viernes, 14 de octubre de 2011

Una alternativa a la partitocrcia

En la actualidad nos encontramos con que para la práctica totalidad de los habitantes de Occidente resulta poco menos que imposible  concebir una forma de representación política que no pase por los partidos políticos y que en ellos no base su funcionamiento. La explicación de este posicionamiento popular radica en el hecho de que han sido más de tres siglos de pensamiento liberal durante los cuales las mentes de los habitantes de Occidente se han empapado de un pensamiento que defendía que la voluntad del ser humano justificaba la adopción de cualesquiera que fuera la decisión que surgiese de la señalada voluntad. En la misma dirección hay que señalar que ese mismo pensamiento ha dirigido las legislaciones nacionales de todas y cada una de las sociedades occidentales. A los hechos que acabamos de reseñar hay que añadir que desde hace al menos cuatro generaciones, ya sea por   vivencia directa o por haberse presentado como la forma a la  que habría de tenderse, no se ha conocido otra posibilidad distinta a la de la partitocracia como modo de que la voluntad popular se expresase  de modo adecuado.
Los elementos a los que acabamos de hacer referencia han dado lugar a que se haya  instaurado una mentalidad monolítica basada en el prejuicio de que fuera de los partidos no cabe forma alguna de representación que merezca ser considerada como tal.
 Aunque en la actualidad sea considerado como un hecho absolutamente natural, el prejuicio partitocrático esconde tras una máscara de supuesta liberalidad una posición de fanatismo liberal Este prejuicio monolítico lleva al punto de hacer caer a la generalidad de la sociedad en la ausencia de pensamiento, puesto que toda “reflexión” basada en prejuicios anula el sentido crítico base de cualquier verdadero pensamiento.
Si nos referimos a la forma en que la practica totalidad de la sociedad, imbuida de este pensamiento fanático, reacciona ante la proposición de cualquier propuesta distinta a la de la partitocracia podemos observar como la reacción  comienza por no tener siquiera en consideración tal propuesta para inmediatamente calificar tanto a la propuesta como al que la hace de dictatorial o “fascista”.
El hecho de que el sistema de partidos políticos sea considerado de esta manera tan apasionada lleva a que el común de la población haya roto con cualquier posible pensamiento crítico y que por tanto no disponga de la posibilidad de  darse cuenta de hasta que punto los partidos políticos no son sino un dispendio de tiempo, esfuerzo y dinero además de constituir un artificial elemento de enfrentamiento entre la población, especialmente entre aquellos que por diversas circunstancias se encuentran más próximos entre si.
Comenzaremos por hacer referencia al despilfarro que lleva aparejado el funcionamiento a través de los partidos políticos. El primer despilfarro lo encontramos si nos fijamos en como el político ha de hacer campaña entre los gerifaltes del partido para lograr entrar a formar parte de las listas que después se presentarán en las elecciones. El aparecer en esas listas lleva aparejado el invertir tiempo y esfuerzo para lograr apoyo para que su “candidatura a candidato” sea aceptada. Pero  a su vez habrá de comprometer su voluntad sometiendo posteriores decisiones no tanto a su conciencia y buen entendimiento cuanto a la “disciplina de partido”, si es que pretende que su nombre aparezca en las papeletas. es decir habrá de plegarse a una ideología aunque seguirla vaya en contra de las propias creencias.
El segundo momento en el que el esfuerzo que debiera estar dedicado a la resolución de los problemas con los que se encuentra la sociedad aparece una vez que el político ha sido ya nombrado candidato y como tal ha de buscar el voto para alcanzar el escaño o ministerio pertinente. Pues bien, nos encontramos con que durante la campaña electoral, campaña que por otro lado dura meses y durante la cual se gastan cientos de miles de euros procedentes de los contribuyentes, este candidato ha de gastar su tiempo en mítines y visitas en los que prometerá lo incumpible, difamará y gastará unas energías que muy bien podrían dedicarse a la verdadera función del político cual es la solución de los problemas de la cosa pública .El candidato habrá de emplear un porcentaje muy alto de su esfuerzo para lograr poder tomar decisiones con posterioridad.
Si nos   referimos al aspecto meramente pecuniario el dispendio resulta claramente oneroso cuando se trata de un método para lograr que adquiera el poder uno de los partidos de los que se encuentran en liza. Sin que por este hecho se garantice, más bien todo lo contrario, que vaya  a conseguirlo el que  más capacidades materiales y espirituales tenga para gobernar.  Afirmar que  suele ocurrir todo lo contrario se puede considerar una aseveración poco menos que falsa pero no es tal puesto que nada resulta más sencillo de manipular que la masa, que es con lo que juega la democracia partitocrática. Para manipular a la multitud, para manejar al hombre-masa no hay más que saber avivar sus bajas pasiones, manejar adecuadamente conceptos sublimes como el amor, la libertad, etc.  y jugar con el planteamiento economicista. El ser humano es un ser gregario que se mueve  siguiendo modas, las cuales resultan muy fáciles de instaurar, y más aun en una sociedad  que previamente ha sido vaciada de espiritualidad y de sentido crítico.
Nos referiremos ahora a como el sistema de partidos políticos  es por definición un elemento de enfrentamiento  puesto que aglutina a los miembros de la sociedad en torno a los grupos partidarios enfrentados unos con otros  de modo que esos miembros  así mismo se enfrentaran sin tener en cuenta  aspectos concretos que pudiesen aunarlos, los partidos enfrentaran a miembros pertenecientes a las mismas  de las unidades naturales, aunque esto será objeto de un comentario ulterior, tan solo por seguir unas siglas y someterse a una ideología. Estos enfrentamiento crearán

