Las
declaraciones del presidente Pedro Sánchez durante su viaje a Hispanoamérica respecto
al futuro que el gobierno pretende dar al Valle de los Caídos tras la
exhumación de los restos mortales del Generalísimo creo que no han sido convenientemente
interpretadas.
No tengo la menor duda de que caso de haber
sido desentrañado adecuadamente el significado de las palabras del dirigente socialista, la
respuesta de los españoles que respetan su historia y que ven en el Valle un
recordatorio de la victoria de la Cristiandad sobre el comunismo ateo, así como
un monumento a la reconciliación, habría sido mucho más crítica y furiosa.
Todo lo
antes señalado lo creo al considerar lo que realmente lleva aparejado el hecho de convertir el Valle en un
cementerio civil tal y como Sánchez declaró que pretendía hacer.
Hemos de tener
claro lo que lleva aparejado que un cementerio sea civil.
En primer
lugar, y por definición, este tipo de cementerios no son religiosos y por lo
tanto han de carecer de cualquier tipo de simbología que les dote de significación religiosa, cristiana en el caso de nuestra civilización.
Cuando nos
referimos al cristianismo no hay ningún símbolo que marque más la sacralidad de
una tumba, un cementerio o un lugar de culto que la cruz.
Pues bien,
creo que la derivación de todo lo
hasta ahora expuesto está más que clara si hacemos referencia al propósito
apuntado de hacer del Valle de los caídos un cementerio civil.
Lo que realmente está proponiendo el infame y
rencoroso Pedro Sánchez no es otra cosa que impedir que la gigantesca cruz que se
levanta sobre Cuelgamuros deje de presidir la basílica y ese monumento a Dios,
a España y a la reconciliación que es el conjunto del Valle de los Caídos.
Si finalmente,
Dios no lo quiera, llevasen a término tan pérfida y anticristiana acción no
solamente se estarían asegurando el apoyo de Podemos y de parte del P.N.V. y E.R.C. para toda la legislatura, sino que se ganarían el apoyo de ese poder en
la sombra que es dirigido desde las logias y las sinagogas. El gobierno
socialista presentaría en bandeja de plata a sus dueños el haber derruido la
más alta cruz que había en la antaño Cristiandad, de esa manera la masonería y la
judería internacional daría a través de sus correas de transmisión un respaldo
absoluto al gobierno socialista y a sus planes antinacionales y contrarios al
catolicismo.
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