martes, 20 de marzo de 2012

Aplicación de la Justicia Social desde el nacionalsindicalismo



                                                                 


Lo primero que ha de quedar claro es que lo que se pretende para que la Justicia Social reine en la  comunidad humana y en las relaciones laborales en particular es  acabar con el  sistema económico  y salarial del capitalismo, para conseguir que  sea el trabajo y no el capital  la base de toda relación laboral. Sólo de esta manera se podrá implantar  la Justicia Social. Es preciso sustituir el patrón oro  de capital por el patrón trabajo.
En la actualidad  las relaciones laborales parten de un principio  que es falso  y  resulta sumamente injusto.
El capitalismo  considera  que  la persona que es empleada, al recibir un salario, queda con ello  excluida  de forma absoluta de derecho sobre cualquier beneficio que su  trabajo pueda proporcionar. De este modo el nexo de unión entre el trabajador y el fruto de su trabajo queda plenamente  destruido ya que no participa del  beneficio  que este proporciona.
El capitalismo del mismo modo parece olvidar que los medios de producción, de los que los capitalistas son dueños, por si mismos no producen beneficio alguno, el beneficio tan solo aparece si estos medios de producción son  utilizados por el  trabajo de aquellos que han recibido un salario. Pero en la actualidad ese beneficio que es producto tanto del trabajo  como de la existencia de los medios de producción  pasa a engrosar  de modo  exclusivo los bolsillos de los capitalistas.  Este funcionamiento es por injusto sumamente inmoral. Y lo es  dado que promueve  que unos pocos vivan  a expensas del trabajo de los más.


                                                               
La riqueza lejos de ser un ente abstracto  especulativo al servicio  de una minoría, ha de estar  al servicio del pueblo en su totalidad, y el trabajo  es el modo  mediante el que el individuo se gana el derecho  a la parte correspondiente de esa riqueza.
En la actualidad ya no existen las masas  deshumanizadas que  hace décadas se encontraban a pocos metros de las zonas adineradas de las ciudades. Y esto no es así  ya que los servicios sociales y la organización sanitaria   combaten los casos más graves y debido al desarrollo de una clase media que  en parte amortigua el antiguo  proletariado  deshumanizado y hambriento.
Aunque en la   actualidad en España la clase media  poco a poco se reduce, los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Ahora bien, el que no  encontremos a nuestro alrededor ese grado extremo  de pobreza generalizada no  debe movernos a pensar que  la Justicia Social  ha sido alcanzada ya que las relaciones económicas son  totalmente injustas ya que el  trabajador no recibe   nada  del fruto de su trabajo, tan solo alquila su tiempo y esfuerzo.
Todo   lo anteriormente mostrado no pasa  de ser una mera exposición de la realidad que actualmente define el modo en que funciona el sistema salarial capitalista. Nos quedaríamos en mera queja si no aportásemos una alternativa a la forma que acabamos de describir y  criticar.
Lo primero que ha de quedar diametralmente claro es que cuando se critica el capitalismo  no se  está diciendo absolutamente nada contra la propiedad privada, es más, capitalismo y propiedad privada son dos realidades diametralmente opuestas, ya que la propiedad privada  no es si no  una prolongación de la realidad  del sujeto en lo  material. La propiedad privada ha servido, hasta la imposición del sistema capitalismo, para el sustento del individuo, el cual trabajando y  sirviéndose de esa propiedad  lograba un beneficio que  de modo íntegro  pasaba a ser de su propiedad y le servía para poder vivir, con más o menos calidad, pero existiendo una continuidad lógica entre su trabajo y el beneficio que este proporcionaba.
Por  el contrario el capitalismo no hace otra cosa  que romper ese vínculo. Como ya hemos señalado el trabajo ha de ser el único medio de  obtención de riqueza y nunca se debe permitir que nadie viva, y menos aún  llevando una existencia  tan regalada, sirviéndose del esfuerzo que otros realizan.


                                                                 

¿Cuál sería según la proposición que aquí se hace?, no es otra que la que propugna  el nacionalsindicalismo, el marco que debería  encuadrar unas relaciones laborales justas.


