Estamos
asistiendo a como en Cataluña se desarrolla un proceso de secesión que se inició
en 1978 y lleva avanzando sin prisa pero sin pausa desde hace ya varias
décadas.
En estos momentos se ha llegado a un punto de
no retorno, un punto de abierta desobediencia al Estado, un punto en el que las
más altas autoridades de la Generalidad afirman abiertamente que declararán la
independencia unilateral si así lo señalan los resultados de un referéndum
ilegal, estando muy en peligro la Unidad
Nacional.
Muchos en su
momento señalaron, y desde entonces hemos venido señalando, que ha sido la
Constitución de 1978 con su sistema de las autonomías y la introducción del término
“nacionalidades” la responsable de dar pie a todo el maremágnum secesionista al
que ahora nos enfrentamos. Pero del mismo modo se puede señalar que han sido
igualmente responsables aquellos dirigentes políticos, de uno y otro signo, que
llevaron a cabo las transferencias en materia de educación, seguridad y
justicia.
Cuando se
habla de este tema y se hace referencia a estos aspectos concretos y se indica
la necesidad de que sean asumidas por el Estado esas materias transferidas, o
que las fuerzas policiales dependientes de las autoridades autonómicas de
Vascongadas o Cataluña pasen al control directo del ministerio del Interior la
contestación siempre es la misma: en su momento se podría haber hecho, pero ya
no es posible sin crear grandes y serios enfrentamientos. De esto hay que
deducir que la “solución” es la inacción y permitir que los secesionistas
continúen dando pasos hacia la independencia, ante la cual sólo cabrá la
rendición movida por la cobardía entreguista o la utilización de la fuerza,
acto este último que veo muy difícil que tome la derecha liberaloide buenista o
la izquierda internacionalista antinacional.
La creación
del Estado de las autonomías y las transferencias entregadas a estas tienen su
origen en un error de principio, algo que no sé si puede denominarse error o simplemente
traición. De este modo las autoridades políticas del momento dotaron a los
independentistas de las herramientas que precisaban para desmontar la Unidad de
España. Estos políticos y sus continuadores repiten que los partidos vascos y catalanes
no fueron leales con la organización territorial que la Constitución del 78
había establecido mediante el sistema autonómico.
Pero yo me pregunto ¿realmente alguien podía creer
que concediendo autonomía política y dotándoles de transferencias iban a dejar
de lado sus ansias independentistas esos grupos vascos y catalanes.? Desde un
buenismo realmente suicida aderezado por una cobardía y por una falta más que
clara ausencia de interés por España y su Unidad optaron por el camino fácil de la cesión que lleva a la
rendición.
En la
gravísima y decisiva situación por la que ahora atraviesa nuestra patria nos
encontramos con que las autoridades que ahora nos “gobiernan” repiten las
mismas actitudes buenistas, entreguistas y traidoras que se han venido
produciendo desde 1978. unas actitudes de la autoridad que no son sino un tanto
de lo mismo.
No sé si por
cobardía o por traición, o por ambas cosas, las autoridades del Estado han dejado a los secesionistas hacer todo
aquello que han querido (desobedeciendo la ley, pisoteando los derechos de los
catalanes no nacionalistas y riéndose de
las decisiones de los más altos tribunales), todo esto lo han permitido escudándose en cuatro razones: por un lado en que los
secesionistas no llegarán tan lejos como pretenden porque la ley se lo impide, la segunda debido a que los
resultados económicos de una supuesta independencia serían terribles para
ellos, tercero por la existencia de más
de la mitad de la población catalana que se opone a la secesión y en cuarto
lugar debido a que internacionalmente no tendría futuro ninguno dado que nadie
los reconocería como Estado y se verían fuera de la Unión Europea.
Antes de
contestar una a una a estas razones que se esgrimen es preciso señalar que lo
que realmente les mueve a actuar, mejor
dicho, no actuar, cobardemente a nuestras autoridades se basa tan sólo en el
temor a lo que indique Bruselas, en el miedo a que una acción expeditiva
pudiera provocar resultados electorales negativos para su partido político y en
la ausencia de un verdadero amor a España y a su unidad.
Ahora
pasaremos a desmontar una a una esas cuatro razones que esgrimen para no tomar
las medidas precisas para defender la Unidad de España, una unidad que en estos
momentos y por su culpa y la de sus predecesores corre un muy serio peligro.
La primera
de las razones esgrimidas cae por su propio peso, ya que nadie puede poner en
duda que los secesionistas están siguiendo un plan perfectamente elaborado y
magistralmente llevado a cabo para alcanzar la independencia, y nadie con dos
dedos de frente puede creer que llegados a este punto van a frenar su avance
hacia la secesión.
La segunda,
referida a la viabilidad económica de una supuesta Cataluña independiente, es
ridícula puesto que recurrir a este tipo de
razones es desde mi punto de vista algo vergonzoso puesto que, aunque
fuese viable económicamente la independencia es un crimen en sí mismo. Pero además ocurre que los secesionistas
catalanes llevan años manteniendo contactos con una serie de países, entre
ellos Israel, que lo reconocerán como nación independiente y les servirán como
apoyo para su intercambio comercial, países de muchísima menos entidad e
influencia como es Marruecos podrá ser un lugar de intercambio dada la ingente
cantidad de inmigrantes marroquíes que habitan en Cataluña.
El tema del
reconocimiento y las relaciones con la
Unión Europea se verán muy condicionadas por las decisiones que tome el Estado
judío y las presiones que este haga sobre los Estados Unidos y a través de él
sobre la UE.
Algo que
voluntariamente quieren obviar las autoridades españolas es que en la situación
de la geopolítica internacional una supuesta Cataluña independiente contaría
con un mercado y una ayuda económica formidable si permitiese que China o Rusia
instalase en la costa catalana una base naval o aeronaval para dominar el oeste
del Mediterraneo.
En tercer
lugar, recurrir a que al menos la mitad de la población catalana no es
favorable a la secesión es poco menos que estúpido, ya que la experiencia de
estas últimas décadas nos demuestra como una administración nacionalista dotada
de las competencias de educación es capaz de convertir en favorables a la
independencia a la práctica totalidad de dos generaciones, pasando del 20% a
más del 50% en pocos años.
La cuestión
de tener en cuenta las posibles repercusiones negativas sobre su electorado
caso de tomar medidas de fuerza, son a mi entender en primer lugar cobardes en
tanto que las medidas para proteger la unidad nacional se han de tomar
independientemente de sus consecuencias
sobre nuestros intereses particulares o de partido, y en segundo lugar miopes,
puesto que el Partido Popular lejos de perder apoyo entre los suyos lo ganaría
entre muchos que le agradecerían
profundamente esa acción en defensa de la unidad patria. Y además cierta
cantidad de los que ahora les apoyan electoralmente dejarían de hacerlo caso de
que la secesión se produjese bajo su gobierno.
Pero hay
algo que considero fundamental a la hora de afrontar esta lucha en pro de la
Unidad de España, y es la siguiente: La Unidad nacional no se puede defender basándose
en cuestiones meramente legales o constitucionales, en base a si la mayoría de
una parte o la totalidad de los españoles están de acuerdo con romperla o no
hacerlo o en si el funcionamiento económico de una parte después de haber sido
desgajada de todo el territorio es viable o no.
La Unidad de
España es algo muy superior y anterior a las leyes o constituciones, se trata
de algo cuasimetafísico algo espiritual, pero no por ello menos real.
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