Al igual que
cada vez que se permite la entrada en nuestros puertos de barcos de salvamento
de las O.N.G.s cargados de inmigrantes ilegales se provoca eso que se ha
denominado el efecto llamada, cada vez que inmigrantes ilegales subsaharianos
saltan la valla hiriendo con cal viva a los guardias civiles para lograrlo se
está produciendo otro tipo de efecto, al cual podemos denominar efecto cal
viva. Y es que si lanzar cal viva, excrementos, sangre o golpear a los guardias
civiles que custodian la valla tiene como consecuencia que conseguir saltarla y además esa acción no lleva aparejado castigo ni reacción alguna por
parte de la fuerza pública, el hecho es, se quiera o no, se les está reforzando
para que repitan esa misma conducta criminal.
Además, lo
que encuentran es que tras agredir gravemente a los guardias y violar la
frontera es que son premiados con un desayuno, comida y asistencia médica.
Al no recibir castigos por haber realizado tan
graves conductas se está incitando a que la actuación criminal de los
inmigrantes ilegales vaya en aumento y a que los que llevan a cabo esas acciones
recurran a elementos mucho más peligrosos para la integridad física de los guardias
civiles cuando los inmigrantes ilegales se encuentren ante situaciones de mayor
dificultad para violar las fronteras españolas.
Desde un
punto de vista psicológico lo primero que habría que hacer sería acabar con todo
aquello que refuerza el saltar la valla aun agrediendo a los guardias, es decir anular todas aquellas
atenciones que son vividas inconscientemente como recompensas, que reciben al
entrar en el C.E.T.I. (Centro Temporal de Inmigrantes). Por ello no habrían de recibir comidas, curas
o ropas siempre y cuando se diesen esas circunstancias en los saltos de la valla.
Siempre que en los saltos de la valla se
produzca alguna agresión contra los encargados de guardar la frontera nacional
todos los que hayan penetrado en territorio español en ese asalto habrían de
ser dirigidos directamente a campos de internamiento distintos al centro al que
acudirían cuando no se produjesen estas agresiones. En lugar de acudir al
C.E.T.I. serían trasladados a un centro de internamiento donde estarían sometidos a un régimen disciplinario
lo suficientemente duro como para que la estancia en él no resultase para nada
atractiva y por contra resultase disuasoria para realizar posteriores asaltos , todo esto llevaría a no realizar ataques contra los guardias civiles que
custodian la valla y además crearía un
movimiento interno que dividiría a los inmigrantes, pues unos estarían a favor de intentan entrar en
España evitando el ataque físico mientras otros no lo permitirían debido a las consecuencias que hacerlo llevaría aparejado.
Pero no
puede acabar ahí la cosa, los inmigrantes que saltan la valla han de recibir
una respuesta inmediata, respuesta que ha de ser muchísimo más contundente,
recurriendo inclusive a las armas reglamentarias, cuando se produzcan episodios
de ataques a la fuerza pública.
Todos
aquellos que no se quieran plantear estas situaciones por egoísmo pensando que
son problemas que a ellos no les afectan por suceder muy lejos han de tener muy claro que para nada
la cosa es tan lejana a sus intereses como piensan. Y no es tal y como piensan
dado que esos mismo que han saltado la frontera a través de la valla a los
pocos días estarán vagando por las calles de las ciudades de media España, y deambularán por ellas sin
respeto alguno a las leyes dado que no sólo no se someterán al poder coercitivo
de la policía si no que se mofarán de su autoridad.
De este modo
la legislación y las costumbres españolas dejarán de ser algo a lo que
someterse o adaptarse y serán totalmente pasadas por alto, de hecho se creerán
los reyes del mambo considerándose con derecho a todo, y la realidad es que en cierto modo es así, pues a pesar de haber violado nuestras fronteras y herido a miembros de nuestras fuerzas de seguridad reciben comida, techo y sanidad gratuitos
además de cierta cantidad de dinero para sus gastos.
Dado que su
comportamiento originario es plenamente tribal y no está sometido a los
principios más básicos de respeto al otro y a la legislación occidental de las poblaciones que ahora les cobijan la cosa es complicada. En un principio la
convivencia con ellos será tolerable siempre y cuando sus expectativas sean
alcanzadas y sus requerimientos económicos cubiertos sin cortapisa alguna.
La situación
cambiará sustancialmente en el momento en que esos grupos de subsaharianos que
vemos tomando café en nuestras terrazas o paseando por nuestras calles se
encuentren con que la vida regalada y apacible de la que ahora disfrutan a costa
del dinero y las aportaciones que reciben del gobierno central, municipal o
autonómico y de asociaciones caritativas buenistas dejen de llenar sus
bolsillos y se vean impelidos a trabajar para conseguir ese dinero que ahora
les llueve del cielo.
Cuando esto
ocurra saldrá a la superficie el verdadero rostro de esos grupos hasta ahora
tranquilos, muchos de ellos querrán dedicarse al top-manta para conseguir algo
de dinero, pero ese ilegal negocio no puede absorber toda la cantidad de
inmigrantes ilegales que recorren nuestras calles, en ese momento el robo, el
menudeo y los asaltos serán su “negocio”.
Paralelamente
atravesarán una fase de frustración como resultado de ver sus fantasiosas e
irrealizables expectativas absolutamente malogradas, esa frustración la irán considerando paulatinamente como una humillación al contemplar que la mayor parte de la
población del nuestro país puede optar a productos y servicios que ellos, debido a su
condición de ilegales carentes de trabajo y dinero, no pueden disfrutar.
El siguiente
paso resulta sumamente peligroso y lleva a un desorden que dará paso a la
desestabilización del orden social.
Me refiero ahora al pequeño paso que se da desde el sentimiento de humillación al
del odio, y este paso es más rápido cuando tanto en África como en Occidente se
promueve la falsa idea de que todos los blancos somos responsables de los males
que padecen los africanos.
Esta falsa consideración
empuja a que los inmigrantes que se sienten humillados encuentren en la
población española, en su práctica totalidad blanca, un chivo expiatorio al quién culpabilizar de su
situación y pasarían a desarrollar un racismo antiblanco.
Y ahí está el
mayor de los peligros, en convertirnos en el objetivo del odio de seres impulsivos
carentes de todo freno moral, seres que no aceptan el sometimiento a una legalidad
que desprecian al no coincidir con su no evolucionada cosmovisión .
Por todo ello no se someten a la organización
social y legislación dado que desprecian el poder coactivo representado por
unas fuerzas de seguridad a las que atacaron gravemente en el mismo momento en que
entraron en España .
Por mucho
que señalar todo esto no sea correcto políticamente, señalar el
resultado de todo ello lo es mucho menos, la consecuencia de todo lo arriba
señalado resultará un conflicto racial de dimensiones apocalípticas.
No quiero
finalizar esta entrada sin mostrar mi contento y elogio por la medida que adoptada ayer por el gobierno de Pedro Sánchez al devolver a Marruecos a los
subsaharianos que habían penetrado en España saltando la valla e hiriendo a
varios guardias civiles. Desde luego que esta medida por si sola no sirve para
acabar con el peligro que la inmigración ilegal provoca, pero es un principio.
Del mismo
modo que he criticado en numerosas ocasiones las acciones que el actual gobierno ha
tomado respecto a la inmigración ahora aplaudo esta, porque lo cortes no quita lo
valiente.