Lo primero que ha de quedar claro es que lo que se pretende para que la Justicia Social reine en la comunidad humana y en las relaciones laborales en particular es acabar con el sistema económico y salarial del capitalismo, para conseguir que sea el trabajo y no el capital la base de toda relación laboral. Sólo de esta manera se podrá implantar la Justicia Social. Es preciso sustituir el patrón oro de capital por el patrón trabajo.
En la actualidad las relaciones laborales parten de un principio que es falso y resulta sumamente injusto.
El capitalismo considera que la persona que es empleada, al recibir un salario, queda con ello excluida de forma absoluta de derecho sobre cualquier beneficio que su trabajo pueda proporcionar. De este modo el nexo de unión entre el trabajador y el fruto de su trabajo queda plenamente destruido ya que no participa del beneficio que este proporciona.
El capitalismo del mismo modo parece olvidar que los medios de producción, de los que los capitalistas son dueños, por si mismos no producen beneficio alguno, el beneficio tan solo aparece si estos medios de producción son utilizados por el trabajo de aquellos que han recibido un salario. Pero en la actualidad ese beneficio que es producto tanto del trabajo como de la existencia de los medios de producción pasa a engrosar de modo exclusivo los bolsillos de los capitalistas. Este funcionamiento es por injusto sumamente inmoral. Y lo es dado que promueve que unos pocos vivan a expensas del trabajo de los más.
La riqueza lejos de ser un ente abstracto especulativo al servicio de una minoría, ha de estar al servicio del pueblo en su totalidad, y el trabajo es el modo mediante el que el individuo se gana el derecho a la parte correspondiente de esa riqueza.
En la actualidad ya no existen las masas deshumanizadas que hace décadas se encontraban a pocos metros de las zonas adineradas de las ciudades. Y esto no es así ya que los servicios sociales y la organización sanitaria combaten los casos más graves y debido al desarrollo de una clase media que en parte amortigua el antiguo proletariado deshumanizado y hambriento.
Aunque en la actualidad en España la clase media poco a poco se reduce, los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Aunque en la actualidad en España la clase media poco a poco se reduce, los ricos son más ricos y los pobres más pobres.
Ahora bien, el que no encontremos a nuestro alrededor ese grado extremo de pobreza generalizada no debe movernos a pensar que la Justicia Social ha sido alcanzada ya que las relaciones económicas son totalmente injustas ya que el trabajador no recibe nada del fruto de su trabajo, tan solo alquila su tiempo y esfuerzo.
Todo lo anteriormente mostrado no pasa de ser una mera exposición de la realidad que actualmente define el modo en que funciona el sistema salarial capitalista. Nos quedaríamos en mera queja si no aportásemos una alternativa a la forma que acabamos de describir y criticar.
Lo primero que ha de quedar diametralmente claro es que cuando se critica el capitalismo no se está diciendo absolutamente nada contra la propiedad privada, es más, capitalismo y propiedad privada son dos realidades diametralmente opuestas, ya que la propiedad privada no es si no una prolongación de la realidad del sujeto en lo material. La propiedad privada ha servido, hasta la imposición del sistema capitalismo, para el sustento del individuo, el cual trabajando y sirviéndose de esa propiedad lograba un beneficio que de modo íntegro pasaba a ser de su propiedad y le servía para poder vivir, con más o menos calidad, pero existiendo una continuidad lógica entre su trabajo y el beneficio que este proporcionaba.
Por el contrario el capitalismo no hace otra cosa que romper ese vínculo. Como ya hemos señalado el trabajo ha de ser el único medio de obtención de riqueza y nunca se debe permitir que nadie viva, y menos aún llevando una existencia tan regalada, sirviéndose del esfuerzo que otros realizan.
¿Cuál sería según la proposición que aquí se hace?, no es otra que la que propugna el nacionalsindicalismo, el marco que debería encuadrar unas relaciones laborales justas.
Como es lógico el beneficio de la actividad laboral ha de repartirse de modo equitativo entre las partes que resultan indispensables para la obtención de tal beneficio, es decir entre el capitalista que aporta los medios de producción y el salariado que aporta su trabajo. Pues ni el primero produciría sin la acción del segundo, ni el segundo podría obtener dinero sin la presencia del segundo.
