sábado, 4 de enero de 2014

Quien manda manda.



                                                                         
Es algo de general conocimiento en las poblaciones de aquellas sociedades en las cuales existe una numerosa y/o  poderosa comunidad judía, que el apoyo económico y fáctico que los miembros de la comunidad judía reciben  de esta da lugar a una competencia desleal, una deslealtad que deriva de un supremacismo judío del cual nadie quiere hablar por no enfrentarse con el pensamiento único de lo políticamente correcto y ser tachado de  nazi, racista o de favorecer el odio racial.

El hecho al que nos estamos refiriendo se da  especialmente en los países del cono sur americano y en los Estados Unidos, lugares estos en los cuales el poder del lobby judío es tal que de hecho dirige las finanzas, los medios de comunicación y las empresas relacionadas con la diversión de masas (léase industria musical o cinematográfica). A fin de cuenta dirigen los gobiernos.
El control en estos campos concretos es tal que para que los cantantes, actores y directores de cine puedan lograr cierta proyección y  alcanzar el éxito  deben contar con el apoyo de aquellos que  dirigen los medios que publicitan  al  artista y sus obras y con las empresas financieras que aportan las cantidades de dinero precisas para poder poner en marcha sus obras, sean estas cinematográficas o musicales. Caso contrario sus obras no podrán ser llevadas a cabo, y si finalmente consiguiesen ver la luz serían relegadas al ostracismo, cuando no directamente vilipendiadas.

Por supuesto  que los beneficiarios primeros de este funcionamiento desleal y racista serán los miembros de la comunidad judía y después, sólo después, aquellos no judíos, goim para ellos, que puedan ser útiles a los intereses judíos.
Es así que difícilmente podrán despuntar en sociedades con comunidades judías poderosas e influyentes profesionales  que no pertenezcan a esa comunidad o que no se plieguen  a sus intereses. Ciertamente podrán ascender en la consideración  social, científica, política o artística, pero siempre en condiciones de inferioridad respecto al judío que recibe el apoyo y cuenta con el paraguas del supremacismo  del “pueblo elegido”.

                                                    

Es vox populi entre los profesionales y artistas de las sociedades sometidas al poder del lobby judío que para recibir el apoyo, financiero o de cualquier otro tipo, los mismos judíos han de comprometerse a través de documentos escritos, secretos por supuesto, a que las obras financiadas, apoyadas o propagadas sirvan activamente a los intereses del pueblo judío.

Ejemplos claros, son solamente una muestra, los encontramos en directores judíos como Steven Spielberg, el cual tras cosechar innumerables éxitos contando con  el apoyo financiero judío para la producción y de distribuidoras como la United Artist que le permitió llevar adelante películas como E.T., Tiburón, Parque jurásico, Encuentros en la tercera Fase, El último emperador, y un amplio etcétera posteriormente hubo de pagar el precio estipulado por el apoyo recibido y filmó La lista de Shilder que fue premiada con el Oscar y recibió un apoyo unánime  de la prensa mundial una película que trataba de poner de moda de nuevo el tema del holocausto que empezaba a recibir numerosas dudas históricas en los Estados Unidos y en Europa tras los estudios del revisionismo histórico.

                                                       



De igual modo nos encontramos con el director judío Allen Stegard Konigsberg, conocido por todos como Woody Allen, el  cual ha dirigido  películas como “toma el dinero y corre”, “bananas”,”el dormilón”, “sueños de un seductor” y “Hanna y sus hermanas entre otras muchas, todas unánimemente aplaudidas por la prensa internacional y galardonadas, amén de apoyadas financieramente.
Este director no deja pasar ocasión para hacer propaganda de la cultura judía y de ridiculizar al cristianismo.

                                                             


¿otro pago a las ayudas recibidas?.
Tanto Spilberg como Allen han colaborado con  Scorsese, el director de “la última tentación de Cristo”, film este en el que  se ponía en duda la divinidad de Jesucristo, de modo que la gravedad de la culpa del pueblo judío se vería muy mitigada. La película recibió el aplauso de la prensa internacional, que ya sabemos en manos de quién está.
Contrariamente a este unánime aplauso nos encontramos con que la película dirigida y producida por el católico Mel Gibson  “la Pasión de Cristo”, fue atacada de una manera furibunda por la judería y progresía  internacional negándosele  incluso medios de distribución. Las presiones del Consejo Mundial Judío fueron tremendas en todos los sentidos imaginables, tratando se evitar cualquier referencia a la divinidad de Jesucristo y tratando de evitar que  el pueblo judío apareciese como responsable de la Pasión y Muerte de  Jesús.

                                                       


El director resistió a todas las presiones pero  no consiguió  reproducir en el diálogo la frase del Evangelio en la que el populacho judío grita “caiga su sangre sobre nuestras cabezas y sobre la de nuestros hijos”.

No pensemos que los judíos son más  inteligentes o tienen más talento por el hecho de contar con mayor número de directores famosos, personas premiadas por el Nobel o el Oscar o  científicos afamados, todo esto en realidad tan solo pone de manifiesto que a esta apátrida comunidad le mueve un supremacismo judío que hace que todo su inmenso poder e influencia se aplique única y exclusivamente a los miembros del “pueblo elegido”. Su planteamiento racista  se puede observar claramente en la organización legal del Estado de Israel, único Estado que exige pertenecer a una “raza” para poder ser ciudadano, único que prohíbe  legalmente el matrimonio entre miembros de una y otra raza, judíos  y no judíos, único  al que se le permite desatender las resoluciones de la ONU
                                                        

 sin que sea castigado en modo alguno, cuando en otros casos han sido aislados política e incluso deportivamente como Sudáfrica o invadidos como Irak. Pero claro durante décadas se ha inoculado a toda la humanidad un complejo de culpa por el tan traído y llevado holocausto, que paraliza cualquier crítica a los racistas judíos.

QUIEN MANDA MANDA.

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