viernes, 26 de agosto de 2011

No todo ha sido machismo


Observar la realidad social y su funcionamiento y pensar como en la actualidad se quiere hacer creer, que todo lo social se debe a cuestiones dependientes únicamente de una voluntad más o menos caprichosa, cuando no malintencionada, es algo tan falso que si se observa desapasionadamente y contando con la antropología  del ser humano, termina cayendo por su propio peso.

En la época en la que vivimos,  se considera una discriminación y una ofensa el papel que durante siglos ha desempeñado el sexo femenino en las sociedades humanas. Este juicio hoy tan generalizado surge al  situar este papel diferente al del hombre, como secundario y fruto de la imposición masculina.

            Por el contrario, han sido las realidades biológicas y la necesidad de asegurar la supervivencia de la especie, la que ha determinado desde el comienzo de la humanidad una estructuración social concreta y la primera organización del trabajo.



Hasta hace relativamente muy poco tiempo, podemos situar la variación hace como mucho 100 años, las circunstancias eran tales que exigían que la mujer se mantuviese en el hogar sin realizar otras actividades distintas a la reproducción,  el cuidado de la prole y  el mantenimiento de la casa.

Esta afirmación, que tan radical y absolutamente machista puede resultar a nuestros oídos no es sino la plasmación en palabras de algo que se va a poner de manifiesto en las siguientes líneas.

Desde el comienzo de la especie, y hasta no hace mucho, se presentaron unas circunstancias tales que hacían necesarios  un muy elevado número de nacimientos. Esta situación no era otra que una elevadísima mortalidad infantil debida a la insalubridad y a la ausencia de una medicina  que combatiese con un mínimo de efectividad las infecciones, enfermedades y accidentes.

La manera de combatir la alta mortalidad infantil no era otra que el nacimiento de más niños, esto a su vez aparejaba que las hembras del grupo, dada la monogamia natural de la especie humana , estuviesen la mayor parte del tiempo embarazadas.

Hay que aclarar que durante cientos y miles de años, la esperanza de vida humana no llegaba a los 30 años (baste decir que en 1900 estaba en 33,9 años en los hombres y 35,7 en las mujeres, hablamos de España).Esto quiere decir que siendo limitado el periodo fértil en la mujer, y tan baja la esperanza de vida, el tiempo que esta pasaba embarazada ocupaba la practica totalidad del periodo que va desde la menarquia hasta la menopausia. Pero esto no es todo, ya que el papel biológico de la mujer no finalizaba  una vez que había dado a luz, sino que después debía amamantar y cuidar  a los recién nacidos hasta que estos  pudiesen alimentarse por sí mismos, de lo que fácilmente se puede deducir que hasta casi el fin de sus días se encontraba o bien embarazada o dedicada al cuidado de la prole (cuando no en ambas situaciones ).

            De lo apuntado anteriormente no es complicado darse cuenta de que en un entorno básicamente natural, la alimentación, la vivienda y la seguridad dependían de una actividad física que los humanos debían realizar  sobre un entorno difícil, y esa actividad requería el desarrollo  de un importante esfuerzo físico  que ocupaba un espacio temporal también elevado.

La situación física que acompaña a la mujer durante el embarazo, así como el tiempo necesario para la alimentación y cuidado de la prole la inhabilitaba para participar en las actividades para la supervivencia grupal. En su caso la mujer no podía simultanear la supervivencia de la especie con la supervivencia del grupo.

            La situación que hemos descrito se ha venido produciendo durante cientos de miles de años, creando de hecho una primera división del trabajo y una institucionalización del poder masculino. Una situación que ha ido pareja a la misma existencia del ser humano hasta hace menos de cien años. Desde entonces han variado las condiciones higiénicas y sanitarias, lo cual no hace necesario el nacimiento de tantos niños, con lo que la mujer dispone de una capacidad muy amplia de tiempo y estado físico para trabajar.

Es más, la posibilidad  de realizar trabajos intelectuales, no unidos al desarrollo de una actividad meramente muscular amplia más aún la posibilidad de la mujer para trabajar.

Por otra parte es muy importante tener en cuenta que miles y miles de años de costumbres, de estructuración y de sometimiento a determinadas circunstancias imprimen en el acervo más íntimo de la humanidad una digamos  “memoria de especie” que sobrevive a un cambio situacional que tiene tan solo un siglo de antigüedad.



            Las situaciones biológicas y físicas, así como las necesidades para perpetuar la especie determinaron, tanto para hombres como para mujeres, una estructura muy concreta. Habiendo cambiado las situaciones externas que dieron origen a la  citada organización social, si lo que se busca es superar esas estructuras, lo primero es evitar culpabilizar  al sexo contrario de una situación que como se ha podido ver, surge de la naturaleza misma de las cosas.

 Por lo tanto, no se debe por parte de la mujer buscar la igualdad evitando las responsabilidades propias de su realidad biológica o considerando un elemento contra la igualdad el posterior cuidado y educación de la prole argumentando para ello resarcirse de muchos ” años de opresión”.

Y en el caso del hombre, este debe acomodarse a una situación que es absolutamente nueva, luchando por evitar jugar con la perpetuación de situaciones anacrónicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario