La invasión
masiva y nada disimulada que desde la tarde-noche de ayer se viene produciendo
en Ceuta por parte de población marroquí, en su mayoría hombres jóvenes en edad
militar, no es otra cosa que un capítulo más de la invasión que a pequeña
escala se viene produciendo desde hace casi una década, una invasión que viene sufriendo
Europa en general y muy especialmente España.
Como hemos
señalado, los sucesos que ahora nos ocupan no son para nada hechos aislados.
Para entenderlos en toda su amplitud se hace preciso tomar en consideración la
realidad histórica en la que nos encuadramos y las circunstancias geoestratégicas
en algunos puntos novedosas y otras ya presentes en tiempos recientes y no tanto.
Para
comprender los sucesos recientes a los que nos referimos en primer lugar vamos
a buscar las similitudes entre esta acción marroquí y la llevada a cabo por el
reino alauí para hacerse con la provincia española del Sahara Occidental.
Hay unos
aspectos similares entre lo acontecido en 1975 con la Marcha Verde y la posterior
anexión-ocupación del territorio, entonces provincia española, del Sahara
Occidental por Marruecos y la actual invasión, vestida de crisis migratoria de
la ciudad de Ceuta.
Tanto en los
acontecimientos que tuvieron lugar a mediado de los setenta como en los
ocurridos hace unos días nos encontramos con que en ambos, los sátrapas marroquíes han
aprovechado una situación de extrema debilidad de España para poner en marcha sus
planes ofensivos y de conquista.
La situación
de debilidad en 1975 la marcó el gravísimo estado de salud del General
Francisco Franco, una situación esta que llevó a que el mando real sobre las
fuerzas armadas y sobre la política exterior pasase a manos del entonces príncipe
Juan Carlos. El entonces sultán de Marruecos sabía que con Franco en el poder
el movimiento que pensaba llevar a cabo no hkubiese tenido posibilidad alguna de éxito puesto
que una respuesta militar contundente sería absolutamente segura y la entrega
del Sahara algo impensable. Pero por el contrario contaba, con muy buen juicio,
con que teniendo el mando militar y diplomático el Borbón la victoria de sus
planes y el alcance de sus objetivos estaban poco menos que asegurados. Y esto
era así debido a que si el entonces príncipe Juan Carlos quería asegurarse el
trono a la muerte del Caudillo no se podía permitir un ejército victorioso amén
de que debería plegarse a las presiones norteamericanas, aliados de Marruecos
puesto que era EEUU el principal mentor de la presencia de Juan Carlos en la
Jefatura del Estado español.
De la misma manera, y con el mismo fin, el príncipe
había negociado con los Estados Unidos en las denominadas conversaciones de
Madrid una actitud pusilánime y entreguista respecto a la Marcha Verde que
pondría en funcionamiento el monarca alauí para ocupar el Sahara Occidental. En el caso
actual de la invasión de Ceuta la no actuación, ni siquiera presencia en la
ciudad española del actual monarca, da lugar a que pensemos en que la actuación real no variará mucho respecto a la que tuvo el emérito.
De la misma
manera la actitud de los Estados Unidos no sólo fué de mera no intervención en el
conflicto, sino que de hecho tomó partido por Marruecos al no permitir al ejército
español utilizar material bélico norteamericano en contra su aliado marroquí,
de la misma manera puso a su servicio toda su maquinaria de inteligencia y
espionaje para controlar a las unidades militares españolas e informar a Marruecos.
En el
momento actual nos encontramos también con que se reproduce una
situación de debilidad en nuestra nación, aunque por causas distintas, pero en
las que parecen repetirse ciertas circunstancias. Ahora nos referiremos a ellas.
Una primera
es la pandemia que mantiene asustado a la par que entumecido al pueblo español
en lo que se refiera a hechos como esa paranoia que se han establecido y
se continúan estableciendo de forma vergonzosa a través de los medios de
comunicación al servicio del Sistema y los políticos a sus órdenes. Este miedo inducido se convierte en algo
paralizante, lo que frena toda reacción de la ya casi eliminada conciencia
nacional y por tanto de su defensa.
