martes, 15 de noviembre de 2011

Una amenaza a nuestra civilización.

            La civilización occidental se encuentra ante la mayor de las pruebas a las que jamás se ha visto sometida, de hecho lo que está en juego no es otra cosa que su misma supervivencia, supervivencia no tanto a nivel físico, que también, sino respecto a la continuidad de una forma de vida, de una cosmovisión y de un sustrato espiritual. Estamos hablando de la pervivencia de nuestra civilización.
Desgraciadamente el mayor de los peligros se encuentra en que la inmensa mayoría de los occidentales desconocen la gravedad de la situación, cual es el enemigo, cuales sus armas y cuales sus fines. Y es que debido a ese desconocimiento resulta imposible afrontar la lucha con alguna posibilidad de éxito. Los aburguesados occidentales preferimos vivir en el engaño de creer que lo que ocurre es coyuntural y que con nuestra ausencia de acción conseguiremos apaciguar al otro.

            Nuestros enemigos, como tales se nos presentan ellos mismos,  no son ni un grupo de pobres fanáticos que reaccionan ante la opresión de occidente, ni surgen a causa de la pobreza o de la falta de educación. Lo que tenemos en frente es una civilización excluyente y expansiva que busca imponerse a la nuestra recurriendo a  una nueva forma de guerra.

 Para tener una visión que nos acerque a la realidad del momento presente, lo primero es que conozcamos unas nociones básicas de que es lo que realmente propugna el Islam. El Islam pone de manifiesto una realidad no solamente opuesta a la nuestra sino antagónica, que para más inri se propone extender e imponer a la totalidad de la humanidad.
. Los musulmanes, siguiendo las enseñanzas del Corán, dividen al mundo en Dar-al-Islam  (tierra del Islam) y en Dar-al –Harb (tierra de la espada o de la guerra). División que resulta muy esclarecedora a la hora de entender el enfoque que el Islam tiene para imponerse al resto del mundo, y así comprender la manera de llevar a cabo  esta expansión. El Corán expresa y ordena con toda claridad la guerra santa para imponer la religión islámica a todo el mundo o  conseguir que los enemigos (curioso término que aplican a todos los “infieles”)  paguen tributo por permitírseles vivir bajo el poder musulmán. Y no nos dejemos embaucar, la traducción literal de la palabra Islam se corresponde con la palabra sumisión, y no con la de paz o hermandad como se afirma desde los círculos que defienden la “alianza de las civilizaciones”.

La djhad o guerra santa, que es lo que realmente tenemos en frente, no es para los musulmanes algo lejano, y no hablo sólo de los muhaidines, pues  para cualquier seguidor de los preceptos coránicos es algo totalmente actual. El bujahidismo, que es la corriente islámica procedente de Arabia Saudita, extendida por Europa y los Estados Unidos promueve una guerra total, siendo esta idea la que es marcada desde las mezquitas por los imanes apoyados por los petrodólares árabes, la gran mezquita de la M-30 ha sido costeada totalmente por este país, mientras que en ese país está prohibido cualquier manifestación exterior cristiana (y me estoy refiriendo a llevar a la vista un crucifijo), ni pensar en construir una pequeña iglesia.
Esta idea de guerra contra el “infiel” y de lucha para imponer el Islam, deja de ser tanto para los musulmanes inmigrantes como para los nacidos en Europa, un anacronismo para convertirse a  través de las enseñanzas presentes en el Corán en algo que va más allá de una mera recomendación, es un precepto y una obligación. Es por esto que resulta  sumamente arriesgado afirmar que los que apoyan la lucha de los extremistas islámicos son tan solo una minoría con respecto a los seguidores del Corán, ya que es este mismo el que exige a todos ellos la participación , de una forma o de otra en la djhad.

El primero de los mitos con el que hay que terminar si queremos afrontar la situación que nos apremia es con esa idea tan extendida entre la mayoría de nuestros conciudadanos, idea apoyada por nuestros “intelectuales” y generalizada por los medios de comunicación, de que los ataques  que sufrimos por parte del terrorismo islámico son reacciones a algunas de nuestras actuaciones o tienen su causas originarias en aspectos  concretos como puedan ser la pobreza, la existencia de un orden internacional injusto o una inadecuada distribución de las riquezas. De estas ideas se deriva el equivocado planteamiento que propone como método de “lucha” contra los ataques terroristas, el acabar con la pobreza de los pueblos, preocuparnos  por el equilibrio económico, buscar la justicia entre los países  y alcanzar una educación,  ya que sería la presencia de los primeros hechos y la ausencia de la última el caldo de cultivo del fanatismo terrorista. Este recurso a la pobreza o a la incultura para dar una explicación al fenómeno  de la violencia terrorista cae por su propio peso, puesto que son precisamente las monarquías del Golfo Pérsico, no precisamente pobres, las que más expanden y apoyan el terrorismo  de tipo islamista por todas partes del mundo. Y tampoco hay que olvidar que Osama bin Laden es un multimillonario saudí que pone sus petrodólares al servicio del terrorismo dhjadista en lugar de dedicarse a intentar solucionar los problemas económicos  de los países musulmanes.

