Hace
unos días asistimos sorprendidos, a la par que escandalizados, a como
con motivo de la inauguración de
un tramo del AVE se
entrevistaban el Príncipe, el Presidente
del Gobierno y una ministra del ejecutivo
español con el actual Presidente de la Generalidad catalana.
En esa entrevista reinó un silencio por
parte de las autoridades nacionales que rallaba en la traición. Este silencio
se refirió al gravísimo tema de la secesión que el dirigente catalán trata de llevar a cabo, pues de futilidades
si hablaron.
Lo
que escandaliza no es tanto la
reunión en sí cuanto la postura
pasiva y silenciosa de aquellos que entre sus más altas funciones está la
de mantener la Unidad Nacional.
No
es de recibo que cuando se tiene en
frente a alguien que desde su posición pública ha lanzado un gravísimo ataque contra la unidad de la Patria el silencio y el ignorar el peligro
secesionista fuese la respuesta.
Esta forma de actuar deja bien a las claras qué es lo que los españoles podemos
esperar de las autoridades a la hora de hacer frente al intento de los
secesionistas catalanes de romper
España.
Tanto
la Jefatura
del Estado como el gobierno de la nación parece que han optado por ponerse de lado cobardemente e ignorar el ataque, cada vez más furibundo, de las hordas secesionistas.
Esta
actitud sólo puede ser adjetivada de traidora, y de traidores los que así actúan.
El
que las autoridades presentes en la
entrevista no pusiesen pié en pared e
hiciesen una clara defensa de la
Unidad de la
Patria y llamasen al orden al
secesionista fue una terrible omisión del deber que como autoridades tienen, una actitud esta que les
incapacita como autoridades o representantes de la Jefatura del Estado.
Estos
individuos parecen creer que desde el silencio y la inactividad, dejando pasar
el tiempo y sucederse los acontecimientos evitará una confrontación dialéctica
que tan sólo serviría para provocar una mayor radicalización del pueblo
catalán que se acercaría al secesionismo sumándose al carro de los enemigos de la Unidad Nacional.
Craso
error. puesto que este cobarde silencio lejos de aminorar el secesionismo y la
radicalización de los nacionalistas les refuerza.
Esta
postura del mutismo y de la
continua permisividad no es vista
como un acto de apaciguamiento sino como
un síntoma de debilidad, como algo que moverá a seguir con el camino a la
desmembración de España.
Cada
cual es responsable de lo que ocurra y de sus acciones y omisiones.
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