En un primer momento se mantendría el sistema de pago de un salario pero sería un simple paso hacia la consecución de una plena repartición equitativa del beneficio y de una posterior desaparición del mismo capitalista, que no del gestor o empresario.
En un primer momento se mantendría el sistema de salario así como la presencia de las figuras tanto del gestor como la del capitalista.
Mientras durase ese período inicial el 100% de los beneficios obtenidos en la empresa serían repartido de forma que el 75% de ellos irían a manos del capitalista o a la junta de estos, mientras que el otro 25% pasarían a los trabajadores.
Tal división de los beneficios obtenidos no sería sino un paso, puesto que se precisa de una serie de adecuaciones sucesivas ya que las transformaciones hacia las que se tiende no pueden ser llevadas a cabo de un día para otro.
En estos primeros momentos el capital precisa por un lado mantener el sistema de salario tanto en salariados como en gestores, precisando así mismo de una cierta cantidad de dinero para mantener en condiciones los medios de producción y la mitad de ese 75% seguiría constituyéndose en beneficio para el capital. El I + D recibiría los fondos necesarios del 25% señalado en primer lugar. La parte que iría a los salariados, sería el 25% del total, esta parte del beneficio se repartiría del siguiente modo, un 20% de ese 25% iría a incrementar el sueldo que los salariados percibían, y el otro 80% pasarían a constituir un fondo sindical cuyo fin primordial sería el de proporcionar a los trabajadores la cobertura protectora durante el periodo en que ejerciese su actividad laboral, así como aportarle una pensión que le permitiese vivir con dignidad y hasta con holgura una vez que tal periodo hubiese finalizado.
Pero lo antes referido sería tan solo un primer paso.
En un segundo se trataría de que los medios de producción pasasen de las manos capitalistas a la de los mismos trabajadores aún salariados (aunque con sobresueldo procedente de los beneficios empresariales). Para lograr esto se crearía un sistema impositivo según el cual la compra del más fuerte económicamente , el capitalista, al más débil, el trabajador salariado, estaría fuertemente gravadas mediante un impuesto. Mientras que toda adquisición que el salariado realizase de los medios de producción recibirían fuertes subvenciones o ayudas económicas. De este modo se incentivaría el traspaso de los medios de producción a los salariados para que estos pudiesen terminar por hacerse con ellos y funcionar de modo que finalmente los ya trabajadores pasasen a administrar el beneficio íntegro de la empresa. Hasta que la totalidad de los medios de producción no pasasen a manos de los trabajadores el porcentaje de los beneficios sería parejo entre estos y los capitalistas dueños de esos medios.
Según nuestro entender, y por las circunstancias que más adelante se expondrán, lo mas conveniente sería que un porcentaje cercano al 25 o 30 % fuese a parar a manos de los dueños de los medios de producción y que no todos estos pasasen a manos de los trabajadores, con lo que los medios de producción en esa misma proporción permanecerían en manos del capital.
Pudiera parecer que esta medida impediría un pleno desarrollo de la erradicación del capital, pero para que el modelo que aquí formulamos pueda funcionar, dada la gran influencia que en la actualidad tienen los capitales extranjeros y la dependencia que España tiene de estos debido a la globalización económica, esta medida se hace necesaria.
No hay que perder de vista que la principal finalidad de lo que estamos planteando no es tanto el logro de la autogestión como la consecución de una Justicia Social dentro de las relaciones laborales, y en una medida nada desdeñable se ha conseguido puesto que el trabajador ha dejado de ser un mero salariado para pasar a ser un trabajador que recibe una parte fundamental, alrededor del 75% de los beneficios empresariales fruto de su trabajo.
Una de los mayores problemas con los que se enfrenta el nuevo modelo de relaciones laborales que presentamos es consecuencia de la interconexión existente entre las economías y el libre intercambio de capital entre los diferentes estados. La economía nacional, al igual que ocurre con el resto de las que constituyen el mundo occidental se encuentra inmerso en un incesante intercambio de capitales que a su vez resultan necesarios. Hemos de evitar que las medidas que tomemos sitúen a España fuera de todo ello y caiga en un aislamiento total.