Nos encontramos ante una guerra de civilizaciones, aunque esta afirmación no resulte políticamente correcta. A lo largo de la historia, el Islam ha conseguido hacerse con muchas zonas cristianas (Siria, Egipto, El norte de África, Alejandría y Antioquia así como con una parte no desdeñable de Filipinas.) y otras muchas que no lo eran (Gran parte del África negra y del sudeste asiático). En todas estas zonas los musulmanes  han impuesto a sangre y fuego su fe. Ahora bien, donde jamás han logrado, excepción hecha de una zona de España (Al-Andalus) de donde fueron finalmente expulsados, triunfar es en lo que conocemos como Occidente  y antes era conocida como Cristiandad.                                                          
                                                                       
En los enfrentamientos bélicos los resultados cada vez han sido más desastrosos para las tropas musulmanas, llegando en la actualidad a una situación tal, que el desequilibrio en lo que a potencia bélica se refiere es tan sumamente favorable a los países occidentales que cualquier enfrentamiento “clásico” estaría condenado a producir una estrepitosa  derrota en el bando islámico.

Los integristas musulmanes pueden ser fanáticos pero desde luego no son tontos, y la experiencia histórica de las derrotas frente a Occidente les ha llevado a la lógica conclusión de que no obtendrían nada recurriendo a un enfrentamiento frontal de tipo clásico.
Los estrategas de la djhad han optado por un nuevo tipo de enfrentamiento y conquista, por un tipo de guerra, denominada de “tercera generación” tal como la ha denominado un lugarteniente de bin Laden. ¿En que consistiría esta nueva forma de afrontar bélicamente el ataque a Occidente?

            La nueva  manera de luchar contra el “infiel” occidental en primer lugar ha de tener en cuenta la inferioridad con la que cuenta en lo que se refiere a la capacidad militar. En segundo lugar se centrará en las armas de las que dispone y por último contará con los flancos débiles del enemigo.
Respecto a primero de los puntos, huirá de cualquier situación de lucha generalizada que pueda presentar a las fuerzas enemigas la posibilidad de atacar un frente localizado y claro. Se trataría de recurrir a unos ataques  pequeños, no continuados que llevasen a la creación de un estado tal en la población que acabasen con su moral de resistencia. Esta arma no es otra que el terrorismo, terrorismo que en el caso del que se basa en la djhad cuenta con el añadido de la promesa del paraíso para aquel que se inmole al matar, sería el terrorismo suicida.
                                                                                  
En el segundo punto se encuentran que disponen de una ingente cantidad de potenciales mujhaidines dispersos por todo el orbe, pero especialmente concentrados a modo de quinta columna en el mismo Occidente al que pretende someter. La generosa política de inmigración resulta letal. Cuentan  así mismo con el apoyo de las monarquías más ricas de la tierra, apoyo del que obtienen dinero para disponer de armas , para hacerse con el apoyo de muchos musulmanes a través de mezquitas y escuelas coránicas y  para reclutar entre los niveles del hampa, voluntades a través de la droga y el dinero. Otros puntos a su favor los incluimos también en el punto dedicado a los puntos débiles del mundo occidental.
En el tercer punto encuentran se encuentran las más peligrosas armas a las que de  hecho están recurriendo:

Los medios de comunicación de las sociedades occidentales resultan una gran caja de resonancia de las acciones terroristas, con lo que una acción, puede crear ante la sociedad occidental completa una situación caótica, con pequeñas acciones concertadas puede llevar al terror y de ahí al derrotismo, que es el primer paso para la victoria de quién ataca. Pero los medios de comunicación, como poder que son, a la hora de crear opinión pública serán un impedimento para que los gobiernos atacados desarrollen todo el potencial bélico que puedan desarrollar o pongan en pié de guerra, nunca mejor dicho sus servicios de inteligencia. Son estas sociedades aburguesadas y  dormidas en su propia autosuficiencia, carentes de toda idea moral, las que desde su pacifismo terminarán por negar a sus representantes la toma de medidas que conlleven cualquier respuesta militar o derramamiento de sangre.
                                                                                       
