En
nuestras sociedades el Estado tiene el monopolio del uso de la violencia, y lo tiene pues se supone que los ciudadanos le han cedido
esa exclusividad, y han declinado ese
uso en pos de una convivencia pacífica y ordenada en la que pudiese prevalecer
la justicia evitando que pudiera darse
una situación de venganza descontrolada.
Todo
esto es así, ahora bien, tal delegación
se hace a condición de que como contrapartida el Estado aplique una verdadera
justicia, una justicia reparadora y ejemplarizante, una justicia que prevenga
el crimen y castigue al criminal.
El
problema surge cuando la autoridad y la justicia dejan de sancionar
adecuadamente a los autores de horrendos crímenes y los criminales
terminan campando a sus anchas entre
los inermes ciudadanos.
Esto
viene a cuento dado que en estos momentos se está produciendo con la
excarcelación de terroristas, asesinos y
violadores que objetivamente no han recibido el castigo merecido. Se da una
situación en la que las víctimas y sus familiares ven como los criminales son
liberados sin recibir el castigo que merecen por los crímenes abominables cometidos.
Pero no son sólo los familiares los que se sienten heridos, el resto de los ciudadanos también nos sentimos estafados por una justicia que no es tal y por un Estado que no cumple con su misión.
Pero no son sólo los familiares los que se sienten heridos, el resto de los ciudadanos también nos sentimos estafados por una justicia que no es tal y por un Estado que no cumple con su misión.
Probablemente
se darán, si continúa esta situación, casos en los que las víctimas o sus
familiares se tomen, con toda razón, la justicia por su mano dado que el Estado
y el sistema judicial no la aplica. En ese momento la justicia, con minúsculas,
si actuara y castigara a aquellos que lo único que habrán hecho es
aplicar la Justicia que el Estado les
niega.
https://www.youtube.com/watch?v=opeZvzMAJHY
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