Suele ocurrir que las generalizaciones resultan enemigas del buen juicio y en la mayoría de las ocasiones impiden llegar a conclusiones que se atengan a la realidad de las cosas.
En situaciones como la actual, estas generalizaciones no solamente producen una ligereza en el juicio, de hecho están impidiendo darnos cuenta de la complejidad de las cosas y poder reaccionar seriamente frente al verdadero problema que actualmente se cierne sobre nuestra nación, problema este que puede llegar a poner en peligro la pervivencia de España como tal , así como a hipotecar el futuro de las generaciones venideras.
El gran incremento del número extranjeros que en un corto periodo de tiempo están acudiendo a nuestro país, resulta además de un fenómeno nuevo, una situación que debido a lo elevado del número absoluto de inmigrantes, a lo que hay que añadir que en muchas zonas este aumento resulta mucho mayor en términos relativos, produce que una gran parte de la población la sienta como una amenaza potencial.
Pero frente a esta situación, los españoles no podemos recurrir al sencillo método de la generalización, pues además de injusta resulta sumamente peligrosa para nuestro futuro como nación y como pueblo. Generalizar el fenómeno de la inmigración, presentando a los inmigrantes como un grupo homogéneo resulta uno de los mayores errores que podemos cometer, ya que las poblaciones inmigrantes procedentes de Hispanoamérica o del África subsahariana son distintas de aquellas otras que vienen de los países de la Europa del este y las tres están prácticamente en las antípodas de los inmigrantes que provienen de países islámicos. de hecho la generalización esconde dentro de un superficial y simple análisis, un peligro que solamente desde la particularización se puede subsanar.
Pues bien, aunque no resulte políticamente correcto establecer diferenciaciones en lo tocante a aspectos culturales o religiosos, resulta absolutamente necesario hacerlo para poder así afrontar la problemática que nos ocupa.
En primer lugar es necesario tener muy presente que se pueden hacer algunas distinciones en los grupos de inmigrantes en función de cómo sus culturas resulten muy parecidas, parecidas, distintas u opuestas a la del país de acogida, en este caso España.
a.-En el grupo de las culturas muy parecidas se encontrarían las de aquellas personas procedentes de la América hispana, en las cuales su lengua, su fe y su carácter son idénticos a nosotros, aunque en la mayoría de los casos el factor económico y social nos pueda distanciar.
b.-El grupo de los inmigrantes procedentes de culturas parecidas a la nuestra engloba a la de los países de la Europa del este, que diferenciándose en la lengua, tienen en común con nosotros un mismo origen religioso, una misma organización social y un muy parecido origen racial amén de un elevado nivel formativo.
c.-El grupo de inmigrantes procedentes de culturas que hemos denominado distintas a las nuestras incluirían tanto a los subsaharianos como a los orientales.
En estos tres casos, las diferencias sociales, religiosas, de costumbres, económicas y raciales no resultan un impedimento para su integración y convivencia pacífica entre nosotros.
d.-En último lugar nos referiremos a los que proceden de culturas opuestas a la nuestra, hablamos no de culturas distintas que mantengan unas costumbres y una cosmovisión totalmente diferentes, estamos hablando de culturas que por cuestiones principalmente religiosas que conllevan unas posiciones además de exclusivas, excluyentes, tratan de que su fe y su estructura socio-política se impongan a la los “infieles” que les reciben, nosotros en este caso. El parecido, social ,económico e incluso racial podría resultar mucho mayor que en cualquiera de los grupos antes mencionados, pero como se verá no radica en ello la raíz del problema, pues se trata de una religión que desde una posición de expansión e imposición, desprecia y combate toda forma distinta de religión, especialmente la católica, así como toda manera de relación social y familiar que no se acomode a la del Corán.
Nos encontramos frente a un tipo de inmigración para la cual resulta absolutamente imposible la integración ya que no pueden convivir las costumbres sociales o las leyes que no coincidan con las Suras que Mahoma plasmó en el Corán. Este posicionamiento resulta por lo pacífico, lo que es minoritario, aunque cada vez menos, es la aplicación violenta de estas posiciones. Por desgracia otra manera de plasmarse la violencia derivada de esa visión despectiva y excluyente es el recurso tan generalizado a la violencia, al robo y a la delincuencia en general.
El desgraciado recurso a la generalización ha llevado a adjudicar al común de los inmigrantes, comportamientos y conductas correspondientes a grupos concretos, obviando que de hecho no coinciden con su especifidad cultura. Por ejemplo, respecto a la inseguridad y a los delitos, hemos caído en el error de asimilarlos a la comunidad hispanoamericana, cuando las cifras estadísticas ponen de manifiesto como el grado de mayor delincuencia de los distintos grupo señalados apunta precisamente a uno que no es precisamente este.
Estadísticamente está muy claro qué grupo está creando, con inmensa diferencia, más inseguridad en nuestras calles:
-Comunidad musulmana: el 30% de los inmigrantes musulmanes tienen abiertos en nuestro país procesos judiciales.
-Comunidad hispanoamericana: el nivel de delincuencia es muy similar al de la comunidad española.
-Comunidad de Europa del este (excluidos los procedentes de los Balcanes): presentan un nivel de delincuencia que llega a ser incluso menor al de la propia población nacional.
