miércoles, 25 de mayo de 2022

LA AGRESIÓN DIVERSITARIA.

 

                                                                                         


Occidente en general, pero especialmente Europa y Norteamérica, vive sometido a la tiranía de un régimen diversitario, término este que para la inmensa mayoría de la población tendría una connotación positiva en tanto que supuestamente favorecería la aceptación y tolerancia de las minorías y de todas las culturas.

Ahora bien, el régimen diversitario al que nos referimos y que nos sojuzga carece de cualquier consideración que pueda ser apreciada de manera positiva, y esto es así dado que lleva aparejada la imposición de la minoría siempre y cuando esta entre en colisión y se oponga a la moral, a la organización tradicional de la familia, de la sociedad o a la concepción religiosa en general, y católica de manera muy especial. Para lograrlo lo que se hace es victimizar a todos esos grupos minoritarios presentando a la sociedad occidental, blanca y cristiana como culpable, y por tanto responsable, de los problemas que esos grupos minoritarios supuestamente padecen. De esta manera la mayoría de los sujetos se ven moralmente impelidos a aceptar, desde ese complejo de culpa que se les ha imprimido, todo cambio derivado de la voluntad de esos grupos minoritarios.

La idea de diversidad como algo positivo y deseable, independiente de todo juicio moral, ético o de organización social resulta causa, así como derivación, de todo lo que hemos venido exponiendo.

La concepción de la diversidad como una realidad buena, necesaria y forzosamente positiva por si misma se puede asimilar a la actual consideración del progreso en tanto evolución social, como algo bueno por sí mismo independientemente de los rasgos éticos o morales que lo rodeen.

Todo esto no es para nada inocente o casual, pues forma parte de una estrategia para variar e invertir la organización tradicional que hasta hace poco más de tres siglos ha conformado ese occidente antes denominado Cristiandad y cuyos rescoldos han continuado vivos hasta hace medio siglo en algunos países como el nuestro.

El método más utilizado a la par que útil para imponer esa forma de diversidad es el de normalizar, a fuerza de presentar una y mil veces como normal y extendida, una realidad que no deja de ser un comportamiento minoritario respecto a la población general, así como discutible moral y socialmente.

 Lo arriba señalado puede pasar desapercibido para la práctica totalidad de la población a fuerza de mostrar y repetir por doquier lo irregular y no compartido por una mayoría social, esto daría lugar a la imposición de cuestiones bajo  la premisa inconsciente de que   si ocurre y se reproduce una y otra vez un comportamiento o actitud por todos los medios  sin reacción alguna por parte de la población ni las autoridades  ha de tener una base al menos aceptable, primero será tolerado y posteriormente defendido por esos mismos que en un primer momento veían mal el comportamiento y actitud en cuestión.

Esta es una forma más de presionar mediante la presentación machacona de realidades que no son tales en la población general  del país.

 

Todo esto unido a la presión de lo políticamente correcto y al de unos medios de “comunicación” y esparcimiento en su mayoría sometidos, dirigidos o comprados por esos poderes que tratan de servirse de la diversidad para atacar y acabar con la organización social y con la moral personal y social dan lugar a una “tormenta perfecta” que lleva a la población al abismo.

Otra característica que viene a definir esta posición diversitaria es el enfrentamiento de su concepción social e ideológica, inicialmente minoritaria, con la realidad presente en las sociedades en las que pretende establecerse y en las que quiere implantar una alternativa opuesta a la tradición. Esta desfiguración de la realidad en tanto que presenta comportamientos individuales y/o minoritarios como generales se sirve de cuestiones tan banales como pueden ser los anuncios de televisión de marcas reconocidas, series con un innegable atractivo cómico, series policiales, así como de películas que en principio pueden parecer inocuas y vacías de toda implicación ideológica.

Hago referencia a los anuncios televisivos como ejemplo de como desde hace un par de años nos encontramos con que en la práctica totalidad de los cortes publicitarios encontramos con que en una gran parte de ellos aparecen de modo indefectible modelos y actores de raza negra, así como mostrando situaciones lésbicas interraciales, todo ello manifestando una realidad inexistente en tanto que la proporción de modelos y actores de color, como se dice ahora para  evitar el termino negro, que aparecen es infinitamente mayor que la proporción de no blancos existente en la población nacional, esto va en detrimento de uno de los rasgos que dan forma a la identidad de las naciones europeas.

 Otro tanto ocurre cuando en series televisivas aparecen personajes, victimizados normalmente, que presentan conductas y opciones sexuales apartadas de la realidad mayoritaria, prácticamente total, de la población.

Por desgracia en lo que hace a lo más arriba reseñado la realidad en la que estamos sumergidos es mucho más compleja y está diseñada para variar nuestros pensamientos y acciones.

 

Ahora bien, por muy insidiosa que pueda resultar esta ofensiva diversitaria   no podemos caer en un fatalismo paralizante que derive en una capitulación ante los sinuosos movimientos de aquellos que pretenden cambiar nuestra cosmovisión social, variar nuestras conductas y renegar de nuestros planteamientos éticos y morales.

Pero ocurre que todas las fuerzas y hábiles estratagemas de que se sirve la élite globalista no sirven de nada ante un individuo despierto e informado de la realidad a la que se enfrenta y mucho menos si está dispuesto a no transigir con lo políticamente correcto ni ceder ante la presión social y mediática. Nada pueden hacer las mentiras que hábilmente presentan los medios, lo insustancial pero peligroso de la publicidad ni la deformación interesada de la realidad que presentan los anuncios televisivos.

 

Por todo ello es importante tomar conciencia de la agresión de la que estamos siendo objeto para de esta manera estar alerta y no dejarnos vencer por toda esta sucesión machacona de mentiras vestidas de verdad que por regla general apelan a la victimización del diferente y a la   aceptación sin matices ni juicios morales que deriva del complejo de culpa maliciosamente instaurada entre la población occidental.