domingo, 12 de febrero de 2012

Servilismo. antinacional

            La política internacional de un país ha de moverse por los intereses propios, pero considerando que para una nación esos intereses no se mueven exclusivamente por motivos económicos, ni siquiera exclusivamente territoriales, la dignidad de su propia independencia también es un interés a tomar en consideración


                                                                                     
Es necesario que la nación disponga de los elementos necesarios que le permitan pasar por encima tanto del aislamiento, como del servilismo frente al resto de la comunidad internacional.
Por supuesto que para poder estar en una posición de autonomía  habrá de estar dotado de unas fuerzas armadas suficientes para defenderse sin tener que recurrir a otras, ni verse obligada a someterse a las políticas de aquellos que por razón de su debilidad necesite.

                                                                  
En España, por desgracia, convergen  dos corrientes que resultan contradictorias, por un lado no se quiere dotar a nuestros ejércitos  del material, humano y material, necesario para la independencia frente a otros, mientras que por otro lado está generalizada la idea de querer mantenerse al margen de cualquier alianza con la potencia que en la actualidad goza del poderío militar.
Desgraciadamente esto ocurre porque lo que no preocupa, ni interesa a la inmensa mayoría de los españoles es la integridad territorial de la nación, y si no interesa esto, todas las demás afirmaciones que se hacen  están exclusivamente determinadas por cuestiones ideológicas.
En la triste política actual, la realidad oscila entre el servilismo para con el gigante yanky y la indignidad para con los vecinos moros. En el primero de los casos lo que se trata de conseguir es el apoyo  militar de estos, aunque el precio sea plegarse  a acciones claramente ilegales y ausentes de dignidad. En el segundo se trata de lograr el apaciguamiento  por el sur recurriendo a la política de la avestruz, cerrar los ojos ante la peligrosa realidad que tenemos en Marruecos, pensando que al ceder  en todo (léase la cuestión del Sahara y en la no exigencia de un control de la inmigración ilegal) los potenciales enemigos que amenazan nuestra integridad territorial y hacen peligrar nuestra  la paz social  cesarán en sus actitud.

                                                                       
En realidad el resultado de ambas políticas es contrario alo que se busca, ya que en ambos casos se muestra una carencia de iniciativa propia y la existencia de una dependencia tal que empuja  al otro a servirse con más fuerza de la pequeñez militar y del servilismo que pone de manifiesto.
Ambas posturas derivan de la misma posición, no se entiende que España es una realidad que debe ser defendida desde ella misma, sin tener que recurrir a actitudes distintas a las que por historia y por realidad le son propias.

                                                                                

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