-No poseo información sobre la población subsahariana ni asiática, pero se suelen integrar bastante bien aun cuando su número en algunas zonas resulta elevado.
No se entiende que siendo reconocido por el común de los países occidentales el fenómeno expansionista islámico como el aspecto más peligroso que en la actualidad acecha a nuestros países, en especial a España a la que considera usurpadora del Al-andalus, el gobierno lleve a cabo las medidas legislativas migratorias que resultarán un coladero para la inmigración magrebí, y más con el peligro terrorista actual.
En parte, la explicación de estas posiciones que no sé si calificar de entreguístas, desaprensivas o simplemente cobardes se encuentra en el hecho de que al peligro islamista que resulta extrínseco a nuestro pueblo hay que sumar un peligro intrínseco que a su vez colabora por omisión con ese peligro extrínseco.
El peligro extrínseco está claro, el que se suele pasar por alto es el intrínseco, que se encuentra en la misma población española, y es que por culpa del vacío moral, por la carencia de fundamentos religiosos fuertes y de una verdadera conciencia nacional, el pueblo español en la actualidad está prácticamente imposibilitado para oponerse siquiera al tipo de ataque al que nos enfrentamos.
Y es en este marco en el que las concepciones infantiloides basadas en la bondad universal que piensan que la asociación de culturas y la tolerancia llevarán a los que nos quiere sojuzgar a una respuesta positiva en lugar de servirse de ello para vencernos más fácilmente, está provocando la paralización de nuestras ya mermadas fuerzas.
Lo que en el fondo sucede es que resulta muy difícil aceptar la lucha, el sufrimiento o la mera resistencia cuando no se cree en nada que merezca la pena ser defendido, cuando los pilares del pensamiento occidental moderno son la democracia, el relativismo y la defensa del estado de bienestar, así no se puede oponer nada al fanatismo que nos acecha.
Uno de los frutos de todo lo que acabamos de manifestar son las medidas políticas que está aplicando el gobierno socialista.
¿Para España cuales van a ser las consecuencias de estas medidas que tanto afectan a la inmigración islámica?.
Aunque las medidas afecten a todo tipo de inmigración , es la islámica la verdaderamente preocupante como se ha puesto de manifiesto y además por ser la más numerosa.
Pues bien, las consecuencias van a centrarse en:
- Una desestabilización social fruto del aumento de una población que no se integra y que dará lugar (como ocurre en Francia desde hace algunos años y que está empezando a ocurrir en el levante español) a zonas dominadas por la población islámica que vive de forma aparate sino en contra de la legislación y la sociedad española.
- Un incremento de la inseguridad que va paralela al aumento de esta población.
- Las consecuencias de las medidas de regularización van a ser muy graves, pues gracias a estas, cualquier inmigrante que demuestre tres meses de trabajo mediante un contrato conseguirá los papeles que le permitirán la residencia en nuestro país. Este permiso se irá renovando automáticamente al presentar un nuevo contrato de trabajo. Tras 5-10 años de permanencia legal en nuestro país se le concederá la nacionalidad española (quedando el periodo a juicio del juez, aunque para el caso de los marroquíes suele ser de 10 años) con todo lo que esto conlleva, especialmente el derecho a voto.
Siendo así que en diez años tendremos cerca de 4 millones de nuevos votos, musulmanes, que serán un caramelo para los políticos, los cuales no dudarán en llevar a cabo medidas legislativas que los atraigan para permanecer o alcanzar el poder.
De esta manera la legislación española se irá islamizando, cambiando cuestiones como las referidas a los derechos de la mujer, el desarrollo o existencia de la Iglesia Católica, legalizando la poligamia e incluso creando problemas para poderse tomar una caña.
- Las consecuencias anteriores pueden llegar a afectar incluso a la política exterior y a la integridad territorial de España, puede que esto último suene a una afirmación algo esperpéntica o fantasiosa, pero por desgracia no es así, ya que si hay algo que tienen en Marruecos muy claro es conseguir Ceuta y Melilla. La presión de los musulmanes, principalmente marroquíes, en la política exterior española no haría sino facilitar la dejadez a la hora de defender esas dos ciudades españolas.
De todo lo visto hasta ahora se desprende que el problema que tenemos no es en sí misma la inmigración, sino que este se circunscribe a una parte muy concreta de ella. Resulta sumamente peligrosa ya que al no integrarse se convierte en un cuerpo extraño y sobre todo colabora al expansionismo que ahora vuelve a amenazar al mundo.
No hay que olvidar que la amenaza islámica no es algo nuevo, Europa, la Cristiandad mejor dicho, hubo de hacer frente al expansionismo de los seguidores de Mahoma desde que este fundo esa fe (verdadero refrito de ideas sacadas del cristianismo y del judaísmo aderezadas con normas árabes).El último episodio, no muy lejano por cierto, se sitúa en el siglo XVII cuando las tropas turcas sitiaron Viena.
No caigamos en estos momentos tan cruciales, en el terrible error de equivocar cual debe ser nuestra preocupación prioritaria. LA INMIGRACIÓN NO ES EL PROBLEMA, pués de serlo lo será en cuanto pueda contribuir al triunfo de aquello que pone en riesgo la supervivencia de nuestra civilización.