domingo, 29 de enero de 2023

ESPAÑA DEBE RESURGIR DE SUS CENIZAS.

 

                                                                                           


¿Cómo ha podido pasar España de ser una nación poderosa, faro del mundo y orgullosa de sí misma a convertirse en un país débil, acomplejado y ejemplo de sometimiento? ¿Cómo el pueblo español ha dejado de lado su misión histórica para pasar a avergonzarse de su historia y sentir un complejo de culpa paralizante que le lleva a ni siquiera defenderse de los ataques de sus enemigos, internos y externos?

Aunque pueda no parecerlo la respuesta es relativamente sencilla. España y el pueblo español han sido sometidos desde hace siglos, pero muy especialmente en las últimas décadas, a un ataque masivo y continuado perfectamente pergeñado por sus enemigos y los enemigos de la religión católica. Un ataque que debido al vaciamiento espiritual y a la ruptura de la conciencia nacional ha terminado cuajando en la población.  Un ataque que utilizando una ingeniería social destructora ha ido abriendo ventanas de Overton para lograr apartar a la población de su más profundo ser cristiano, de su misión y de su historia. Ha cambiado sus costumbres y actitudes, de manera que han conseguido subvertir sus creencias.  

Todo eso ha convertido a la población en un grupo de personas desnortadas que se avergüenzan de su pasado, de su realidad y de su propio ser. Unos españoles que han pasado a ver en el resto de las cosmovisiones algo positivo, sobre todo en la anglosajona, y en la propia todo lo negativo.

Si a todo esto le sumamos que los gobernantes, con alguna honrosa excepción, que han dirigido los destinos de la patria han colaborado con el enemigo, bien por cobardía, por obediencia a las logias a la que pertenecían, bien por ceder a chantajes o sobornos. España ha sido siempre traicionada.

Ante el terrible panorama que encontramos sólo queda luchar, pero no se puede luchar si previamente no se ha concretado cual es el enemigo y no se puede vencer si durante la lucha no tomamos en consideración cuales son las tretas a las que más suele recurrir el enemigo para vencernos o debilitarnos.

El enemigo que en este momento amenaza y ataca a España, como al resto de la humanidad, es ese globalismo apátrida que busca acabar con la soberanía de los países, dividirlos y a través de todo ello esclavizar a la humanidad. Pero si nos referimos a España en particular y a la comunidad hispana en general, el ensañamiento y la persecución ha sido y es mucho mayor dado que desde hace siglos España y los países hispanos han sido, y en parte continúan siendo, el último reducto de ese catolicismo al que tanto odian y que combaten a muerte.

 Es decir, en este momento nuestro enemigo es el globalismo, el poder anglosionista y la Agenda 2030. Todos aquellos que apoyan directa o indirectamente ese proyecto globalista han de ser vistos como enemigos de la peor calaña. Dentro de este mismo punto hemos de considerar como arietes por ellos utilizados a todas esas personas, grupos e ideologías que pretenden dividir a la sociedad para así debilitar a la nación (lucha de clases, ideología de género, partidos políticos, así como los movimientos separatistas).

                                                                                            


No olvidemos que en este combate no podemos caer en la cobardía de plegarnos a lo políticamente correcto, no podemos seguir sus terminales mediáticas (televisión, radio, prensa y películas o publicaciones). Hemos de centrarnos en una información y en unos medios apartados de la oficialidad, de eso que censuran denominándolo fake news.

Hay algo que nunca se puede olvidar, estamos ante un combate espiritual que ha tomado cuerpo en la tierra, es por ello que no podemos dejar de lado este aspecto espiritual y trascendente que Jesucristo Dios Hijo personifica en la Iglesia católica, una Iglesia católica contra durante siglos ha luchado el Mal hasta llegar a sus más altas jerarquías(…).


                                                                                    



                                                                                               


 

SI SE LUCHA SE PUEDE PERDER, PERO SI NO SE LUCHA YA SE HA PERDIDO.



                                                                                   



lunes, 23 de enero de 2023

SÓLO UNA ASOCIACIÓN HISPANA PUEDE SALVARNOS DE LA ESCLAVITUD.

