Hay un acontecimiento gravísimo que se produjo durante los sucesos acaecidos en el Capitolio de Washington el pasado 6 de enero, me estoy refiriéndo a la verdadera ejecución de una joven mujer a manos de un policía norteamericano, execrable hecho al que se añade el silencio cobarde y manipulador de los medios, así como la nula repercusión política y social que este asesinato tuvo.
No olvidemos que un año antes ocurrió lo contrario, como supuesta reacción al
asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis muchas ciudades de los Estados Unidos se vieron
sumidas en una gran anarquía y destrucción provocada por altercados muy violentos, incendios
y ataques de grupos del BLM y Antifa, todo supuestamente como protesta por la muerte de Floyd.
Estas
manifestaciones, "arrodillamientos" e incidentes se reprodujeron en Europa, siendo
alentados por una exposición lacrimógena y combativa por parte de toda la prensa.
Es esa
verdadera ocultación del gravísimo y criminal asesinato la que aporta una más
que clara idea de cuáles son las verdaderas concepciones ideológicas y raciales
que mueven a la sociedad occidental actual.
Son todos los
actos y ausencia de ellos los que dejan a las claras el grado de vesania de
estos silencios y la ausencia de respuesta social.
Y cuando comparamos la acción histriónica y violenta
de los black live matter y los antifas o los vergonzosos arrodillamientos de policías,
militares, deportistas o civiles universitarios es cuando salta a la vista que
en el acomplejado mundo occidental tanto para negros como para blancos la vida
de un blanco tiene un valor infinitamente inferior al que tiene la de un negro, de la misma
manera tampoco las feministas protestaron o se manifestaron por el ataque
mortal de que fue objeto una mujer, pues lo que defienden no es a la mujer en
tanto tal sino que la ideologiza, puesto
que si es pro-Trump y blanca, como es el caso, no interesa.
Del mismo modo fueron miles los "arrollidamientos" ante negros , incluido en los terrenos de futbol españoles.
Y para que
todos seamos conscientes de la diferencia de trato respecto a ambos asesinatos
basta con tratar de recordar los nombres de la víctima negra, afroamericana si
nos atenemos al lenguaje políticamente correcto, del de la mujer blanca
asesinada. En el caso primero es conocido y recordado por todos pues en su caso
las imágenes del asesinato y el relato de todas las circunstancias, salvo
información sobre el hecho de que era un delincuente toxicómano, se nos metió
el suceso criminal hasta en la sopa. Como todos recordará su nombre es George
Floyd.
En cambio,
el nombre de la chica blanca asesinada en el Capitolio prácticamente a nadie le
suena, y eso que su asesinato ha sido muchísimo más reciente, se trataba de una
madre de dos niños que pertenecía a la fuerza aérea norteamericana y era
veterana de Afganistán e Irak. De su
ejecución, en el que el policía disparó a bocajarro contra su cuello, también
existen imágenes filmadas por varios móviles, pero ningún medio de comunicación
generalista las ha reproducido. Muchos objetarán que no lo ha sido debido a que
puede resultar morboso, pero por lo visto las imágenes de la muerte por asfixia
durante más de un minuto del chico “de color” resultaba sumamente agradable
para los que mantienen esa teoría. La única razón era mover el sentimiento en
el caso del negro y paralizarlo en el caso de la blanca.
El nombre de
la chica asesinada en el Capitolio era AshleyBabbitt, tenía 35 años, vivía en
el sur de California, era madre, perteneció a la fuerza aérea durante 14 años
siendo veterana de dos guerras y una ferviente seguidora de Donald Trump.
Y ha sido todo ello sumado especialmente el hecho de que se trataba de una mujer blanca ha llevado a que
ni una voz feminista se haya elevado para criticar este crimen o para defender a la
víctima.
La sociedad
en la que vivimos el valor de la vida de un blanco es mucho menor que el de un
negro. No debemos olvidar que el complejo de culpa del blanco respecto a los
negros, como ya se ha señalado en varias entradas de este blog, mueve todo este
tipo de racismo antiblanco.
Es el
momento de gritar que las vidas blancas también cuentan y no sólo las negras
como parece que ahora ocurre.