Poco a poco
se acerca el buen tiempo, y con él decenas cuando no centenares de miles de
africanos se lanzarán a las aguas del Mediterráneo con la intención de alcanzar
las costas europeas, lo hacen para llegar al inexistente paraíso europeo cuya existencia
le han vendido las mafias que se lucran cobrándoles para enviarles a una muerte
casi segura, les llegan a través de informaciones que reciben a través de radios y
televisiones occidentales que ven en sus
pueblos o las informaciones que les llegan a través de los comentarios generalizados
que allí se esparcen interesadamente.
Ciertamente
que las circunstancias económicas y de vida, así como el grave peligro que
corren por las situaciones derivadas de las guerras o conflictos tribales, mueven
a que parte de esa población opte por emigrar a nuestro continente suponiendo
que están optando por una solución a sus problemas.
En esta
entrada pretendo dejar a un lado la gravísima repercusión negativa que la
llegada a nuestro suelo de una inmigración masiva y descontrolada de otras
razas, culturas y cosmovisiones tiene para la supervivencia de nuestro pueblo,
de su identidad y de la civilización occidental.
En la
presente entrada voy a centrarme en la terrible problemática de los miles de
inmigrantes que mueren ahogados en las aguas del Mare Nostrum, en esta ocasión
obviaré el problema que la inmigración masiva e ilegal representa para Europa.
Pretendo dejar clara la responsabilidad
criminal de todos esos buenistas “humanitarios” en gran medida responsables de
las muertes que se vienen produciendo en el Mediterráneo, culpa que quieren
hacer recaer en las naciones y población europea cuando esta no pasa de ser una
víctima más.
Antes que nada,
se ha de señalar que el primer y más grave error lo cometen esas autoridades y
grupos buenistas que desde un planteamiento supuestamente humanitario ocultan a
los potenciales inmigrantes tanto el inmenso número de muertos ahogados en el
viaje como la realidad que van a encontrar al llegar a Europa y la ausencia de
futuro que les espera al llegar a un continente plagado de desempleo y
necesidades.
Pero como la
intención de este texto no es meramente crítico vamos a presentar también las
medidas que habrían de ponerse en marcha para hacer frente a los problemas arriba
descritos.
El primer y
fundamental aspecto es combatir la falsa información que llega a los
potenciales inmigrantes que posteriormente y en función de la cual decidirán
ponerse en manos de las mafias para cruzando el Mediterráneo alcanzar las
costas europeas.
Lo que desde
luego ha de frenarse en seco es la acogida en territorio europeo de cualquier
inmigrante ilegal que arribe a nuestras costas , del mismo modo bajo ningún
concepto se puede permitir que las armadas de los distintos Estados que
conforman la Unión Europea, continúen recogiendo a los inmigrantes a medio camino entre Libia u otros países del
norte de África y las costas italianas o griegas para trasladarlos a ellas.
No se puede seguir enviando el mensaje a esas gentes de que en Europa
serán acogidos aunque lleguen de modo ilegal ni se puede asegurar a las mafias
que comercian con seres humanos que tienen asegurado el “trabajo” dejando a los
inmigrantes a la deriva a la salida de
las costas de África o a mitad de camino pues en cualquier caso llegarán,
además de acrecentar el papel de las mafias se les estaría llevando a utilizar
embarcaciones cada vez más inestables, induciendoles a dejar a la deriva a esos
inmigrantes o a, como ha ocurrido en muchas ocasiones, romperles el suelo para tras
una llamada de móvil esperar que acudan buques de la armada o de salvamento a
rescatarlos y los trasladen a territorio europeo.
Como se ha
señalado, para poner fin al “efecto llamada” que el actual comportamiento de
las autoridades de la Unión Europea provoca es preciso no admitir inmigrante
ilegal alguno y no enviar las unidades navales a rescatar y traer a las costas
de los países europeos del norte del Mediterráneo a ninguno de ellos.
Pero todo
esto no significa para nada que se deje de acudir en socorro de aquellos que se
encuentren en peligro de irse a pique o a los que hayan naufragado,
contrariamente a ellos significaría socorrerles pero devolverlos a las costas
africanas de las que han partido, para lo cual se deberían establecer zonas de
seguridad en Libia hacia las cuales dirigirlos e impedir que nuevamente
acudiesen a las mafias que viven del tráfico humano, dándoles salida
exclusivamente hacia el sur si se trata de población subsahariana o hacia el
este o el oeste caso de ser población magrebí.