 



                                                                                               


           

Realmente durante los últimos siglos Europa terminaba en los Pirineos, y esto era así debido a que España constituía un anacronismo para una Europa liberal alejada del catolicismo. Era un cuerpo extraño que aunque geográficamente formaba parte del continente no pertenecía a él ni espiritual ni políticamente. Y esto era así dado que tanto su identidad como su cosmovisión eran, desgraciadamente lo digo en pasado, diametralmente opuesta a esa identidad que se adueñó de la mayor parte de la Cristiandad y que políticamente conformaba y conforma la realidad de eso que pasó a denominarse Europa.

 Esta transmutación se produjo cuando esas naciones y pueblos abrazaron el protestantismo de la reforma y el liberalismo de la revolución francesa.

Esa distintividad española por desgracia ha desaparecido y nuestra patria ha pasado de ser luz de Trento a convertirse en una oscura cueva llena de basura que en lugar de evangelizar corrompe.

Resulta que a través de un ejercicio patético consecuencia de un complejo de inferioridad, no por impuesto menos real, nuestra España lleva cientos de años buscando asimilarse a una Europa protestante y liberal que en nada se asemeja a su más profunda identidad, renegando para lograrlo de su propia identidad.

 Ocurre que cuando un pueblo reniega de su íntima realidad buscando con ello asimilarse a otros que tienen una identidad diferente, cuando no opuesta como es el caso, se cae en el mayor de los ridículos. En esos momentos afloran los mayores fanatismos, aparece la intolerancia del converso que a toda costa quiere demostrarse y demostrar que no es el de antes, de esta manera el que ha renegado de su realidad más profunda se precipita por una pendiente imparable de artificialidad, una caída en la que tras bellas palabras como libertad y tolerancia esconde la intención de imponer a todos, pero especialmente a aquellos que conservan la identidad que ha traicionado, esa nueva identidad que imagina haber adquirido.

 Pero la única realidad es que por mucho que ese pueblo trate de evitarlo no dejará de ser una copia grotesca de aquellos pueblos a los que trata de emular, siendo así que bien se quedará a las puertas de la realidad que busca o la exagerará hasta el fanatismo. Y es que la copia nunca alcanzará a ser similar al original que persigue ser.

Ocurre que la identidad, al igual que la historia, marcan indeleblemente la realidad más profunda de un pueblo, un pueblo que podrá intentar asimilarse a otros que a su vez tienen una identidad, una historia y un destino distintos. Pero ocurre que al renegar de su identidad no conseguirá otra cosa que convertirse en una caricatura penosa de lo que era en un bufón sometido a la voluntad de ese al que intenta emular, y lo será dado que una copia será siempre una copia, una ser que será despreciado y minusvalorado.

Y este es el sino de la triste y oscura España de la actualidad, vivir renegando de su identidad siendo despreciada por aquellos a los que de modo pueril y pacato trata de copiar.

La única solución para revertir este autodestructivo proceso, si no es demasiado tarde para llevarlo a cabo, es regresar a esa profunda identidad que le daba forma y confería estabilidad. Este regreso a identidad propia nunca podrá llevarse a cabo tratando de montar un puzle con retales derivados de realidades históricas, ideológicas y morales distintas a la propia. Es así que España debe dar la espalda a esta Europa liberal, anglosajona y protestante que en el fondo nos desprecia y volver la vista a Hispanoamérica para todos unidos, los de ambos lados del “charco”, recuperar nuestra fortaleza e identidad.

Debe quedar diametralmente claro que cuando hablamos de hispanidad no nos estamos refiriendo sólo a una religión, a una realidad racial, a una lengua común o a una cuestión mercantil o industrial, aun siendo todas ellas partes fundamentales de ella.   

La hispanidad es una realidad que va mucho más allá de una mera concepción material, geográfica o instrumental, es una cosmovisión que deriva, lo quieran o no algunos, de la visión católica de la existencia por parte de los individuos, las sociedades y las naciones. En el fondo se trata de una manera de vivir buscando la verdad, la vida y poniendo el bien común por encima de los intereses materiales del individuo.

 

El objetivo que a mi modo de ver debería marcarse España es crear una suerte de asociación hispánica de naciones regresando a nuestro verdadero ser y dejando de lado esa Europa anglosajona protestante y liberal que en el fondo nos detesta, aunque muchos no quieran verlo.

