lunes, 5 de marzo de 2012

El águila contra la tempestad.

         La imagen que pretende señalar el  título de esta entrada no  es  otra que la de dos fuerzas que de un modo absolutamente desproporcionado se enfrentan de manera que una de ellas lo único que puede hacer, si no quiere ser arrastrada por la inmensa potencia de la otra, es resistir para de esta forma subsistir y  para que una  vez  que el aplastante ímpetu de la tempestad halla pasado pueda continuar existiendo y tener así opción a  desarrollar su existencia.
El  ser humano está siendo privado desde hace siglos de toda una concepción digamos   tradicional de la realidad. Poco a poco se le ha privado de un contexto social ordenado naturalmente  y remitido a lo sobrenatural para después atacársele en sus más básicos principios, de esta forma se le arrastrará al abismo de la desesperación existencial  poniéndolo al borde  de la  total aniquilación  de su concepción de la trascendencia. Si el ser humano no  es capaz de enfrentar con  éxito estos momentos  la única  salida será el abismo.. Pero si la actitud del hombre va más allá de aceptar la aniquilación, en estos momentos la única actitud es   la de resistir puesto que es la única forma de que sobreviva una sociedad humana que realmente sea merecedora de tal denominación.. Cuando hablamos de sobrevivir no nos referimos a hacerlo a cualquier precio sino a que permanezcamos con el bagaje  de la  tradición y la  sobrenaturalidad que parece forzada a desaparecer en esta era de decadencia, cobardía  y renunciamiento.


            Durante miles de años el ser humano  se ha sometido a una serie de normas , creando unas estructuras que han permitido que ese mismo hombre se sintiera parte de un todo  participando en una civilización tradicional. Es así que el lugar natural del ser humano es  el mundo de la Tradición. Lo opuesto a la civilización de la Tradición es la civilización del mundo moderno. Acontece que mientras que una civilización Tradicional esta regida por principios que trascienden lo meramente humano e individual y reconocen que todas sus formas le vienen de lo alto, la civilización del Mundo Moderno  se basa en todo lo contrario ya que lo humano es la medida de todo, el individualismo supera a lo grupal y la voluntad humana niega cualquier intervención divina.
El abismo existente entre ambas visiones de la realidad, entre las distintas formas de entender la existencia es tal, que cuando una persona se ha visto sometida a la civilización del Mundo Moderno difícilmente puede siquiera vislumbrar cual sería  el otro tipo de civilización.

                                                                                 

            Son ya varios los siglos de imperio despótico de una cosmovisión liberal,  derivada de los  principios de la revolución de 1789. Siglos estos en los que han ido infiltrándose en todos y cada uno de los aspectos de la concepción de la persona, de su organización y de la estructuración de lo social toda una pléyade de ideas que han hecho prácticamente imposible encontrar mentalidades  que no estén penetradas de esa visión modernista.
La finalidad que ha de perseguir el que se opone al mundo moderno no es la resistencia por si misma, no es la supervivencia de la idea de la tradición en la mente del individuo, ni   siquiera se trata de la pervivencia de un comportamiento ajustado a la forma tradicional. Todo lo antes apuntado no deja de ser un medio necesario, aunque en  gran cantidad de situaciones no suficiente. Lo que realmente se debe perseguir es salvar el pensamiento tradicional, para que salvada la semilla pueda más adelante perdurar y renacer en una sociedad organizada de modo reconciliado con el Mundo Tradicional.

                                                               

Tal y como señala Julius Evola en su obra “Cabalgar el tigre”, el individuo que se mantiene  enfrentado al Mundo  Moderno y sostiene esas ideas tradicionales que son la antítesis de lo que piensa no puede por menos que sentirse como miembro de una raza distinta a la que pertenecen los seguidores del moderno y decadente mundo. visión del mundo. Ante esta situación tan solo quedarían dos opciones: mantenerse en pié en medio de las ruinas de esta disolución,  o bien aislarse completamente.

                                                                              Julius Evola       

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