La tendencia expansiva que el Islam ha puesto de manifiesto a lo largo de toda su historia, su ansia belicista, ha chocado en esta época con algo que no estuvo presente en ningún otro periodo histórico pretérito. Y es el hecho de que hoy por hoy los países islámicos no cuentan ni de lejos con una fuerza militar suficiente como para enfrentarse con una mínima posibilidad de éxito a las fuerzas del Occidente “que ellos califican de ”cruzado”.
Esta situación es de tal dimensión que resulta imposible no ser conscientes de tal desigualdad, una diferencia que llevaría obligatoriamente a una derrota sin paliativos de las armas de la media luna.
Estamos refiriéndonos a un enfrentamiento que se basase en la utilización tanto de ejércitos y armas de tipo convencional como al el recurso a armamento nuclear.
Ante este estado de cosas los yihadistas no han optados por la fácil solución de rendirse a la evidencia dejando de lado su ansia expansionista, todo lo contrario, lo que han hecho es buscar formas alternativas para que mediante la Yihad todo el planeta, y Occidente en especial, pase a ser tierra del Islam.
El lugarteniente de Osama Ben Laden, Abu Ubeid al- Qurashi ( actualmente máximo estratega e ideólogo de Al-Qaida) obtuvo enseñanzas de la victoria en Afganistán, donde grupos de muyahidín fueron capaces de derrotar al segundo ejército más fuerte de la tierra, el soviético, y del incidente ocurrido en Somalia, donde tras ser derribado un helicóptero Blak Haw del Ejército de los Estados Unidos este retiró sus tropas del país. Fruto del análisis de estos hechos el antes señalado estratega sacó unas conclusiones que plasmó en Al-Ansar, órgano oficial de la organización terrorista.
Este escrito aparecido en Al-Ansar refería la manera en que los islamistas deberían enfrentarse con las potencias occidentales para poder alcanzar una gran posibilidad de éxito.
Parte este estratega de reconocer que el mundo islámico nada tiene que hacer si recurriese a la utilización de métodos bélicos tradicionales, y es que en la situación actual todo enfrentamiento conforme a la manera habitual de lucha estaría abocado irremediablemente a la derrota del Islam.
La forma de combate que propone Abu Ubeid Al-Qurashi, y que denomina guerra de cuarta generación en contraposición con la de primera: que sería la de hombres armados con fusiles que entraban en combate, la de segunda, que habría tratado de destruir la mayor cantidad posible de fuerza contraria y agotar la economía del enemigo, o la de tercera en la se habría introducido una importante variación en la táctica militar buscando en lugar de chocar frontalmente, envolver al enemigo y atacarle por la retaguardia recurriendo a la aviación y a las unidades acorazadas. En cambio, la guerra de cuarta generación que propone mostraría un conflicto en el cual la lucha no quedaría reducida a las tropas regulares y a los objetivos militares: En esta guerra de cuarta generación la guerra psicológica pasaría a ser la básica. Se basaría en ataques por la retaguardia sirviéndose de los puntos débiles que presentan las mismas sociedades que van a ser combatidas. Estos puntos frágiles se centran en la misma forma política en la que se basan y en la organización social que de ella se deriva.
Lo primero de lo que se deberían servir los yihadistas es de la opinión pública, una opinión pública que resulta absolutamente moldeable por los medios de comunicación, la cual sería relativamente sencilla de dirigir si se actúa con inteligencia y es que la opinión pública a su vez es la que dirige la política interna y exterior de los países en cuestión. En este punto la guerra se basaría en la realización de ataques puntuales que tuviesen una gran repercusión mediática, se refiere por supuesto a la utilización del terrorismo, y especialmente al recurso al terrorismo suicida, una forma de terrorismo esta que hace prácticamente imposible que ni la actuación de los servicios de seguridad los pudiese neutralizar , asimismo hablaba de la necesidad de implantar en Occidente células “durmientes”, las cuales ni siquiera los servicios de inteligencia podrían localizar al permanecer inactivos y confundidos con la población inmigrante años, hasta que recibiesen la orden de actuar.
El yihadismo habría de buscar el máximo impacto con el mínimo coste, sin perder nunca de vista que el islamismo es finalista y que lo único que tiene en cuenta es la consecución del objetivo final, la extensión mundial del Islam, sin parar en consideraciones en torno a la moralidad de los medios que se utilizan para su logro.
Mantenía, y con muy buen juicio por cierto, que ningún país de Occidente sería capaz de recurrir a esa potencia militar tan ingente que posee ya que la opinión pública es sumamente pacifista, y sobre todo si esa misma opinión pública es previamente aleccionada en sentido contrario o si mediante una campaña lo si por medio de unas campañas de ataques bien planificadas se crea un estado de pánico y desconfianza que lleven al derrotismo, un derrotismo paso previo al entreguismo entreguismo que como única opción ve el diálogo en lugar del enfrentamiento.
Otro punto fundamental es el de utilizar la victimización, de modo que la opinión pública llegue, a entender las acciones terroristas como una reacción “lógica” a una imaginaria agresión previa por parte de Occidente.
El terrorismo debería ser lo suficientemente fuerte para producir intranquilidad y desconfianza en la propia victoria, pero lo suficientemente “moderado” como para no estimular reacciones que promoviese ese recurso a la fuerza que se trata de evitar.
El recurso, no ya a actuaciones de tipo militar, sino a medidas policiales o legislativas de tipo excepcional ha sido siempre cuestionado al recurrirse a argumentos que señalan la supuesta disminución de los derechos ciudadanos y a la profanación de la intimidad de los ciudadanos. Este punto ha de ser siempre aprovechado favoreciendo estas posiciones paralizantes de la reacción del Estado.
Esta propuesta de actuación cuenta también con el hecho de que nuestras sociedades en la actualidad no defienden una escala de valores clara, su mayor certeza se basa en el subjetivismo nihilista. Un nihilismo que considera su mayor dogma y aportación universal la democracia. Nuestras sociedades lo tienen todo perdido si se enfrenta con quienes creen defender “verdades”, aunque estas sean erradas, y lo único que oponen a ello es una sociedad sin valores que carece de respuestas a las interrogantes universales y que tan solo presenta la sociedad del consumismo.
Sin nada claro en lo que creer, y sin nada que defender tampoco hay nada por lo que valga la pena luchar.
Nosotros careemos de una moral de lucha y de resistencia, sin ella resulta imposible vencer.
Otro factor que Abu Ubeid al-Qurashi considera que ha de tomarse en consideración es el hecho de que las sociedades occidentales, democráticas por definición, están sometidas a la opinión del pueblo, con lo cual habrán de tomar las medidas en función de esa opinión pública a la que antes se ha hecho referencia.
Para que la estrategia a la que nos hemos referido. y que tan útil resulta a los islamistas radicales, pueda ser desbaratada y de esa forma mantener un Occidente libre de la imposición islamista es imprescindible que Occidente vuelva a sus orígenes cristianos y mantenga un orden de valores espirituales lo suficientemente claros para que la opinión pública se mueva en función de la consecución y/o mantenimiento de tales principios y deje de tomar como puntos de referencia la voluntad de una opinión pública absolutamente variable y sujeta a acontecimientos puntuales que moverán esa opinión pública en una dirección o hacia la contraria. Si esto es así se conseguirá desactivar esta guerra de cuarta generación a la que hemos hecho referencia puesto que la política no vendría determinada por los actos del terrorismo yihadista si no por unas creencias que constituirían la propia identidad a la par que serían su mejor defensa.
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