Existe otro
punto fundamental en lo que se refiere al miedo o temor que hasta cierto punto
lleva a que la población nacional no fije toda su atención en los graves
acontecimientos de Ceuta, este segundo
factor no es otro que el tremendo problema de la Organización territorial de la nación y concretamente en el peligro que en
Cataluña existe de ruptura de la unidad nacional.
No conocemos aún si en la actualidad, o previamente a la invasión, se desarrollan o se han desarrollado algún tipo de negociaciones secretas entre la Secretaría de Estado norteamericana, representantes de la monarquía alauí y las autoridades españolas con el actual rey a la cabeza. De hecho y dada la presente crítica situación de la continuidad monárquica en nuestra patria la debilidad de esta favorecería cualquier pacto para recibir apoyo del “amigo” americano si de esta manera consiguiese su apoyo para que el monarca siguiese ocupando el trono.
Hay un
aspecto que aunque también se dio en el caso de la Marcha Verde, a mi entender
influyo infinitamente menos en la resolución
vergonzosa de aquel episodio.
Me estoy
refiriendo a la concepción loable de considerar de una manera especialmente
cuidadosa a la población civil y sobremanera a mujeres, niños y ancianos. Esta
actitud resulta del todo encomiable e incluso ineludible siempre y cuando este
sentimiento no termine convirtiéndose en un buenismo suicida, no podemos
permitir que ese noble sentimiento sea utilizado por nuestros enemigos, como
está ocurriendo, para paralizar toda respuesta por nuestra parte e incluso
llevarnos a colaborar con sus planes, aunque esta colaboración no sea
directamente voluntaria.
Esto a lo
que se está haciendo referencia viene a ser lo que es la utilización de civiles
y menores como escudos humanos, solo que en el
caso que nos ocupa la utilización de menores resulta más astuta si cabe.
En la
situación por la que atraviesa España y
gran parte de los países europeos que lindan con el mar Mediterráneo nos
encontramos con que muchos países del Magreb y subsaharianos, con la
organización
Pero nunca
hemos de perder de vista que el éxito de esos perversos que utilizan nuestros
sentimientos más humanos y se sirven de inocentes para lograr sus objetivos se
debe a nuestra incapacidad para hacer frente a sus subterfugios. Hemos de tener muy claro que sus acciones son
responsabilidad y que en ningún caso las consecuencias de ellas las podemos considerar
culpa nuestra, hemos de plantear los elementos defensivos de manera que la acción
resulte claramente llevada a cabo por el
enemigo y que la comunidad internacional lo vea así claramente, puesto que en
la actualidad la guerra mediática es una parte fundamental de los
enfrentamientos entre naciones.
El caso de
Marruecos es paradigmático puesto que viene utilizando de modo miserable a su
población civil y a los niños para conseguir los fines que se marca.
Ya lo hizo
al crear la Marcha Verde, compuesta por decenas de miles de civiles desarmados
que se dirigieron hacia la zona militarizada y minada que custodiaba la
frontera de la provincia del Sahara. Después ha lanzado en numerosas ocasiones
cientos de magrebíes y subsaharianos a saltar las vallas de Ceuta y Melilla sabiendo que el buenismo
reinante en España llevaría a retirar las concertinas y movería a que no se utilizase material
antidisturbios, y por supuesto los ha embarcado en barcazas que difícilmente flotaban en dirección a las costas españolas
de Andalucía, Valencia, Baleares y últimamente
a Canarias. Siempre confiando que en el último momento les ayudarían a
llegar a tierra las embarcaciones de rescate españolas.
En Ceuta ha ocurrido algo similar cuando la gendarmería marroquí dejó pasar, abriendo físicamente las puertas de la valla con España, a miles de civiles marroquíes en su mayor parte menores, muchos de los cuales habían sido sacados de los colegios engañados y sin contar con el permiso de los padres.
