Ahora
que durante el verano la población
española acude asombrada a la incesante
llegada a nuestras costas de
subsaharianos, en situaciones verdaderamente calamitosas, se dispara entre la
inmensa mayoría de esta una serie de
argumentaciones falaces basadas en una mezcolanza de complejo de culpa y de pensamiento políticamente correcto.
El
primer punto de esta argumentación viene a señalar como responsables de la situación de pobreza y desesperación de esos
que tratan de emigrar jugándose la vida en el Estrecho a quienes mandan tanto en Europa como en África.
Cuando se atribuye una parte de culpa también a los que detentan el poder en
África, no se está haciendo otra cosa que recurrir a un artificio dialéctico
que pretende que la responsabilidad que
se atribuye a Occidente sea más fácilmente aceptable por los que conforman la
sociedad occidental
Del
mismo modo se pasa por alto, de un modo más o menos interesado, que desde que hace ya cincuenta años se llevó a cabo la descolonización de los
ahora países independientes africanos
las condiciones de todo tipo ( económicas, sanitarias y sobre todo
alimenticias) no han hecho otra cosa que
empeorar.
Se
habla mucho del colonialismo, de la herencia de este y de la responsabilidad
que supuestamente tiene en la actual situación de África. Pero ocurre que
cuando se llevan a cabo intervenciones armadas como las que el ejército francés
ha desarrollado en Malí o cuando se realizan acciones humanitarias,
curiosamente occidentales, son
aplaudidas por la población mostrando añoranza por la situación colonial.
Por
otro lado se ha de tomar en consideración otra cuestión, no es otra que la
referida a la situación laboral y económica por la que en la actualidad
atraviesa la sociedad occidental en general y la española muy en particular.
La
situación de penuria por la que atraviesa una parte, nada pequeña, de la
población española no permite recibir población extranjera cuya mano de obra
ocuparía trabajos que la población autóctona precisa para poder sobrevivir y
mantener sus viviendas.
En
una situación más boyante se podría recurrir al argumento de que los
inmigrantes realizarán esos empleos que los españoles rechazan, pero tal argumento en estos momentos es falaz
desde el momento que son muchos los españoles que aceptarían cualquier trabajo
que le permitiese afrontar la miseria y
conservar la vivienda.
Del
mismo modo acontece que la presencia de inmigrantes no
cualificados no hace otra cosa que hacer que los sueldos de los españoles sean
más bajos en tanto que aceptan salarios
y condiciones que los nacionales no
aceptarían.
Otra
argumentación es el fácil recurso a la sensiblería y a un humanitarismo mal
entendido.
Siempre
se habla de que también son personas, que no podemos tratarlos como ganado, que
también tienen derecho a vivir, etc.
Nadie
pone en tela de juicio todas esas afirmaciones que no dejan de ser meros sofismas con los cuales
se pretende realizar una especie de chantaje emocional que disuada a la población de cuestionarse lo que más arriba
hemos señalado.
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