                                                             
Como es lógico  el beneficio  de la actividad laboral ha de repartirse de modo equitativo entre las partes que resultan indispensables para la obtención de tal beneficio, es decir entre el capitalista que aporta los medios de producción y el salariado que aporta su trabajo. Pues ni el primero produciría sin la  acción del segundo, ni el segundo  podría obtener  dinero  sin la presencia del segundo.
En un primer momento se mantendría el sistema de  pago de un salario pero sería un simple paso  hacia la consecución de  una plena repartición equitativa del beneficio y de una posterior desaparición del mismo capitalista, que no del gestor o empresario.
En un primer momento se mantendría  el sistema de salario así como  la presencia de las figuras tanto del gestor como  la del capitalista.
Mientras durase ese  período  inicial el 100% de los beneficios  obtenidos en la empresa serían repartido de forma que  el 75% de ellos irían a manos del capitalista o a la junta de estos, mientras que el otro 25% pasarían a los trabajadores.
Tal división de los beneficios obtenidos no sería sino un paso, puesto que se precisa  de una serie de adecuaciones sucesivas  ya que las  transformaciones hacia las que se tiende no pueden ser llevadas a cabo de un día para otro.
 En estos primeros momentos el capital precisa por un lado mantener  el sistema de salario tanto en salariados como en gestores, precisando así mismo  de una cierta cantidad de dinero para mantener en condiciones los medios de producción y  la mitad de ese 75%  seguiría constituyéndose en beneficio para el capital. El  I + D   recibiría los fondos necesarios del 25%  señalado en primer lugar. La parte que iría a los salariados, sería el 25%  del total, esta parte del beneficio se repartiría del siguiente modo,  un 20% de ese  25%  iría a incrementar el sueldo que los salariados percibían, y el   otro  80%  pasarían a constituir  un fondo sindical cuyo fin primordial sería el de  proporcionar a los trabajadores la cobertura  protectora durante el periodo en que ejerciese su actividad laboral, así como aportarle  una pensión que le permitiese vivir con dignidad y hasta con holgura  una vez que tal periodo hubiese finalizado.
Pero lo antes referido sería tan solo un primer paso. 
En un segundo se trataría de que los medios de producción pasasen de las manos capitalistas a la de los mismos trabajadores  aún salariados (aunque con sobresueldo procedente de los  beneficios empresariales). Para lograr esto  se crearía un sistema impositivo según el cual  la compra del  más fuerte económicamente , el capitalista, al más débil, el trabajador salariado, estaría  fuertemente  gravadas mediante un impuesto. Mientras que toda adquisición que el salariado realizase de los medios de producción  recibirían  fuertes subvenciones o ayudas económicas. De este modo se incentivaría el traspaso de los medios de producción a los  salariados para que estos pudiesen  terminar por hacerse con ellos y funcionar de modo que  finalmente los ya trabajadores pasasen a administrar  el beneficio  íntegro de la empresa.   Hasta que la totalidad de los medios de producción   no pasasen a manos de los trabajadores  el porcentaje de los beneficios sería parejo entre estos y los capitalistas dueños de esos medios.
Según  nuestro entender, y por las circunstancias que más adelante se expondrán, lo mas conveniente sería que  un porcentaje  cercano al 25 o 30 % fuese a parar a manos de los dueños de los medios de producción y que  no todos estos pasasen a manos de los trabajadores, con lo que  los medios de producción  en esa misma proporción permanecerían en manos  del capital.
 Pudiera parecer que esta  medida impediría un pleno desarrollo de la erradicación del capital, pero  para que  el modelo que aquí formulamos pueda funcionar, dada la  gran influencia que en la actualidad tienen los capitales extranjeros y la  dependencia que  España tiene de estos debido a la globalización  económica, esta medida se hace necesaria.
No hay que perder de vista que  la principal finalidad de lo que estamos planteando no es tanto el logro de la autogestión como  la consecución de una Justicia Social dentro de las relaciones laborales, y en una medida nada desdeñable se ha conseguido puesto que el trabajador ha dejado de ser un mero salariado para pasar a ser un trabajador que recibe una parte  fundamental, alrededor del 75%  de los beneficios empresariales fruto de su trabajo.

