miércoles, 14 de agosto de 2013

La inmigración y el falso humanitarismo


                                                                   

Ahora que durante  el verano la población española acude asombrada a la incesante  llegada  a nuestras costas de subsaharianos, en situaciones verdaderamente calamitosas, se dispara entre la inmensa mayoría de esta  una serie de argumentaciones falaces basadas en una mezcolanza de complejo de culpa y de pensamiento  políticamente correcto.

El primer punto  de esta argumentación  viene a señalar como responsables de la  situación de pobreza y desesperación de esos que tratan de emigrar jugándose la vida en el Estrecho  a quienes mandan tanto  en Europa como en África.
 Cuando se atribuye una parte de culpa  también a los que detentan el poder en África, no se está haciendo otra cosa que recurrir a un artificio dialéctico que pretende que  la responsabilidad que se atribuye a Occidente sea más fácilmente aceptable por los que conforman la sociedad occidental
Del mismo modo se pasa por alto, de un modo más o menos interesado, que  desde que hace ya cincuenta años  se llevó a cabo la descolonización de los ahora países independientes  africanos las condiciones de todo tipo ( económicas, sanitarias y sobre todo alimenticias) no han hecho otra cosa que  empeorar.

                                                  
                                                                                     


Se habla mucho del colonialismo, de la herencia de este y de la responsabilidad que supuestamente tiene en la actual situación de África. Pero ocurre que cuando se llevan a cabo intervenciones armadas como las que el ejército francés ha desarrollado en Malí o cuando se realizan acciones humanitarias, curiosamente  occidentales, son aplaudidas por la población mostrando añoranza por la  situación colonial.

                                                         

                                                        

Por otro lado se ha de tomar en consideración otra cuestión, no es otra que la referida a la situación laboral y económica por la que en la actualidad atraviesa la sociedad occidental en general y la española muy en particular.

                                                      


La situación de penuria por la que atraviesa una parte, nada pequeña, de la población española no permite recibir población extranjera cuya mano de obra ocuparía trabajos que la población autóctona precisa para poder sobrevivir y mantener sus viviendas.
En una situación más boyante se podría recurrir al argumento de que los inmigrantes realizarán esos empleos que los españoles rechazan, pero  tal argumento en estos momentos es falaz desde el momento que son muchos los españoles que aceptarían cualquier trabajo que le permitiese afrontar  la miseria y conservar la vivienda.
Del mismo modo  acontece que  la presencia de inmigrantes no cualificados  no hace otra cosa que  hacer que los sueldos de los españoles sean más bajos en tanto que  aceptan salarios y condiciones que  los nacionales no aceptarían.

Otra argumentación es el fácil recurso a la sensiblería y a un humanitarismo mal entendido.
Siempre se habla de que también son personas, que no podemos tratarlos como ganado, que también tienen derecho a vivir, etc.

Nadie pone en tela de juicio todas esas afirmaciones que  no dejan de ser meros sofismas con los cuales se pretende realizar una especie de chantaje emocional que disuada a  la población de cuestionarse lo que más arriba hemos señalado.

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