Occidente en
general, pero especialmente Europa y Norteamérica, vive sometido a la tiranía
de un régimen diversitario, término este que para la inmensa mayoría de la
población tendría una connotación positiva en tanto que supuestamente
favorecería la aceptación y tolerancia de las minorías y de todas las culturas.
Ahora bien,
el régimen diversitario al que nos referimos y que nos sojuzga carece de
cualquier consideración que pueda ser apreciada de manera positiva, y esto es
así dado que lleva aparejada la imposición de la minoría siempre y cuando esta
entre en colisión y se oponga a la moral, a la organización tradicional de la familia,
de la sociedad o a la concepción religiosa en general, y católica de manera muy especial.
Para lograrlo lo que se hace es victimizar a todos esos grupos minoritarios presentando
a la sociedad occidental, blanca y cristiana como culpable, y por tanto
responsable, de los problemas que esos grupos minoritarios supuestamente
padecen. De esta manera la mayoría de los sujetos se ven moralmente impelidos a
aceptar, desde ese complejo de culpa que se les ha imprimido, todo cambio
derivado de la voluntad de esos grupos minoritarios.
La idea de
diversidad como algo positivo y deseable, independiente de todo juicio moral,
ético o de organización social resulta causa, así como derivación, de todo lo
que hemos venido exponiendo.
La concepción
de la diversidad como una realidad buena, necesaria y forzosamente positiva por
si misma se puede asimilar a la actual consideración del progreso en tanto
evolución social, como algo bueno por sí mismo independientemente de los rasgos
éticos o morales que lo rodeen.
Todo esto no
es para nada inocente o casual, pues forma parte de una estrategia para variar
e invertir la organización tradicional que hasta hace poco más de tres siglos
ha conformado ese occidente antes denominado Cristiandad y cuyos rescoldos han
continuado vivos hasta hace medio siglo en algunos países como el nuestro.
El método
más utilizado a la par que útil para imponer esa forma de diversidad es el de normalizar,
a fuerza de presentar una y mil veces como normal y extendida, una realidad que
no deja de ser un comportamiento minoritario respecto a la población general, así
como discutible moral y socialmente.
Lo arriba señalado puede pasar desapercibido
para la práctica totalidad de la población a fuerza de mostrar y repetir por
doquier lo irregular y no compartido por una mayoría social, esto daría lugar a
la imposición de cuestiones bajo la
premisa inconsciente de que si ocurre y se reproduce una y otra vez un
comportamiento o actitud por todos los medios sin reacción alguna por parte de la población
ni las autoridades ha de tener una base
al menos aceptable, primero será tolerado y posteriormente defendido por esos
mismos que en un primer momento veían mal el comportamiento y actitud en
cuestión.
Esta es una
forma más de presionar mediante la presentación machacona de realidades que no
son tales en la población general del
país.
Todo esto
unido a la presión de lo políticamente correcto y al de unos medios de
“comunicación” y esparcimiento en su mayoría sometidos, dirigidos o comprados
por esos poderes que tratan de servirse de la diversidad para atacar y acabar
con la organización social y con la moral personal y social dan lugar a una
“tormenta perfecta” que lleva a la población al abismo.
Otra
característica que viene a definir esta posición diversitaria es el
enfrentamiento de su concepción social e ideológica, inicialmente minoritaria,
con la realidad presente en las sociedades en las que pretende establecerse y
en las que quiere implantar una alternativa opuesta a la tradición. Esta
desfiguración de la realidad en tanto que presenta comportamientos individuales
y/o minoritarios como generales se sirve de cuestiones tan banales como pueden
ser los anuncios de televisión de marcas reconocidas, series con un innegable
atractivo cómico, series policiales, así como de películas que en principio
pueden parecer inocuas y vacías de toda implicación ideológica.
Hago
referencia a los anuncios televisivos como ejemplo de como desde hace un par de
años nos encontramos con que en la práctica totalidad de los cortes publicitarios encontramos con que en
una gran parte de ellos aparecen de modo indefectible modelos y actores de raza
negra, así como mostrando situaciones lésbicas interraciales, todo ello manifestando
una realidad inexistente en tanto que la proporción de modelos y actores de
color, como se dice ahora para evitar el
termino negro, que aparecen es infinitamente mayor que la proporción de no
blancos existente en la población nacional, esto va en detrimento de uno de los
rasgos que dan forma a la identidad de las naciones europeas.
Otro tanto ocurre cuando en series televisivas
aparecen personajes, victimizados normalmente, que presentan conductas y
opciones sexuales apartadas de la realidad mayoritaria, prácticamente total, de
la población.
Por
desgracia en lo que hace a lo más arriba reseñado la realidad en la que estamos
sumergidos es mucho más compleja y está diseñada para variar nuestros
pensamientos y acciones.
Ahora bien, por
muy insidiosa que pueda resultar esta ofensiva diversitaria no
podemos caer en un fatalismo paralizante que derive en una capitulación ante los
sinuosos movimientos de aquellos que pretenden cambiar nuestra cosmovisión social,
variar nuestras conductas y renegar de nuestros planteamientos éticos y morales.
Pero ocurre que todas
las fuerzas y hábiles estratagemas de que se sirve la élite globalista no
sirven de nada ante un individuo despierto e informado de la realidad a la que
se enfrenta y mucho menos si está dispuesto a no transigir con lo políticamente
correcto ni ceder ante la presión social y mediática. Nada pueden hacer las mentiras que
hábilmente presentan los medios, lo insustancial pero peligroso de la
publicidad ni la deformación interesada de la realidad que presentan los
anuncios televisivos.
Por todo
ello es importante tomar conciencia de la agresión de la que estamos siendo
objeto para de esta manera estar alerta y no dejarnos vencer por toda esta
sucesión machacona de mentiras vestidas de verdad que por regla general apelan a
la victimización del diferente y a la
aceptación sin matices ni juicios morales que deriva del complejo de
culpa maliciosamente instaurada entre la población occidental.