En esta
entrada me voy a centrar en una de esas mentiras que el sistema trata, a fuer
de repetirlas una y otra vez a través de los medios de comunicación a su
servicio, de implantar en las mentes de esponja de una población aborregada
sometida al pensamiento único de lo políticamente correcto.
En este caso
nos vamos a referir a una de las falsedades sobre las que se levanta esa
ideología de género que persigue el enfrentamiento entre los sexos.
Me estoy
refiero a la supuestamente existente brecha salarial entre hombres y mujeres.
Una supuesta diferencia salarial que no es cierta puesto que se basa en
análisis falsos y que por tanto llega a conclusiones también erróneas. Pero que al
ser repetida una y otra vez por los medios de comunicación supuestamente serios
hacen que la práctica totalidad de la población acepte como verdaderos todos esos
datos.
Pero lo más
grave de todo esto no son tanto los datos erróneos, voluntariamente
manipulados, cuanto el efecto que ellos causan tanto en la población masculina
como en la femenina.
La población
masculina ve esta realmente inexistente brecha salarial como una afrenta del hombre a la
mujer, y esto unido al bombardeo constante que recibe señalándole como
responsable de los continuos malos tratos, violaciones y asesinatos de mujeres
por parte de hombres lleva a que todos los hombres empiecen a padecer un
conflicto interno basado en la disonancia cognitiva de tener una visión
protectora y respetuosa de la mujer que choca con la publicidad en la que se le
ha convencido de que como miembro del género masculino es un agresor y violador
en potencia. De este modo el hombre comienza a verse sometido a un complejo de
culpa, y para librarse de ese doloroso complejo se ve abocado a romper la disonancia que sufre, y esa ruptura sólo se puede lograr haciendo coincidir lo que uno
siente, o cree que siente por culpa de lo transmitido por los medios, con la conducta que realmente lleva a cabo.
En no pocas
ocasiones esto mueve a una feminización del pensamiento y de la forma de
actuar, cuando no a la violencia de la que tanto es acusado todo el género al
que pertenece. A la par el hombre tiende a aceptar toda
exigencia o acusación que proceda de su pareja o de cualquier mujer ya que de
otro modo sentirá que se hace partícipe de la opresión y violencia que padece
la mujer a manos de los hombres, tal y como hasta la saciedad repiten los
medios.
En el caso
de las mujeres toda esta esta estrategia publicitaria lleva a que el género
femenino termine desarrollando una victimización de su persona que lleva
aparejada la culpabilización de los hombres en general.
La mujer
posmoderna, por no hablar de las feministas
radicales, han terminado convenciéndose de que toda acusación contra el
hombre es cierta y que cualquier acusación contra una mujer es poco menos que
una afrenta personal.
Del mismo modo
se ha generalizado entre ellas la idea de que tienen derecho a toda
reivindicación que pidan aunque esta vaya en contra de los legítimos derechos
del hombre, para justificar esas injusticias recurrirá siempre a la
compensación por una supuesta discriminación y abuso de las féminas por parte
del hombre a lo largo de la historia,
olvidando que el hombre es el que ha ido a morir a los campos de batalla, el
famoso “las mujeres y los niños primero” o que él ha sobrellevado los trabajos
más duros y peligrosos.
El efecto
que todo esto ha causado en ambos sexos es la aceptación de manera acrítica, ya
sea debido a un complejo de culpa como a una victimización enfermiza, que acepta toda
argumentación que presenten los ingenieros sociales a través de los medios o de
las soflamas feminazis.
Es en este momento en el que retomamos el tema
objeto de la presente entrada, es decir la tan cacareada como inexistente
brecha salarial entre hombres y mujeres, afrontándolo desde una visión crítica
y sin apasionamiento, tratando de tener en cuenta los datos y no los eslóganes
ideológicos de aquellos empeñados en mantener y agravar la lucha de sexos.
Lo que se
viene repitiendo hasta la saciedad y se ha aceptado como un dogma por una
mayoría de la población es que la mujer cobra menos que el hombre, que
trabajando en un mismo puesto el salario es menor para la mujer. Como veremos
esto no es sino una falacia que trata de engañar a la población para gracias a
ello alcanzar unos fines que promueven los que tratan de acabar con el
individuo, con la familia y a través de ello con la sociedad. Pero como hemos
señalado esas afirmaciones no son otra cosa que engaños y mentiras, y ahora lo
pasamos a demostrar.
La
denominada “brecha salarial” hace referencia a la divergencia salarial existente
entre hombres y mujeres, una diferencia que según feministas y seguidores de la
ideología de género sería debida exclusivamente a razones de género y en la que
las trabajadoras de sexo femenino cobrarían un 25% menos que sus compañeros masculinos.
La mentira de dar a entender que tras estos datos se esconde una suerte de
discriminación salarial esta en que los datos ser refieren a salarios medios
brutos, sin que en los datos que se utilizan para elaborar los porcentajes que
presentan se valore el número de horas trabajadas o el puesto que ocupa el
trabajador o trabajadora.
Respecto a la supuesta discriminación laboral en
función del sexo del trabajador habría que comparar dos colectivos con
condiciones y características laborales similares para poder afirmar que se da
la discriminación que dicen que existe, o sea saber si ha igual trabajo, horas
trabajadas y antigüedad en el mismo puesto de trabajo hay diferencia en el dinero que se percibe como salario,
en caso contrario se estaría falsificando la información.
Cuando se
realiza un análisis tomando en consideración los factores arriba señalados los
resultados son muy distintos. Y es que por regla general los hombres tienen una media de edad media más
alta y poseen una mayor antigüedad en sus puestos de trabajo, de la misma manera se
encuentran en puestos con mayores niveles profesionales.
Tomando en consideración todos estos aspectos nos encontramos
con que las mujeres reciben como media un sueldo 14% inferior al de los hombres
y no el 25% que se señala.
Además, hemos de tomar en consideración el número de horas
que se trabaja, puesto que de esta manera el porcentaje desciende hasta el 5.5%.
Lo que ocurre es que tanto unos como otras, se ven movidos a
creer estos datos debido al complejo de culpa de unos y al sentirse víctimas de
otras. El problema está en que no se dan cuenta de que están siendo víctimas de
una manipulación llevada a cabo por los enemigos de la especie humana, unos
enemigos que se sirven para ello de enfrentar a hombres y mujeres.