Las muertes
que se vienen produciendo en nuestras ciudades como consecuencia de los ataques
terroristas que llevan a cabo los musulmanes yihadistas seguidores del
salafísmo wahabí no son consecuencia de guerra alguna, y no lo son desde el
momento en que sólo existe un grupo que asesina y otro que es asesinado, sin
que por parte de estos últimos se produzca acción defensiva de ningún tipo.
Si nos
planteamos la realidad de las cosas hemos de reconocer que cualquier respuesta
por parte de las sociedades occidentales, al menos en las circunstancias
actuales, está abocada al fracaso. Y esto es así debido a que en estos momentos
el combate por nuestra parte tan solo se podría llevar a cabo en el campo
material (policial, militar o de inteligencia) dejando de lado el combate
fundamental que no es otro que el espiritual o religioso.
Y digo que esta lucha espiritual no la puede
llevar a cabo sociedad debido a que hace ya un par de siglos Occidente han
dejado lado todo lo referente a la cuestión espiritual, y muy especialmente todo
lo relacionado con el cristianismo.
Con el solo silencio, los aplausos y las flores no se consigue nada.
En otras
palabras, la sociedad humana occidental ha roto con su identidad cristiana, ha
renunciado a la cosmovisión que deriva del cristianismo. Una cosmovisión que es
la que ha permitido que se desarrolle en Occidente la libertad y el libre
albedrío, del mismo modo ha llevado a una dignificación tanto del hombre como de
la mujer, una dignificación consecuencia de considerar al ser humano imagen y semejanza
de Dios.
De otro modo
el ser humano dejaría de tener valor en sí mismo y la mujer, sin la concepción
de la Santísima Virgen María, no pasaría de ser un instrumento al servicio del
hombre que carecería de dignidad y valor propio.
Siempre se
acude al manido mantra de que la finalidad de los terroristas yihadistas es
acabar con la democracia y con nuestro estilo de vida, y esto es cierto siempre
y cuando a continuación se tenga en cuenta que ese estilo de vida es
consecuencia del cristianismo, y que es lo que realmente persigue y busca el
islamismo radical es destruir esa
cosmovisión cristiana que nos ha llevado a la libertad, a la dignificación del
ser humano y a una forma de vida radicalmente más evolucionada que la que
deriva de un Islam que niega la libertad, la dignidad y la Verdad.
Y que decir
de la democracia, ese otro elemento que persigue destruir el islamismo. Para
referirnos a la democracia habría que clarificar que el término democracia no
es unívoco ya que en él encontramos dos significados distintos que ahora
pareciera que ahora se han asimilado.
Cuando se
habla de democracia por un lado se hace referencia a una forma de gobierno, el
gobierno de la mayoría, y por otro se refiere a una concepción política que
sostiene que la base legal, y por tanto la estructura ética dependerá de lo que
la mayoría señale.
Como ya se
ha señalado con anterioridad actualmente ambas posiciones son consideradas como
una realidad inseparable.
Es decir, la democracia no sería otra cosa que
una concepción liberal que niega la existencia misma de la Verdad.
Y desde este
punto de partida nihilista en el que estamos sumergidos el combate contra el terrorismo del islamismo salafista lo tenemos perdido antes de iniciarlo. La guerra la tenemos perdida ya que el vacío tiende siempre a llenarse, y cuando
una dimensión que forma parte intrínseca de la realidad humana cual es la
espiritual es vaciada por la ideología liberal
y la concepción nihilista estamos dando paso a cualquier visión
religiosa o espiritual, cual puede ser el Islam radicalizado para aquellos
musulmanes que vivan entre nosotros, sean de primera generación e incluso
anterior.
La cuestión
no está tanto en la integración social de los musulmanes cuanto en aportarles
una base espiritual o religiosa que les sirva para saciar el hambre de transcendencia
que todo humano tiene y que ellos han perdido al haber abandonado su entorno
identitario, y lo que es peor, que no pueden sustituir por una visión
espiritual de la que ahora carece una civilización occidental nihilista,
liberal y atea.
Pero no se
trata sólo de frenar los ataques sino también de fortalecer a la población que
es atacada para que luche, y nada fortalece más que la vivencia de una
realidad espiritual e identitaria que conforme nuestro ser espiritual y que se
ve atacado.
ES HORA DE
SUSTITUIR LAS FLORES POR CRUCES Y LOS SILENCIOS POR ORACIONES.