Una de los mayores problemas con los que se enfrenta el nuevo modelo de relaciones laborales que presentamos es consecuencia de la interconexión existente entre  las economías y el libre  intercambio de capital entre los diferentes estados. La economía nacional, al igual que ocurre con el resto de las que constituyen el mundo occidental se encuentra inmerso en un  incesante  intercambio de capitales que a su vez resultan necesarios. Hemos de evitar que las medidas que tomemos sitúen a España fuera de todo ello y caiga en un aislamiento total. 
Es por esto por lo que pensamos que resulta preciso que se mantenga  ese porcentaje, que hemos estimado entre el 25 y el 30%  del monto de la empresa. El  capital de todos es sabido que no tiene corazón, ni tiene en cuenta frontera alguna. La humanidad es algo que brilla en él por su ausencia, lo único que le mueve es la consecución de beneficios. Pues bien,   hemos de  lograr que las empresas después de haber  sido sometidas a la antes referida “reconversión” continúen siendo lo suficientemente atractivas para que el capital extranjero  invierta en  ellas. Eso si, sin ceder un ápice  en los logros obtenidos respecto a la Justicia Social.
Es así que si  las empresas guardan un 25% del beneficio para  el capital, y el beneficio es lo suficientemente elevado, estás empresas resultarán lo bastante atractivas como para que   el capital extranjero se lance a invertir pués obtendrían un beneficio suficiente atractivo.
Otra opción, la quizá más revolucionaria  y  en sintonía con una sustitución absoluta del capitalismo por un funcionamiento nacionalsindicalista    llevaría directamente a una eliminación absoluta del capital, y por tanto a la desaparición de la figura del capitalista. En esta opción los trabajadores,  adquirirían el 100% de los medios de producción  llegándose  a que el beneficio de esta pasaría íntegramente a los trabajadores: Por un lado iría a estos en forma de remuneración económica, por otro se destinaría  al sindicato de la rama de producción a la que perteneciesen, sin olvidar otra parte de los beneficios que se habrían de  invertir en el sostenimiento del material de la empresa, a la necesaria actualización de esta así como  a las    campañas de marketing para que  los productos que se elaboren  puedan ser   adquiridos  y de este modo producir un beneficio.  El problema de optar  por  esta  vía se centra por un lado en la situación  de  globalización económica y de  transferencia de capitales de la que quedaría excluida la economía nacional si los capitalistas extranjeros no encuentran nuestras empresas lo suficientemente atractivas como para invertir en ellas.
Aunque  los problemas que  la opción  por un nacionalsindicalismo ortodoxo traerían aparejado podrían soslayarse, aunque cayendo de hecho en una suerte de  autarquía que el mismo José Antonio  criticó.
¿Cuales serían las medidas precisas para terminar  con  el funcionamiento capitalista y extirpar el mismo capital de las relaciones laborales y del funcionamiento económico  nacional?
De un lado se  habría de  fomentar  hasta alcanzar un grado lo suficientemente  elevado para que  se consumiesen  los productos  que proviniesen de las empresas nacionales, lo cual podría lograrse  gravando  con unos altos impuestos los productos foráneos y moviendo a una responsabilización de la población para que se pudiese mantener  el funcionamiento de Justicia Social que se habría logrado y que  precisaría de su colaboración consumiendo productos nacionales. Por otro  estaría el tema de la dependencia nacional respecto a los productos energéticos. Acometer la problemática que resulta dela dependencia  que nuestro país tiene respecto a otros en cuanto a energía se refiere es fundamental puesto que una organización  político-económica   precisaría que fuésemos capaces de no depender de los criterios, internacionalmente dirigidos por el orden capitalista, que podrían terminar por imponer una política. Y es que esas empresas, industrias  así como el mismo consumo público y particular estarían a merced de un orden distinto a ese por el cual hemos optado.
La única  opción en este terreno  sería la de  desarrollar y poner  en funcionamiento fuentes de energía  alternativas como pueden ser la solar, la eólica y la  nuclear. A nadie se le escapa que esta opción  por el desarrollo y puesta en funcionamiento de   fuentes de energía alternativas precisaría  de una nada desdeñable inversión . La aportación monetaria, una vez que se hubiese  establecido el estado sindical procedería  fundamentalmente de los fondos sindicales que  procederían  de la obligatoria contribución que cada trabajador aportaría a través de un porcentaje establecido de  los beneficios empresariales.


                                                                 



Hay dos   aspectos fundamentales, que por la importancia que tienen en el planteamiento falangista habrán de ser tratados de modo independiente dentro de esta aplicación practica del nacionalsindicalismo, nos estamos refiriendo a la reforma agraria y a la nacionalización del crédito bancario.

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