viernes, 28 de septiembre de 2012

Injusticia capitalista.



                                                                                             


Me encuentro sentado cómodamente delante de mi ordenador en mi mullido sillón y me da vergüenza de ello. ¿Y porque de este sentimiento?, pues muy  sencillo, en este momento en el que pulso las teclas millones de familias españolas están atravesando por situaciones sociales y económicas críticas, situaciones en las que se les priva de una vida mínimamente digna.


                                              
Carecen de empleo y con ello de ingresos, por ello les resulta difícil hacer frente al pago de la hipoteca de su hogar y las subidas de la luz y el agua amén de que el incremento de los impuestos hacen que sus economías se conviertan en economías de subsistencia.

Mientras tanto las  diferencias aumentan: los ricos son más ricos y los pobres más pobres y la clase media está dejando de serlo para engrosar  esa legión de pobres que cada vez es mayor a causa del aumento galopante del desempleo.


                                          

Y mientras tano los capitalistas con el apoyo de los financieros especuladores y carroñeros, nacionales e internacionales, se  enriquecen a costa de la crisis de unos  individuos que no son un mero número, que tienen nombre y apellidos.

La injusticia que produce el capitalismo y la prepotencia de unas finanzas y una banca que se sirve del trabajo  y del sufrimiento de los demás puede ser legal, pero no por ello deja de ser injusta.

La única salida a esta situación es la erradicación y sustitución del capitalismo. Tal y como decía Jose Antonio, acabar con el capitalismo es una alta tarea moral.

La sustitución del patrón oro por el patrón trabajo, el dar al individuo  el dominio sobre su trabajo  siendo responsable de este a la par que  pasar a converrirse en receptor de la parte fundamental del  beneficio que su trabajo produzca es un acto de justicia. Lo que no puede consentirse es que  los dueños del capital se apliquen de forma equivocada una afirmación divina y pasen a entender: “vivirás del sudor del de enfrente” en lugar de “vivirás del sudor de tu frente”.

Se nos dirá que hay que respetar la ley de la oferta y la demanda, la propiedad privada y la libertad. Pero  esa ley es cierta siempre y cuando se aplique  preservando  al débil frente al que desde el dominio del capital y del mercado pueda exprimir al primero, ahí debe estar el Estado para  proteger al trabajador, sus derechos y su dignidad. En segundo lugar hay que señalar que el capitalismo no es otra cosa que la negación de la propiedad privada al acabar con la relación directa entre el hombre y las cosas (ya no poseemos  medios que nos permitan trabajar, los medios de producción son  de capitalistas y/o corporaciones y socios capitalistas que los poseen y de esta manera reciben  la plusvalía del trabajo de los otros, los cuales no reciben otra cosa que un sueldo por el alquiler de su tiempo y trabajo.  Tampoco somos dueños de nuestra vivienda desde el momento que es el banco el que lo posee mientras se siga atado por el pago de la hipoteca, cosa que debido a los altos intereses que estos aplican lleva en no pocas ocasiones al desahucio y a la indigencia. 

Sólo el nacionalsindicalismo ofrece una  opción verdaderamente estructurada y justa al capitalismo, pero por desgracia no solamente es desconocida su doctrina sino que es rechazada  de principio por prejuicios.

                          ABAJO EL CAPITALISMO, VIVA EL NACIONAL SINDICALISMO Y ¡¡¡ARRIBA ESPAÑA!!!


                                                 


Ahora bien, que nadie se equivoque, no se puede pedir que un ser humano se preocupe por la Unidad Nacional o  por cuestiones metafísicas mientras no tenga cubiertas sus necesidades mínimas.

Jose Antonio dijo, con mucho acierto: “Mientras millones de familias españolas vivan miserablemente, no puede ni debe haber paz en España”.



                                        CAFE   

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