Es
algo de general conocimiento en las poblaciones de aquellas sociedades en las
cuales existe una numerosa y/o poderosa
comunidad judía, que el apoyo económico y fáctico que los miembros de la comunidad
judía reciben de esta da lugar a una
competencia desleal, una deslealtad que deriva de un supremacismo judío del
cual nadie quiere hablar por no enfrentarse con el pensamiento único de lo
políticamente correcto y ser tachado de
nazi, racista o de favorecer el odio racial.
El
hecho al que nos estamos refiriendo se da
especialmente en los países del cono sur americano y en los Estados
Unidos, lugares estos en los cuales el poder del lobby judío es tal que de
hecho dirige las finanzas, los medios de comunicación y las empresas
relacionadas con la diversión de masas (léase industria musical o
cinematográfica). A fin de cuenta dirigen los gobiernos.
El
control en estos campos concretos es tal que para que los cantantes, actores y
directores de cine puedan lograr cierta proyección y alcanzar el éxito deben contar con el apoyo de aquellos
que dirigen los medios que publicitan al
artista y sus obras y con las empresas financieras que aportan las
cantidades de dinero precisas para poder poner en marcha sus obras, sean estas
cinematográficas o musicales. Caso contrario sus obras no podrán ser llevadas a
cabo, y si finalmente consiguiesen ver la luz serían relegadas al ostracismo,
cuando no directamente vilipendiadas.
Por
supuesto que los beneficiarios primeros
de este funcionamiento desleal y racista serán los miembros de la comunidad
judía y después, sólo después, aquellos no judíos, goim para ellos, que puedan
ser útiles a los intereses judíos.
Es
así que difícilmente podrán despuntar en sociedades con comunidades judías
poderosas e influyentes profesionales
que no pertenezcan a esa comunidad o que no se plieguen a sus intereses. Ciertamente podrán ascender
en la consideración social, científica,
política o artística, pero siempre en condiciones de inferioridad respecto al
judío que recibe el apoyo y cuenta con el paraguas del supremacismo del “pueblo elegido”.
Es
vox populi entre los profesionales y artistas de las sociedades sometidas al
poder del lobby judío que para recibir el apoyo, financiero o de cualquier otro
tipo, los mismos judíos han de comprometerse a través de documentos escritos,
secretos por supuesto, a que las obras financiadas, apoyadas o propagadas
sirvan activamente a los intereses del pueblo judío.
Ejemplos
claros, son solamente una muestra, los encontramos en directores judíos como
Steven Spielberg, el cual tras cosechar innumerables éxitos contando con el apoyo financiero judío para la producción
y de distribuidoras como la United Artist que le permitió llevar adelante películas
como E.T., Tiburón, Parque jurásico, Encuentros en la tercera Fase, El último
emperador, y un amplio etcétera posteriormente hubo de pagar el precio
estipulado por el apoyo recibido y filmó La lista de Shilder que fue premiada
con el Oscar y recibió un apoyo unánime
de la prensa mundial una película que trataba de poner de moda de nuevo
el tema del holocausto que empezaba a recibir numerosas dudas históricas en los
Estados Unidos y en Europa tras los estudios del revisionismo histórico.
De
igual modo nos encontramos con el director judío Allen Stegard Konigsberg,
conocido por todos como Woody Allen, el
cual ha dirigido películas como
“toma el dinero y corre”, “bananas”,”el dormilón”, “sueños de un seductor” y
“Hanna y sus hermanas entre otras muchas, todas unánimemente aplaudidas por la
prensa internacional y galardonadas, amén de apoyadas financieramente.
Este
director no deja pasar ocasión para hacer propaganda de la cultura judía y de
ridiculizar al cristianismo.
¿otro
pago a las ayudas recibidas?.
Tanto
Spilberg como Allen han colaborado con
Scorsese, el director de “la última tentación de Cristo”, film este en
el que se ponía en duda la divinidad de
Jesucristo, de modo que la gravedad de la culpa del pueblo judío se vería muy
mitigada. La película recibió el aplauso de la prensa internacional, que ya
sabemos en manos de quién está.
Contrariamente
a este unánime aplauso nos encontramos con que la película dirigida y producida
por el católico Mel Gibson “la Pasión de
Cristo”, fue atacada de una manera furibunda por la judería y progresía internacional negándosele incluso medios de distribución. Las presiones
del Consejo Mundial Judío fueron tremendas en todos los sentidos imaginables,
tratando se evitar cualquier referencia a la divinidad de Jesucristo y tratando
de evitar que el pueblo judío apareciese
como responsable de la Pasión y Muerte de
Jesús.
El
director resistió a todas las presiones pero
no consiguió reproducir en el
diálogo la frase del Evangelio en la que el populacho judío grita “caiga su
sangre sobre nuestras cabezas y sobre la de nuestros hijos”.
No
pensemos que los judíos son más
inteligentes o tienen más talento por el hecho de contar con mayor
número de directores famosos, personas premiadas por el Nobel o el Oscar o científicos afamados, todo esto en realidad
tan solo pone de manifiesto que a esta apátrida comunidad le mueve un
supremacismo judío que hace que todo su inmenso poder e influencia se aplique
única y exclusivamente a los miembros del “pueblo elegido”. Su planteamiento
racista se puede observar claramente en
la organización legal del Estado de Israel, único Estado que exige pertenecer a
una “raza” para poder ser ciudadano, único que prohíbe legalmente el matrimonio entre miembros de
una y otra raza, judíos y no judíos,
único al que se le permite desatender
las resoluciones de la ONU
sin que sea castigado en modo alguno, cuando en otros casos han sido aislados política e incluso deportivamente como Sudáfrica o invadidos como Irak. Pero claro durante décadas se ha inoculado a toda la humanidad un complejo de culpa por el tan traído y llevado holocausto, que paraliza cualquier crítica a los racistas judíos.
sin que sea castigado en modo alguno, cuando en otros casos han sido aislados política e incluso deportivamente como Sudáfrica o invadidos como Irak. Pero claro durante décadas se ha inoculado a toda la humanidad un complejo de culpa por el tan traído y llevado holocausto, que paraliza cualquier crítica a los racistas judíos.
QUIEN
MANDA MANDA.
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