Este objetivo debería constituir una política de Estado a la que habrían de plegarse los intereses cortoplacistas electorales de los partidos y gobiernos. Siendo sustituidas todas las timoratas decisiones propias de la visión miope del cortoplacismo partidista por unas medidas subordinadas a alcanzar un objetivo teniendo muy claro que el objetivo final no podrá alcanzarse si no a largo plazo.

 

Ahora bien, para que este proyecto de aglutinar a las naciones hispanas de ambos lados del Atlántico, , sea posible España no podría tener un papel distinto al de ser un mero aglutinador respetando las soberanía e identidades propias de las actuales repúblicas.

En un primer momento habría que crear una íntima y extensa colaboración industrial y de servicios acompañada de una unificación monetaria para los intercambios comerciales entre las distintas naciones hispanas, pero teniendo muy claro que esta primera medida no  sería otra cosa que un paso para llegar a una unificación de mayor calado que la meramente económica. Este primer paso resultaría imprescindible puesto que lo primero es que nuestras naciones dejasen de ser colonias de los intereses financieros y políticos de los Estados Unidos.

En un segundo paso se buscaría acabar con el dominio cultural e ideológico a través del cual se encuentran sometidas todas y cada una de las naciones hispanas.

 

Pero no sería posible siquiera implementar estas primeras medidas si previamente no se acaba con esa mentalidad antiespañola derivada de la Leyenda Negra que ha calado entre muchos ciudadanos hispanos, tanto americanos como europeos. Caso de no ser así todo intento de poner en marcha esta empresa estaría abocado al fracaso.

                                                                                     


Ciertamente el esfuerzo y sacrificio que exige poder alcanzar este ambicioso objetivo es tremendo, pero en la época globalista en la que nos encontramos resulta indispensable puesto que de otro modo nuestras naciones caerán irremisiblemente en la más absolutas de las esclavitudes económicas y nuestra identidad, cultura e idiosincrasia serían borradas del mapa por el colonialismo anglosajón.

Nuestros pueblos y sus dirigentes han de ser plenamente conscientes de que sólo mediante la unidad y la defensa mutua de nuestras peculiaridades podremos pasar a ser actores de nuestro futuro y no meros espectadores como actualmente ocurre.

En estos momentos rendirse ante la realidad que nos somete no es una opción.

 

jueves, 19 de enero de 2023

ASISTIMOS A UNA GUERRA CONTRA EL SER HUMANO.

 


                                                                              


La población en general, entre la cual por supuesto me incluyo, para nada es consciente de hasta que punto es crítica la situación por la que en estos momentos atraviesa la humanidad.

 Y es que en los tiempos que nos ha tocado vivir, y sufrir, se está desarrollando una lucha a muerte, un enfrentamiento que en el fondo es un combate espiritual, que confronta una humanidad aún dotada de cierta libertad interna, con fuerzas que por todos los medios la tratan de esclavizarla física, mental y espiritualmente.


                                                       


El fin que persigue este globalismo materialista no es otro que esclavizar al hombre, suprimir su trascendencia y apartarlo del camino hacia la divinidad.

 

Estas fuerzas a las que nos enfrentamos se sirven de todos los medios imaginables, especialmente de nuestras debilidades y miedos, para mediante una excelentemente preparada y no menos diligentemente aplicada ingeniería social cambiar las más profundas realidades que conforman la identidad humana.

 

Como he apuntado de pasada unas líneas atrás uno de los medios que con más reiteración y éxito utilizan estás fuerzas que tratan de esclavizar y vaciar de contenido al ser humano es jugar con nuestros miedos, crear situaciones que extiendan ese miedo para así movilizar la desesperanza, una desesperanza que llevará a desarrollar una desesperación paralizante que inclusive nos mueva a pedir su protección y ayuda aún a costa de sacrificar para ello nuestra libertad.

Y es que como muy sabiamente decía una estrofa del himno de los tercios “sólo es libre el hombre que no tiene miedo”.