De todo lo anterior se deduce que una de los aspectos que más han de ser manejados es este de la opinión pública, de hecho los que nos atacan son maestros en ello. Una de sus mayores logros ha sido conseguir extender esa idea del pobre e inculto árabe sometido a la explotación de occidente. Refiriéndonos al atentado contra el metro de Londres solamente hay que ver como los medios de comunicación occidentales, movidos por un estúpido complejo de culpabilidad, han hecho un tremendo caso a cinco casos de ataques a la comunidad árabe, siendo alguno de estos ataques romper con un martillo los cristales de una mezquita (apareciendo imágenes de los pobres cristales en los noticiarios de todo Occidente). Esta manipulación de la opinión pública pasa por la ocultación de toda noticia que pueda ser negativa para el Islam, ya que pueden adjetivarte de racista o de promover el odio racial, así conoceremos la ruptura de esos cristales, pero la situación en la que millones de cristianos mueren  en Sudán de hambre o son vendidos por la acción del gobierno musulmán resultará prácticamente desconocida, en todo caso la referencia a ello  se hará  de manera aséptica sin citar la persecución musulmana contra los cristianos de raza negra del sur del país.
Otra situación de la que se aprovechan es de que, al contrario que la suya, nuestra civilización pone límites a los medios para defenderse. Nuestra tradición tanto judeo-cristiana en lo moral como de protección jurídica derivada del derecho romano- impide el recurso a métodos que en España hemos dado en denominar “guerra sucia”.

Solamente desde un conocimiento claro de cual es el problema, cual el enemigo y cuales las formas de enfrentarlos podría salvarse nuestra civilización. Pero lo fundamental es que se promuevan entre los occidentales unos valores fundamentales y una moral de combate basada en considerar nuestros valores como básicos.
El peligro puede resultar a corto plazo quizá no demasiado peligroso con respecto al futuro de nuestro modo de vida, ahora bien, el pensamiento y los planes de quienes se proponen conquistar para el Islam las tierras “infieles” no se basan en una búsqueda de resultados a corto plazo sino en que es el desgaste a medio y largo plazo el que hará caer nuestra civilización fruto del derrotismo y de una infiltración cada vez mayor de masas islamistas en nuestra sociedad. Sus fines son a largo plazo, y cada uno de ellos son meros peones de una partida, la djhad; de la cual no llegarán a contemplar el final, aunque contribuirán a lograr que la instauración mundial del Islam sea un hecho. 

            Para nosotros los españoles, el problema es si se prefiere el afrontamiento de la realidad con las medidas que sea preciso adoptar, o  favorecer la gravedad de la situación a través de la inacción. Y es que somos considerados como un pueblo apostata que  estuvo ochocientos años en el Islam y después lo repudió para pasar a ser cristiano, llevándose lo que ellos consideran parte integrante de su territorio, Al-Andalus. Nuestro país además ha sido el que mayores derrotas les ha causado, sobre todo la de Lepanto, y como no su expulsión en 1492. Además del ataque del 11-M, el mismo Osama bin-Laden ha amenazado a España con nuevos ataques refiriéndose siempre a la recuperación del Al-Andalus.
                                                                          
Concluiremos con una afirmación que si no hubiese sido razonada podría sonar tremendista o exagerada, estamos en GUERRA, una GUERRA DE CIVILIZACIONES.

            Nuestro papel en este momento es crucial, ya que no es lo mismo que triunfe nuestra civilización a que se imponga la de corte islamista, no es lo mismo que el testimonio de una mujer valga la mitad que el de un hombre a que sean considerados con igual dignidad, no es igual el respeto a la mujer a que el marido tenga derecho a pegarla. No es lo mismo una sociedad en la que se persigue a quién cree en Cristo a otra en la que  su doctrina puede ser enseñada y sus iglesias le adoren, no es lo mismo poder beber una cerveza que te castiguen por hacerlo. Todo lo que siglos y siglos de cultura y estética griega, de derecho romano y de moral cristiana, amén de los avances técnicos darían  paso a un sistema en el que el derecho no existe y en el que tan solo son sujetos de él algunos, un sistema que niega del mismo modo el arte occidental que cualquier representación religiosa. En definitiva, nuestra forma de vida está en juego, tu historia no habrá servido de nada y tus hijas, hermanas, novias y mujeres perderán cualquier valor. Cristo será negado y su iglesia perseguida y tu te verás imbuido en el dominio de la mayor de las arbitrariedades tan solo sometidas a la voluntad de unos dirigentes religiosos fanáticos que a su vez detentan un poder político omnímodo.

            No tenemos derecho a caer en la irreflexión, a negarnos a actuar o a escondernos detrás de un pacifismo que no esconde sino cobardía y capitulación.
                                                                                  

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