La democracia es considerada por la sociedad occidental como algo básico en la organización de las comunidades humanas. Las sociedades modernas occidentales ven en la participación de los ciudadanos algo básico, puesto que consideran que la soberanía deriva del pueblo. Estos principios básicos se plasmarían a través de la elección de los gobernantes mediante elecciones universales y libres. Consecuencia de este convencimiento es el hecho de que se exija a los países en los que no funciona esta que se aplique. El hecho de que se produzcan procesos electorales aparece como un objetivo para que los regímenes musulmanes moderados adquieran un marchamo de verdadero progreso y se puedan recibir reconocimiento político y ayuda económica.
La
situación en lo que respecta al
islamismo no es tan poco en este aspecto sencilla ni resulta unívoco ya que
impeliendo a que se adopten medidas que en un primer momento pueden ser vistas como buenas en la realidad no se hace
otra cosa que acelerar que los islamistas radicales, e incluso yihadistas,
lleguen al poder cuando de otra forma no lo hubiesen logrado o hubiesen tardado
mucho más tiempo en conseguir el poder.
Como
nos ha enseñado la historia reciente nos encontramos ante una escandalosa forma
de hipocresía ya que por un lado se exigen elecciones y por otro sus resultados
son rechazados cuando estos son contrarios a los fines de Occidente.
Entender
como obligatoria la participación del pueblo en el gobierno por medio de elecciones
partitocráticas muestra tener una estrechez de miras y una pequeña, por no
decir nula, capacidad de análisis, sino se toman en consideración otros factores.
Tratar
de solucionar el problema de la victoria de islamistas radicales tras la
celebración de unas elecciones libres en que vencen los islamistas
radicales negando legitimidad a los
triunfadores da pié a que ese mismo pueblo al que se le había convencido de la
bondad del sistema democrático se enfrente a Occidente al ver la doble vara de
medir que se usa en unos países y no
en otros, con lo que el odio
antioccidental y la Yihad
tomarán mayor arraigo y desarrollo popular.
Para
ratificar las afirmaciones que acabamos
de realizar vamos a referir los más recientes a la par que clarificadores
sucesos acaedidos:
Comenzaremos
por referirnos a Argelia, donde se desarrolló todo lo señalado.
El
islamismo era un fenómeno que en Argelia había crecido desde los años 30 hasta
llegar en los años 70 a
un desarrollo y una implantación en todas las capas sociales verdaderamente
preocupantes. Pues bien, llegada una fuerte crisis económica y social el
régimen se abre a la democracia legalizando a los partidos religiosos, cuestión
que se plasma en la entonces aplaudida desde el lado occidental Constitución
del 23 de Febrero de 1989. Es así que aparece en escena el F.I.S. (Frente Islámico
de Salvación), que fue fundado en Marzo de ese mismo año.
Se
celebran elecciones libres en Junio de 1990 y Diciembre del 91, elecciones que
son ganadas por abrumadora mayoría por los islamistas del F.I.S. Desde el
momento en que llegan al poder declaran la segregación de los sexos, la
prohibición de la venta de alcohol y se introducen en la doctrina salafista.
En
Enero de 1992 las Fuerzas Armadas Argelinas suspenden la segunda vuelta de las
elecciones legislativas y fuerzan la dimisión del presidente. Todo esto ocurre
bajo el aplauso de una parte de Occidente o ante una ausencia total de condena
a la intervención militar. Este hecho dio lugar a que diese comienzo una larga
y cruel guerra civil salpicada de terribles y crueles atentados y matanzas. El
grupo terrorista que principalmente actuó en Argelia entre los años 93 y 99 fue
el G.I.A. (Grupo Islámico Armado), que
además de tener entre sus fines el derrocamiento del régimen “apóstata”
argelino pretendía la instauración de un gran califato islamista mundial.
En
España también ha tenido influencia todo lo acontecido en Argelia debido a que
de una escisión del G.I.A. surgió el G.S.P.C. (Grupo Salafista de Predicación y
Combate), que contando con el apoyo de al-Qaeda ha logrado crear en Europa una
amplia red terrorista contando con
inmigrantes argelinos y marroquíes.
Otro
ejemplo de lo que produce el que se ponga en marcha un sistema de elecciones
libres en los países árabes moderados es
lo acontecido en Palestina.
Tras
múltiples presiones, tanto diplomáticas como económicas, por parte de los
países occidentales, se llevaron a cabo el 25 de Enero de 2006 elecciones
libres en los territorios de la autoridad nacional palestina que hasta ese
momento gobernaba la O.L .P.
del fallecido Yassir Arafat. En las elecciones se enfrentaban Al Fatha
(oficialistas) y los islamistas
radicales que apoyan el terrorismo de Hamas. El resultado de esas elecciones
fue una gran victoria de Hamas.
Desde
el momento en que Hamas accede al poder aparecen nuevamente las presiones
occidentales, pero en este caso en dirección opuesta a las realizadas para que
se convocaran elecciones libres, puesto que amenazan con negar cualquier apoyo
al gobierno y pueblo palestino.
En
este aspecto hay que señalar que en los países denominados moderados la
implantación del islamismo radical e incluso yihadista es muy amplia, y cada
vez lo es más. De modo que la celebración de elecciones libres auparían al
poder a estos, precipitándose la caída de países como Egipto, Jordania o Marruecos, de esta forma
se desequilibraría todo el escenario Mediterráneo y por ende la seguridad
estratégica española.
De
todo lo señalado se deduce que la política exterior española ha de evitar esa
tendencia a la exigencia generalizada de democratización de los países
musulmanes, especialmente de los moderados. Nuestra actitud se ha de fijar en
la exigencia de que se respete la dignidad de la persona y sus derechos
civiles, más allá de esto nuestra actitud resultaría contraproducente.
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