                                                    


Al igual que conocer esta relación entre el miedo y la falta de libertad no hemos de olvidar que nada une más a un grupo humano que combatir a un enemigo o defenderse de una amenaza común. Siendo esto así se hace imperioso concretar cual es en este momento nuestro enemigo y que es lo que nos amenaza, puesto que sólo de esa manera podremos unirnos para defendernos de este ataque y de esta manera no caer en el derrotismo que puede provocar el miedo, ni en la cobardía de ceder ante lo políticamente correcto.


                                                         









viernes, 13 de enero de 2023

COLONIALISMO CULTURAL ANGLOSAJÓN CONTRA LA IDENTIDAD HISPANA.

 

                                                                                  



  Durante estas navidades he sido plenamente consciente de algo que intelectivamente ya conocía de manera teórica. Hubo un momento y unas circunstancias que me llevaron a vivenciar una realidad que me provocó a la vez pena, lástima, vergüenza ajena y un íntimo malestar. Algo que en cierta forma sentí como una agresión a mi propia identidad personal.

Repito que el asunto que tanto me afecto   era algo que creía conocer, quizá de una manera teórica, levantado desde un conocimiento basado fundamentalmente en planteamientos ideológicos.

Pero hubo un instante en que mientras observaba festejos que se celebraban con motivo de la Navidad fui plenamente, y de manera cruda, consciente de todo lo que hasta entonces conocía y consideraba de una manera más bien teórica.

 En ese preciso momento fue como si se hubiese apartado un velo que impedía pasar la luz, permitiendo de ese modo tener plena consciencia de una realidad que antes tan solo intuía, pasando de esa manera a vivirla de manera clara y completa.

De esta manera me hacía consciente de la profundidad del sometimiento y de la esclavitud profunda en que ha caído la práctica totalidad de la población que conforma la sociedad española.

Esta realidad a la que vengo haciendo referencia y que de manera tan nítida llegué a vislumbrar no es otra que la colonización cultural anglosajona a la que se ha sometido la sociedad española y que de manera especial afecta a las tradiciones, los hábitos y modas que son la manera en que se expresa la identidad del pueblo español. Un claro ejemplo es la desaparición del belén para ser sustituido por el árbol o  la sustitución de los reyes magos por papá Noel.


                  







El hecho que tanto me impacto y que de manera sorpresiva me hizo tomar plena conciencia de la profundidad de esta verdadera esclavitud, así como de lo ridículo de adoptar todas las formas y costumbres de una cultura y una cosmovisión que en nada se parece a la que es nuestra.

El hecho que provocó este “descubrimiento” fue un escenario muy común en esos días, algo que dado lo habitual no debería haber provocado tal toma de conciencia. Pero por alguna razón así fue.

Simplemente me encontré ante un paisaje muy común en esos días: personas por la calle y en los bares tocados con gorros rojos de Santa Claus, música comercial norteamericana canciones supuestamente navideñas interpretadas en inglés y adornos que para nada tenían relación con lo que es la base sobre la que se sustenta la navidad, el nacimiento de Dios, sólo imágenes de renos y abetos, cuando no infinidad de bombillas dibujando formas geométricas.


                                                        



Estaba asistiendo al alegre canto de unos esclavos que aceptaban con regocijo el peso de una identidad que además de no ser la suya buscaba sustituirla. Es así que me sentí doblemente agraviado, de una parte por esa colonización y de otra por la actitud sumisa y borreguil de esos que con regocijo celebraban la navidad renegando de hecho de las formas y tradiciones que conformaban su identidad.

Es preciso que seamos conscientes de esta pérdida de la identidad al ser sustituida por comportamientos, tradiciones e interpretaciones que nada    tienen que ver con una idiosincrasia absolutamente distinta, cuando no opuesta, a la anglosajona que poco a poco se nos va imponiendo y que mansamente vamos aceptando y siguiendo.


                                                       


                                                     

Esta colonización cultural que poco a poco va acabando con nuestra identidad no sólo toma forma en la navidad si no que lo hace en gran parte de fiestas y celebraciones, en la utilización de palabras que sustituyen a otras que en nuestra rica lengua expresan perfectamente los conceptos y realidades que vienen a sustituir.

 

Los españoles e hispanos en general hemos de dejar de lado ese complejo de inferioridad que nos lleva a despreciar nuestra identidad para abrazar esa otra anglosajona que carece de la profundidad y bondad que la nuestra atesora como heredera de una tradición

 católica.