Desde mi
punto de vista sería fundamental normalizar y organizar políticamente esa Libia
que la O.T.A.N. y los grupos insurgentes yihadistas han convertido en una
tierra dominada por la pobreza y por los terroristas salvajes de Daesh. Sin
pacificar y estabilizar este territorio nada se puede hacer, puesto que es desde
sus costas desde donde parte la inmensa mayoría de los inmigrantes que
posteriormente mueren ahogados en el Mediterráneo.
Otro punto
también fundamental para hacer frente a esta sangría de muertos en las aguas de
este mar, sería combatir de modo inmisericorde, exterminando físicamente si
fuera preciso, a las mafias que colocan a esos miles de personas en lanchas o
barcazas que apenas flotan. Creo que si no se acaba con ellos es porque desde
una política mojigata no se quiere, porque
dominan intereses geopolíticos que buscan acabar con la identidad
europea.
El mar Mediterráneo es una especie de bañera pequeña
cerrada por el estrecho de Gibraltar en el extremo este, por el Bósforo en el
oeste, por la costa europea en el norte y por la africana en el sur.
Con los actuales medios de control marítimo
mediante aeronaves, sirviéndonos de los satélites que todo lo controlar se
podría localizar a los integrantes de esas mafias y después proceder a
detenerlos o directamente a exterminarlos.
Otro aspecto
que considero fundamental es contrarrestar la política de desinformación que
las mafias, los grupos supuestamente humanitarios y las imágenes que les llegan
a través de los canales de radio y televisión occidentales originan esa visión
falsa que llega a la población africana y de medio oriente a Europa que
presenta a Europa como la tierra prometida que le facilitará una forma de vivir
digna e incluso le presenta a nuestros
países como lugares donde podrán vivir sin trabajar recurriendo a las ayudas
sociales.
Es así que
los países que conforman la Unión Europea deberían poner en marcha masivas y
potentes campañas informativas con destino a los países del África subsahariana
o del Magreb, campañas comunicativas que servirían para que los potenciales
inmigrantes tuviesen información verídica, especialmente gráfica, sobre los
muertos en el Mediterráneo y sobre lo que encontrarán en Europa si optan por
arribar a este continente (ausencia de
trabajo y manera de ganarse el sustento, imposibilidad de acceder a
ayudas sociales, gran posibilidad de ser explotados y sobre todo haciendo hincapié en el peligro de muerte que asumen ellos y
sus hijos al echarse al mar para alcanzar las costas europeas.
Para llevar
a cabo estas campañas tan sólo habría de poner en marcha, tal y como se hizo
durante la guerra fría, emisoras de radio y de televisión de largo alcance
dirigidas a esas zonas africanas o utilizar el poder de los satélites de
comunicaciones para trasmitir mensajes utilizando sobre todo imágenes de la
realidad de las muertas ahogadas intentando cruzar el Mediterráneo o de las
condiciones de pobreza que sufren los inmigrantes ilegales.
La
estrategia señalada habría de ir acompañada del lanzamiento de millones de
panfletos desde aviones, en las lenguas locales o bien con mensajes presentados
a través de gráficos y dibujos.
Dado que no
me considero, ni mucho menos, con un conocimiento ni una inteligencia superior
a la de las autoridades europeas ni a la de sus consejeros y analistas a su
servicio, deduzco que todas las miles de muertes que se producen en el
Mediterráneo son consideradas “daños colaterales” que se producen por llevar a
cabo los planes de la élite oscura. Por mucho que muestren lágrimas no dejan de
ser algo considerado necesario para llevar a cabo el plan Kalergi de acabar con
la identidad cultural, religiosa y racial de Europa.
Es hora de
que las autoridades dejen de presentarse como victimas superadas por una
realidad migratoria a la que sólo se puede hacer frente con la política que llevan
a cabo.
El efecto
llamado que esta política buenista produce es verdaderamente criminal.
Por otra parte,
nos encontramos con que las O.N.G.s que aparecen luchando por los inmigrantes
que mueren en el mar no luchan realmente buscando soluciones, tan solo están
manteniendo su negocio bien pagado por subvenciones estatales, de la U.E. y de
globalistas como el señor Soros. Por
supuesto no me refiero a las personas que movidas por buenos sentimientos
actúan para proteger la vida de estos pobres infelices, me refiero a quienes
dirigen estas asociaciones.
Con todo lo
dicho quiero dejar claro que gran parte de la responsabilidad de los miles de
muertes que se producen en el Mediterráneo está en la Unión Europea,
responsabilidad tanto por acción, al poner en marcha el “efecto llamada”, como
por omisión al no aplicar estas medidas.