Ahora que asistimos
a un resurgimiento de movimientos patrióticos nacionales e identitarios en la
inmensa mayoría de los países europeos no podemos permitir que estos mismos movimientos vayan a servir, de manera involuntaria, a nuestros enemigos.
Para evitar tal cosa hemos de tener
perfectamente claro cuál es el enemigo fundamental al que nuestra civilización
y nuestras sociedades se enfrentan, de otro modo podríamos estar haciendo el
juego a esos que pretenden acabar con nuestra civilización, nuestra identidad y
nuestras naciones.
En este
momento histórico el enemigo fundamental al que tenemos que hacer frente no es
otro que la globalización, una globalización dirigida por el sionismo
internacional y sostenida en una visión materialista liberal. Si perdemos esto
de vista y nos enfrascamos en combates dirigidos a cuestiones distintas
estaremos perdiendo el tiempo y favoreciendo al enemigo.
El
globalismo sionista y liberal se ha marcado como objetivo la implantación de un
gobierno mundial homogéneo, para lo que precisa acabar con todo atisbo de
identidad social, política, religiosa o racial.
El primer paso para alcanzar este fin, paso
que prácticamente han logrado ya, es hacer que las sociedades y los individuos
que las componen estén dirigidos por una mentalidad liberal que niega la
existencia misma de la Verdad, que no acepta nada que esté más allá de lo
meramente material y que por tanto ha de considerar cualquier actitud, acción o
creencia dotadas de un valor similar y que por tanto debe ser aceptado.
Todo esto
que hemos señalado y que pudiera parecer algo meramente metafísico o relacionado
exclusivamente con lo religioso en
absoluto se reduce a ambos campos, nada de todo lo que defendemos como es Dios,
la patria y su unidad, el honor y la identidad de lo nuestro, tienen cabida en
mentes y corazones ocupados por el liberalismo materialista ya que son
cuestiones que van más allá de lo meramente físico o material.
Algo que
considero también fundamental a la hora afrontar con posibilidades de éxito esta
titánica lucha que enfrentamos, es considerar que defendemos la civilización
cristiana europea, una civilización dotada de una cosmovisión marcada por una visión
religiosa que se ha plasmado en identidades nacionales singulares que políticamente
se han concretado en deferentes estados.
Con todo lo
hasta ahora expuesto pretendo dejar claro que para que nuestra lucha tenga
posibilidades de éxito es fundamental que los distintos movimientos nacionales
no vean sus identidades como elementos distanciadores sino como la riqueza de
una civilización con una identidad superior propia que es la europea.
Sólo
defendiendo una Europa basada en una moral cristiana, en una filosofía griega y
en un derecho romano podremos impedir que la globalización homogeneizadora acabe
con nuestros estados-nación, nuestras identidades y nuestra cosmovisión
occidental.
No podemos
permitir que ante un enemigo común que pone en serio peligro de desaparición a
la verdadera Europa, no la Europa de los mercaderes que es la Unión Europea, convirtamos
las diferencias enriquecedoras que son nuestras identidades nacionales en
elementos de dispersión e incluso de enfrentamiento bélico, eso solamente
servirá para que Europa se convierta nuevamente en esclava del sionismo yanqui.
Sólo desde
el planteamiento derivado del conocimiento de una identidad y un enemigo común
podremos levantarnos juntos y luchar en la dirección adecuada.
Organizaciones
como la A.P.F. (Asociación por la Paz y la Libertad) van en ese camino de
unificar los planteamientos nacionales a
la par que europeos para desde planteamientos identitarios nacionales incluidos en una identidad mayor que es el de la de una Europa
basada en sus orígenes presentar batalla al enemigo globalizador y sionista.
Y es que sólo
reconociendo el mal del liberalismo materialista y el origen cristiano de
nuestra civilización podremos lograr algo.
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