A causa del acuerdo
que la Unión Europea ha suscrito con Turquía para intentar solucionar la grave
crisis causada por la inmigración de los que se han dado en llamar “refugiados
sirios”, ( que ni son refugiados pues han atravesado más de cuatro países que no están en guerra ni
tienen problemas de violación de los derechos humanos, ni en su inmensa mayoría
proceden de Siria ya que suelen ser somalíes, eritreos, afganos, irakíes,
pakistaníes o de países del norte de África) nuestra patria está a punto de sufrir
la que quizá sea la mayor crisis que haya padecido a lo largo de su historia.
Para poner
freno a la verdadera invasión que padece Europa, los gobiernos de los
veintiocho países que componen la Unión Europea han firmado un acuerdo con
Turquía para que contuviese en su territorio a los “refugiados” y aceptase
todos aquellos que hubiesen podido entrar en territorio griego. De esta manera
quedaría sellada la que se ha dado en llamar “ruta de los Balcanes”.
La cuestión
está en que si finalmente se consigue sellar esa “ruta de los Balcanes” se
estaría protegiendo exclusivamente a Alemania a Francia y a los países nórdicos
ya que el camino que primordialmente
utilizan los “refugiados” para llegar a Alemania y a Suecia ya no sería viable.
Es muy
lógico pensar que ello no será óbice para que los “refugiados” traten de seguir
llegando a Europa, ni que las mafias que se lucran con su traslado abandonen el
negocio.
Si no pueden
llegar a lo que se les ha vendido como el continente-paraíso a través de Turquía y Grecia van a buscar una
nueva entrada, eso es seguro.
Y que nadie
dude que la encontrarán con la ayuda de esos que tratan de acabar con la
identidad cultural, de fe y racial europea.
La opción
más sencilla la hallarán en el lado opuesto del Mediterráneo, o sea a
través de Ceuta y Melilla, de las costas de España y de las costas
italianas.
La frontera
sur de Europa no ha tenido ni tiene un valor especial para los intereses del
eje Franco-alemán ni para el de los
países nórdicos. En otras palabras, que la Unión Europea no dedicará dinero ni esfuerzos para defender
a los países mediterráneos de la invasión de “refugiados”, todo lo contrario puesto que España e Italia se convertirían en
una especie de colchón frente a la invasión migratoria.
Es más, hasta ahora lo único que hemos visto son
directrices comunitarias que han puesto trabas a la defensa de nuestras
fronteras de Melilla al prohibir por inhumanas las concertinas y al condenar por contrarias a derecho las “devoluciones
en caliente”.
A todo esto
hay que sumar que en estos momentos sobre España pende, a modo de espada de Damocles,
el gobierno de populistas y adláteres que lejos de aumentar la defensa de
nuestras fronteras amenazan con “tirar las vallas” y el “papeles para todos”.
Nuestras ciudades africanas y las costas mediterráneas pasarán a ser un verdadero
coladero por el cual penetrarán sin problema alguno cientos
de miles o millones de africanos que buscarán en Europa esa tierra que mana
agua y miel donde poder vivir sin necesidad de trabajar, unos países mediterráneos
en los que sólo encontrarán paro y pobreza, una situación que romperá sus
expectativas y que les transformará en resentidos que provocarán un
enfrentamiento abierto con los lugareños.
Italia será
junto a España el otro punto de entrada de los “refugiados” que tratarán de
ocupar nuestro continente.
Y que todo
aquel que vea en esto un posible enriquecimiento cultural que se vaya olvidando,
puesto que la experiencia muestra como la multiculturalidad ha sido un absoluto
fracaso en toda Europa.
Además hay que tener en cuenta que los que entren por nuestras costas proceden
bien de países norteafricanos, en su gran mayoría musulmanes o bien proceden
del África subsaharian. En ambos casos las costumbres y la cosmovisión con
respecto a la libertad, a la dignidad, al orden o a la concepción de la mujer
no sólo es distinta a la occidental sino diametralmente opuesta.
Si a todo
esto le sumamos el gravísimo problema de seguridad que este aluvión de “refugiados”
constituiría tanto para España como para Italia, se nos viene encima un
cataclismo del que nadie quiere hablar para no
ser señalado como racista, xenófobo o nazi.
Pero el
problema laboral, de seguridad ciudadana, de terrorismo y de lucha identitaria
está ahí.
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