Es por esto por lo que pensamos que resulta preciso que se mantenga ese porcentaje, que hemos estimado entre el 25 y el 30% del monto de la empresa. El capital de todos es sabido que no tiene corazón, ni tiene en cuenta frontera alguna. La humanidad es algo que brilla en él por su ausencia, lo único que le mueve es la consecución de beneficios. Pues bien, hemos de lograr que las empresas después de haber sido sometidas a la antes referida “reconversión” continúen siendo lo suficientemente atractivas para que el capital extranjero invierta en ellas. Eso si, sin ceder un ápice en los logros obtenidos respecto a la Justicia Social.
Es así que si las empresas guardan un 25% del beneficio para el capital, y el beneficio es lo suficientemente elevado, estás empresas resultarán lo bastante atractivas como para que el capital extranjero se lance a invertir pués obtendrían un beneficio suficiente atractivo.
Otra opción, la quizá más revolucionaria y en sintonía con una sustitución absoluta del capitalismo por un funcionamiento nacionalsindicalista llevaría directamente a una eliminación absoluta del capital, y por tanto a la desaparición de la figura del capitalista. En esta opción los trabajadores, adquirirían el 100% de los medios de producción llegándose a que el beneficio de esta pasaría íntegramente a los trabajadores: Por un lado iría a estos en forma de remuneración económica, por otro se destinaría al sindicato de la rama de producción a la que perteneciesen, sin olvidar otra parte de los beneficios que se habrían de invertir en el sostenimiento del material de la empresa, a la necesaria actualización de esta así como a las campañas de marketing para que los productos que se elaboren puedan ser adquiridos y de este modo producir un beneficio. El problema de optar por esta vía se centra por un lado en la situación de globalización económica y de transferencia de capitales de la que quedaría excluida la economía nacional si los capitalistas extranjeros no encuentran nuestras empresas lo suficientemente atractivas como para invertir en ellas.
Aunque los problemas que la opción por un nacionalsindicalismo ortodoxo traerían aparejado podrían soslayarse, aunque cayendo de hecho en una suerte de autarquía que el mismo José Antonio criticó.
¿Cuales serían las medidas precisas para terminar con el funcionamiento capitalista y extirpar el mismo capital de las relaciones laborales y del funcionamiento económico nacional?
De un lado se habría de fomentar hasta alcanzar un grado lo suficientemente elevado para que se consumiesen los productos que proviniesen de las empresas nacionales, lo cual podría lograrse gravando con unos altos impuestos los productos foráneos y moviendo a una responsabilización de la población para que se pudiese mantener el funcionamiento de Justicia Social que se habría logrado y que precisaría de su colaboración consumiendo productos nacionales. Por otro estaría el tema de la dependencia nacional respecto a los productos energéticos. Acometer la problemática que resulta dela dependencia que nuestro país tiene respecto a otros en cuanto a energía se refiere es fundamental puesto que una organización político-económica precisaría que fuésemos capaces de no depender de los criterios, internacionalmente dirigidos por el orden capitalista, que podrían terminar por imponer una política. Y es que esas empresas, industrias así como el mismo consumo público y particular estarían a merced de un orden distinto a ese por el cual hemos optado.
La única opción en este terreno sería la de desarrollar y poner en funcionamiento fuentes de energía alternativas como pueden ser la solar, la eólica y la nuclear. A nadie se le escapa que esta opción por el desarrollo y puesta en funcionamiento de fuentes de energía alternativas precisaría de una nada desdeñable inversión . La aportación monetaria, una vez que se hubiese establecido el estado sindical procedería fundamentalmente de los fondos sindicales que procederían de la obligatoria contribución que cada trabajador aportaría a través de un porcentaje establecido de los beneficios empresariales.
Hay dos aspectos fundamentales, que por la importancia que tienen en el planteamiento falangista habrán de ser tratados de modo independiente dentro de esta aplicación practica del nacionalsindicalismo, nos estamos refiriendo a la reforma agraria y a la nacionalización del crédito bancario.
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