso, sino que buscan voluntariamente provocar ese
daño.
En primer
lugar y para no transmitir la imagen de
que consideramos nuestra capacidad de análisis de las decisiones y sus más que
probables consecuencias de ellas derivadas es superior al juicio de aquellos
que las toman o de quienes les asesoran para hacerlo, hemos de señalar que la
base sobre la que se articula todo el
juicio que en este artículo se vierte parte de la consideración de que
esas personas, tanto los que las toman como los que les asesoran, son
perfectamente conscientes de las consecuencias a las que estás van a dar lugar.
Un ejemplo
muy claro de la transcendencia de algunas decisiones y de sus efectos fue la
decisión tomada por el gobierno español de ceder o “reconocer” la soberanía de
Marruecos sobre el Sahara occidental, territorio antaño provincia española y
que en la actualidad sigue siendo para la legalidad internacional un territorio
pendiente de descolonización y de autodeterminación. Esta decisión, verdadera traición al pueblo
del Sahara y a la misma España, ha tenido unas consecuencias tan sumamente
graves resultan difícilmente entendible cuando las consecuencias eran
totalmente previsibles.
TRAICIÓN.
Sólo se
puede explicar, que no justificar, como fruto de la cesión ante un chantaje de
Marruecos, la cesión a la presión de los Estados Unidos en pro de su socio
privilegiado Marruecos, tal y como aconteció en la famosa Marcha Verde en la que EEUU
apoyó e incluso propició la
intención marroquí de socavar la economía y la integridad territorial de España.
Lo único
cierto, y absolutamente previsible, es que el precio del gas proveniente de
Argelia, casi el 50% del gas que importa España, se elevaría a prácticamente el
doble, y eso si Argelia no hubiese tomado la decisión de cortar el suministro a
España. Pero no acaba ahí la cuestión ya
que de no haberse tomado la decisión respecto al Sahara España habría ganado un
peso fundamental en Europa y económicamente hubiese tenido una continua y gran
entrada de dinero que habría puesto en pie y dado fuerza a una economía que se
encuentra al borde de la bancarrota debido entre otras cosas a la descomunal
deuda que soporta nuestro país.
Todo esto
derivaría de que España sería la que se encargaría de recibir y hacer
llegar al resto de Europa el gas
argelino y el procedente de Nigeria, de esta manera alcanzaría un poder inmenso
en el seno de la Unión Europea y recibiría como pago por ese servicio una
enorme suma de dinero de manera constante.
En lugar de ello será Italia la que reciba todos
estos beneficios dado que el gas argelino llegará a Europa a través de Italia y
no de España como estaba previsto hasta que el gobierno español tomo la decisión
de “reconocer” la soberanía de Marruecos sobre el Sahara.
Pero todo
esto se vino abajo debido a la la toma de una decisión contraria a los
intereses del pueblo saharaui, contraviniendo lo señalado por la legalidad
internacional, una decisión que daba alas a nuestro enemigo del sur y que
causaba un daño incalculable a España y a los españoles. Y aunque me repita, se
tratan de unos efectos que eran mucho más que esperables.
Hoy mismo el
reino de Marruecos ha puesto sobre la mesa una propuesta que si es aceptada por
el gobierno español estará comprometiendo aún más la seguridad económica, la
soberanía y la posición internacional de España.
Y es que
coincidiendo con el 47 aniversario del inicio de la Marcha Verde que llevó a la
entrega, verdadera traición, de una entonces provincia española a un país
enemigo de España. La propuesta marroquí pretende que un gaseoducto atravesando
territorio marroquí y territorio español lleve a los países europeos de más
allá de los Pirineos el gas proveniente de Argelia y de Nigeria. Esto en
principio podría parecer una excelente idea y una manera de enmendar el problema
creado anteriormente con el “reconocimiento” de la soberanía de Marruecos sobre
el Sahara Occidental. Pero hay una
diferencia fundamental con respecto a la anterior situación de la llegada del
gas Argelino a España, directo desde Argelia, y a través de nuestra nación al resto de Europa. Esta diferencia es que el gaseoducto pasaría por Marruecos en primer término y
después por España, con lo que caso de aceptarse la propuesta del reino alauí
el gobierno español estaría dotando
a Marruecos de una capacidad de
chantaje sobre España y el resto de
Europa que podría poner en solfa nuestra política exterior, nuestra economía y
nuestra integridad territorial en tanto que Ceuta y Melilla estarían a su
merced pues contarían con el apoyo de los países de la Unión Europea y de los Estados
Unidos.
Por otro
lado contarían con un apoyo del “amigo” americano que pondría a nuestro país de rodillas y a merced
de lo que interesase a ese socio preferencial para EEUU que es Marruecos. Al
país norteamericano le vendría muy bien que el gas argelino y nigeriano no
llegase a Europa, al igual que ahora tampoco llega el gas ruso, puesto que de
esa manera los países europeos se verían obligados a comprar su gas licuado,
de menor calidad y de mucho mayor precio que el procedente de Rusia y de Argelia o Nigeria. Esta sería una forma de
tener bajo su control a una Europa que poco a poco se estatá liberando de su dominio.
Si pese a
todo esto que acabamos de reseñar el gobierno español opta por aceptar la propuesta
marroquí sólo se puede pensar en la mala intención del gobierno o en la cesión a un chantaje sobre los gobernantes de nuestra patria. Pero de esto último deducimos que aquello con lo que se le chantajea es de una gravedad inmensa.
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