Ahora vamos a tratar el aspecto fundamental que surge cuando nos paramos a considerar el sistema partitocrático desde un punto de vista en que el pensamiento crítico deja de ser un mero adjetivo y pasa a ser una forma de abordar la realidad de las cosas. Fruto de este análisis surge con claridad que cuando nos referimos a los partidos políticos estamos hablando de algo absolutamente artificioso que se aleja de la realidad del ser humano. Cuando un sistema de partidos, como el actualmente vigente en España y en la práctica totalidad de las naciones occidentales, se impone a la totalidad de los ciudadanos de modo que tan solo  a través de él les es permitido poder participar en el ejercicio del poder se está cercenando la realidad de su vida y se está constriñendo su vida a una artificialidad basada en una ideología que para nada tiene en cuenta la realidad del ser humano como ser social que se encuentra inmerso de forma natural en una serie de  realidades naturales a través de los cuales si es lógico que pueda verse representado.

Ahora bien, llegados a este punto la pregunta surge de modo inmediato, ¿Cuáles son esas unidades que hemos dado en llamar unidades naturales de convivencia? . La respuesta a ese interrogante resulta ser mucho más sencilla de lo que llega a ser la misma pregunta que puesto basta con que cada cual mire a su alrededor  y observe la realidad vital por la que ha atravesado para dar con la contestación.
Como primigenia y básica unidad encontramos la familia  que es la primera estructura social con la que el individuo entra en contacto desde el primer momento de su vida, es la estructura básica de socialización. La siguiente estructura social o unidad natural sería el municipio, puesto que por encima de la entidad individual y del grupo familiar sería la estructura natural que directamente encuadra  a los núcleos familiares y por tanto a los individuos. En último lugar, y para poder abarcar al ser humano en su totalidad resulta imprescindible hacer referencia a  esa parte vital de la vida que se refiere a lo laboral. El hombre dentro de este aspecto se encuadra en un gremio o sindicato que le sitúa dentro de un trabajo o profesión determinado.
Será pues a través de estos canales directos: la familia, el municipio y el sindicato  por donde ha de manifestarse y ejercerse la participación en los procesos de toma de decisión y participación en el poder. Será así  como el ser humano debe manifestar su forma de participación en los procesos de toma de decisiones, es decir  en las decisiones de poder.
Eso si, ha de quedar muy claro que la  voluntad de los representados y las decisiones de aquellos que gobiernen , lejos de lo que afirma la doctrina liberal, no son algo absoluto ya que por encima de su voluntad existen una serie de verdades y normas derivadas de ellas a las que deben someterse. La existencia de esta realidad llevará aparejada  la creación de unos márgenes que marquen el cauce por el que han de discurrir  las decisiones de  la autoridad humana. Esto obligará a que se imprima un conjunto de leyes a las que la voluntad de los reprentados no pueda sustraerse.
                                                               
                                                               


                                                                 
                                                                                            
                                                                             
                  

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