Debe quedar
meridianamente claro que tanto en el caso de la Marcha Verde, de los asaltos a
las vallas de Ceuta y Melilla, como en
los de las llegadas por mar de
inmigrantes ilegales a nuestras costas tratan de aprovecharse de nuestros sentimientos humanitarios más básicos para de esa manera frenar
la acción de nuestras fuerzas militares o la retirada de los campos minados,
como en la Marcha Verde, la retirada de las concertinas en las vallas, o el
salvamento y desembarco en suelo español
de los que ellos mismos habían enviado.
De la misma
forma buscan que en esta situación de crisis económica que padece nuestra
patria sea ella la que se haga cargo de los miles y miles de M.E.N.A.s , Menores No Acompañados,
proporcionándoles cobijo, alimento, ropa
y cierta cantidad de dinero en mano. Mientras tanto la crisis económica lleva a
que muchos de nuestros compatriotas tengan que vivir en condiciones miserables
De todo lo
últimamente reseñado creo que se deducen, al menos así lo veo yo, ciertas cuestiones
que a buen seguro serán tildadas de insolidarias e incluso de inhumanas.
Dado que,
como hemos visto, el enemigo se sirve de nuestra compasión y humanidad para poder
hacer daño a España y a los españoles.
Pues bien,
si sabemos que esto es así, hemos de actuar en consecuencia y anular esas bazas
de las que se sirven manipulando nuestra caridad y buenos sentimientos, pero
hemos de hacerlo sin dejar de lado esa cariad compasiva que nos define
moralmente.
Siempre
que esté en nuestra mano evitaremos
herir o hacer voluntariamente daño a civiles, mujeres y menores especialmente. Lo
que hemos de tener muy claro es que nuestra responsabilidad moral y humanitaria
nos afecta única y exclusivamente en lo que se refiere a nuestras acciones y al
daño voluntariamente infringido.
Con esto debe quedar diametralmente claro que reconocemos la libertad de actuación de los otros y por lo tanto consideramos que los daños que sufran consecuencia de la toma de ciertas decisiones son responsabilidad únicamente suya.
Todo este
planteamiento ha de servir para acabar con ese
buenismo patológico que está alojado en la sociedad española y que da lugar
a decisiones tan ridículas y contraproducentes como retirar de las vallas de Ceuta
y Melilla las concertinas, no colocar alambre espinado a todo lo largo de la
playa e incluso minar ciertas zonas, las más utilizadas para saltar las vallas e
invadir el territorio español.
Ha de quedar
absolutamente claro que es el individuo el único responsable de los daños que pueda
sufrir al optar pasar por un campo minado bien señalizado o al pasar por encima
de las concertinas.
En caso de
seguir el razonamiento buenista seriamos responsables de los daños que sufren aquellas
personas que optan por colgarse de una viga, por el mero hecho de tener
colocada una viga en nuestra casa, o de los daños cerebrales de quién decide
darse cabezazos contra la pared de un muro, responsables por haber levantado
esa pared.
Siendo así
que si tenemos clara la finalidad que es la salvaguarda de la integridad del
territorio frente a posibles incursiones, la colocación de cualquier defensa pasiva,
si es necesario convenientemente indicada, resulta plenamente aceptable moralmente.
Un último
aspecto que ha de ser desmantelado, fruto también de ese buenismo suicida, es
acabar con esa obligación autoimpuesta de acoger y mantener a todos los menores,
y no tanto, que penetran de manera ilegal en nuestra patria.
Y más cuando
tenemos certidumbre que esos menores están siendo introducidos en territorio
nacional de manera intencionada para
que un Estado, en este caso el
marroquí, no se ocupe de su manutención
y cuidado, y dedique ese dinero a incrementar
la fortuna y propiedades del sultán sátrapa alauí, o lo que es peor para
dotar a su ejército de armamento de ultimísima generación con el que en una
supuesta confrontación bélica poner en
serio peligro la defensa nacional.