sábado, 23 de noviembre de 2013

La ruina de España.



                                                                               

           España tan solo ha sido fiel a si misma cuando ha permanecido unida bajo el paraguas del catolicismo y cuando esa unidad ha sido puesta al servicio de su vocación imperial.  Por el contrario nos  encontramos con el hecho de que siempre que  España ha roto con estos principios ha dejado de ser ella misma para convertirse en un engendro carente de sentido, y es que ya se sabe que la corrupción de lo mejor es la peor corrupción.

                                                           

                                                                     

Desgraciadamente en las últimas décadas, pero de un modo muy especial en estos últimos años, estamos asistiendo  a la generalizada implantación de una mentalidad que  desde el nihilismo rechaza cualquier tipo de afirmación. Se cataloga de engaño toda aseveración religiosa o concepción patria  a la par que desde un planteamiento liberal se menosprecia todo aquello que este por encima de la voluntad del ser humano.
Los bárbaros, considerados en cuanto enemigos de la civilización cristiana, han logrado que  tras los doscientos años de liberalismo transcurridos desde la Revolución Francesa, se hallan afianzado en las  tierras hispanas una serie de planteamientos ideológicos dogmáticos que han venido a sustituir el lugar que anteriormente  ocupaban las verdades de Cristo y su Iglesia amen de la realidad de la Patria.
En la actualidad nos encontramos con unos grados de desbarajuste tal, que sería imposibles de  imaginar hace tan solo unos años. Vemos que todo es puesto en solfa, asistimos a una representación que tiene a nuestra Nación como escenario, una representación en la que vemos como van desapareciendo a pasos agigantados  las columnas  que mantenían en pié el   edificio de España. Desaparecen los conceptos de Dios, de  Verdad y de Patria, y con su caída cae todo aquello que miles de años de civilización han ido conformando. Por un lado vemos como la vida del ser humano, imagen de Dios, ha pasado de ser algo sagrado a ser considerada  algo  al servicio de la producción, del consumo y de la sociedad del bienestar. Algo que puede ser suprimido cuando las circunstancias la hagan molesta como  ocurre en los casos del aborto y de la eutanasia. Por otro lado asistimos a como la libertad ha sido endiosada pasando a ser considerado como fin lo que no es sino un medio. De este equívoco modo de entender la libertad, de este no diferenciar  entre la inexistente libertad moral y la libertad  física, surge el falso dogma moderno de los Derechos humanos que vienen a situar en el hombre  la medida de todas las cosas. Esta concepción antropocentrísta no hace sino negar de modo implícito la realeza de Nuestro Señor Jesucristo.
Esta realeza que en los tiempos  presentes no es reconocida ni siquiera por la doctrina que defiende la actual jerarquía católica. Desde el momento en que no se acepta el reinado social de N.S. Jesucristo resulta imposible que en España se marquen los principios de universalidad (catolicidad), principios estos que permitieron una unidad basada en la fe, en un destino que buscaba la evangelización del mundo y en un imperio que sirviese como instrumento para desde la unidad expandir el evangelio.

                                                  

Desgraciadamente nuestra Nación ya ha dado los primeros pasos hacia la disgregación cuando ha convertido  el edificio patrio en un solar arruinado sin base sólida desde el cual levantar  morada alguna.
 Ahora asistimos a una situación, lógica consecuencia del camino iniciado, en la que tras haber sido abandonados  los pilares básicos de la Nación, se ataca la misma unidad territorial de España promoviendo un sistema, el de las autonomías, que lo único que hace es  dar rienda suelta a los nacionalismos separatistas en lugar de combatirlos. Detrás de términos como el de nacionalidad históricas y del de estado de las autonomías se esconde una fuerza centrífuga  que busca la ruptura de esa casa común que es España. Todo esto se hace para que de que de esas ruinas puedan obtenerse prebendas políticas y económicas. Los que esto hacen se mueven con una visión aldeana basada en una historia falseada, agitando para alcanzar sus espurios fines  banderas sin tradición alguna, a la par que reniegan de la Patria sosteniendo su chiringuito económico-político en el odio a todo lo español.

