España tan solo ha sido fiel a si misma cuando ha permanecido unida bajo el paraguas del catolicismo y cuando esa unidad ha sido puesta al servicio de su vocación imperial. Por el contrario nos encontraos con el hecho de que siempre que España ha roto con estos principios ha dejado de ser ella misma para convertirse en un engendro carente de sentido, y es que ya se sabe que la corrupción de lo mejor es la peor corrupción.
Desgraciadamente en las últimas décadas, pero de un modo muy especial en estos últimos años, estamos asistiendo a la generalizada implantación de una mentalidad que desde el nihilismo rechaza cualquier tipo de afirmación. Se cataloga de engaño toda aseveración religiosa o concepción patria a la par que desde un planteamiento liberal se menosprecia todo aquello que este por encima de la voluntad del ser humano.
Los bárbaros, considerados en cuanto enemigos de la civilización cristiana, han logrado que tras los doscientos años de liberalismo transcurridos desde la Revolución Francesa , se hallan afianzado en las tierras hispanas una serie de planteamientos ideológicos dogmáticos que han venido a sustituir el lugar que anteriormente ocupaban las verdades de Cristo y su Iglesia amen de la realidad de la Patria.
En la actualidad nos encontramos con unos grados de desbarajuste tal, que serían imposibles de imaginar hace tan solo unos años. Vemos que todo es puesto en solfa, asistimos a una representación que tiene a nuestra Nación como escenario, una representación en la que vemos como van desapareciendo a pasos agigantados las columnas que mantenían en pié el edificio de España. Desaparecen los conceptos de Dios, de Verdad y de Patria, y con su caída cae todo aquello que miles de años de civilización han ido conformando. Por un lado vemos como la vida del ser humano, imagen de Dios, ha pasado de ser algo sagrado a ser considerada algo al servicio de la producción, del consumo y de la sociedad del bienestar. Algo que puede ser suprimido cuando las circunstancias la hagan molesta como ocurre en los casos del aborto y de la eutanasia. Por otro lado asistimos a como la libertad ha sido endiosada pasando a ser considerado como fin lo que no es sino un medio. De este equívoco modo de entender la libertad, de este no diferenciar entre la inexistente libertad moral y la libertad física, surge el falso dogma moderno de los Derechos humanos que viene a situar en el hombre la medida de todas las cosas. Esta concepción antropocentrísta no hace sino negar de modo implícito la realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta realeza que en los tiempos presentes no es reconocida ni por la doctrina que defiende la actual jerarquía católica desde el momento que se habla de la realeza de Jesucristo sobre cada individuo pero no se acepta que reine sobre las sociedades que no son sino agrupaciones humanas. Desde el momento en que no se acepta el reinado social de N.S. Jesucristo resulta imposible que en España se marquen los principios de universalidad (catolicidad), principios estos que permitieron una unidad basada en la fe, un destino que buscaba la evangelización del mundo y un imperio que sirviese como instrumento para desde la unidad expandir el evangelio.
Desgraciadamente nuestra Nación ya ha dado los primeros pasos hacia la disgregación cuando ha convertido el edificio patrio en un solar arruinado sin base sólida sobre la que levantar morada alguna. Ahora asistimos a una situación, lógica consecuencia del camino iniciado, en la que tras haber sido abandonados los pilares básicos se ataca la misma unidad territorial de España promoviendo un sistema, el de las autonomías, que lo único que hace es dar rienda suelta a los nacionalismos separatistas en lugar de combatirlos. Detrás de términos como el de nacionalidades históricas y del de autonomías se esconde una fuerza centrífuga que busca la ruptura de la casa común que es España tratando de que de sus ruinas puedan obtenerse prebendas políticas para esa minoría que manipula a los que se mueven en una geografía aldeana y en una historia falseada mientras agitan banderas sin tradición alguna.
Pero para terminar con España se hace preciso que los españoles renieguen de su historia, para lo cual esta ha de ser o bien ignorada o bien tergiversada, o tal y como actualmente ocurre ambas cosas a la vez. Lo único cierto es que resulta poco menos que imposible que un español que conozca la realidad de su historia no se sienta interpelado por ella al ver la diferencia cualitativa de una historia heroica, universal y atrayente y la triste realidad de una España cobarde, aldeana y deprimente. Esta diferencia mueve a los espíritus no suficientemente maleados a buscar para España un camino distinto al que actualmente se ha tomado, de aquí viene la necesidad de manipular la verdad histórica.
Para que la otrora sana sociedad española permitiesen que su Patria se convirtiese en la escombrera que finalmente ha terminado siendo, previamente se hacía necesario adormecer conciencias, doblegar voluntades y corromper costumbres, pues tan solo recurriendo a ese mecanismo se podrían dar pasos en la dirección buscada. Ha sido en el tan encumbrado periodo denominado transición (al que como muy bien se ha dicho le sobraban las dos consonantes centrales) en el cual, sirviéndose de la excusa de acabar con el régimen de Franco para poder implantar un régimen democrático se puso marcha un plan minuciosamente preparado para que España dejase de ser tal, aplicando los medios necesarios para que los españoles perdiesen cualquier tipo de anticuerpos que les permitiesen enfrentar las acometidas con las que se encontraría nuestra Patria. La mejor forma de anular cualquier tipo de resistencia fue una acción progresiva a la par que reiterada que poco a poco llevó a que los españoles se fuesen acostumbrando a acciones que si se hubiesen presentado de modo directo difícilmente hubiesen sido aceptadas. Un ejemplo muy claro lo podemos ver en el caso de la homosexualidad, de una repulsa e incluso persecución se ha llegado a un punto en el cual se presenta como algo más que lícito a una opción saludable. De ser un comportamiento privado y mal considerado a pasado a ser algo público que se presenta en los medios de comunicación e incluso en las calles como una opción más. Del mismo modo, esa paulatina acción de zapa se utiliza como una manera de acabar con la familia, ahora denominada “modelo tradicional de familia”, puesto que la unidad básica de la sociedad considera matrimonio y familia lo que hasta no hace más de veinte años la Psiquiatría consideraba un trastorno.
No podemos pasar por alto en esta visión general de la problemática que predispone a España para ser anulada, un factor que desde hace apenas una década afecta de modo paulatino pero imparable a la visión española, y por tanto católica, de la vida. Me estoy refiriendo por supuesto a la inmigración musulmana que mueve a que costumbres propias de otra fe lleven a que se rompa la unidad de pensamiento y desintegren una cosmovisión occidental y cristiana en un totum revolutum donde no existen verdades que sean consideradas como ciertas. Sino que colaboren en el indiferentismo desde el relativismo hacia lo propio.
Como hemos podido ver nos encontramos ante multitud de factores que han influido, influyen y se abaten sobre nuestra Nación para destruirla y hacerla desaparecer , estos factores se imbrican de tal modo que unos se sirven de otros convirtiéndose en elementos que actúan de modo múltiple.
España está dejando de ser realmente ella, y con esta afirmación no pretendo coincidir con la tesis que mantienen los liberal-conservadores sino señalar que España está olvidando su verdadero ser: católico, tradicional, unitario e imperial.
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