                                                              
Pero para terminar con España se hace preciso  que los españoles renieguen  de su historia, para lo cual esta ha de ser o  bien ignorada o bien tergiversada, o tal y como actualmente ocurre ambas cosas a la vez. Lo único cierto es que resulta poco menos que imposible que un español que conozca la realidad de su historia no se sienta interpelado por ella al ver la diferencia cualitativa de una historia heroica, universal y  atrayente  y la triste realidad de una España cobarde, aldeana y deprimente. Esta diferencia mueve a los espíritus no suficientemente maleados  a buscar para España un camino distinto  al que actualmente se ha tomado, de aquí viene la necesidad de manipular la verdad histórica.

                                                         


                                                                               
                                                         
                                                           



Para que la otrora sana sociedad española  permitiesen que su Patria se convirtiese en la escombrera que finalmente ha terminado siendo, previamente se hacía necesario adormecer  conciencias, doblegar voluntades y  corromper costumbres, pues tan solo recurriendo a ese mecanismo se  podrían dar pasos en la dirección buscada.  Ha sido en el tan encumbrado periodo denominado transición (al que como muy bien se ha dicho le sobraban las dos consonantes centrales) en el cual, sirviéndose de la excusa de acabar con el régimen de Franco para poder implantar un régimen democrático se puso marcha un plan minuciosamente preparado para que España dejase de ser tal, aplicando los medios necesarios para que los españoles perdiesen cualquier tipo de anticuerpos que les permitiesen enfrentar las acometidas con las que se encontraría nuestra Patria. La mejor forma de anular cualquier tipo de resistencia ha sido y es esa acción reiterada y progresiva  que  poco a poco llevó a que los españoles se fuesen acostumbrando a realidades y acciones que si se hubiesen presentado de modo frontal difícilmente hubiesen sido aceptadas. Un ejemplo muy claro lo podemos ver en el caso de la homosexualidad, que de una repulsa e incluso persecución se ha pasado a un punto en el cual es vista como algo más que lícito, como una libre y saludable opción sexual. De ser un comportamiento privado y mal considerado a pasado a ser  algo público que se presenta en los medios de comunicación e incluso en las calles como una opción más. Del mismo modo, esa paulatina acción de zapa se utiliza como una manera de acabar con la familia, ahora denominada “modelo tradicional de familia”, puesto que la unidad básica de la sociedad considera matrimonio y familia lo que hasta no hace más de veinte años la Psiquiatría consideraba un trastorno.

Otro aspecto que ha sido inoculado e impuesto a la sociedad española  es ese genocidio defendido tanto por la derecha como por la izquierda, que es el aborto. 

                                                         


No podemos pasar por alto en esta visión general de la problemática que predispone a España para  ser anulada, un factor que desde hace apenas una década afecta de modo paulatino pero imparable a la visión española, y por tanto católica, de la vida. Me estoy refiriendo por supuesto a la inmigración musulmana que mueve a que costumbres propias de otra fe lleven  a que se rompa la unidad de pensamiento  y desintegren una cosmovisión occidental y cristiana en un totum revolutum  donde no existen verdades que sean consideradas como ciertas. Sino que colaboren en el indiferentismo desde el relativismo hacia lo propio.

                                                         

 Como hemos podido ver  nos encontramos ante multitud de  factores que han influido, influyen  y se abaten sobre nuestra Nación para  destruirla y hacerla desaparecer , estos factores se imbrican de tal modo que unos se sirven de otros convirtiéndose en elementos que actúan de modo múltiple.


España está dejando de ser  realmente ella, y con esta afirmación no pretendo, ni mucho menos, coincidir con las tesis que defiende la derecha  liberal-conservadora sino señalar que España está olvidando su verdadero ser: católico, tradicional, unitario e imperial.
Y desde luego me opongo también a  la visión que defiende el materialismo ateo del marxismo internacionalista.

                                                                 

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