sábado, 9 de junio de 2018

La persecución contra el hombre.


                                                                       



Realmente creo que la población masculina no es plenamente consciente de hasta qué punto ha llegado la estrategia que ha puesto en marcha la ideología de género, creación de la élite globalista para destruir la sociedad tradicional invirtiendo para ello sus principios. Para lograr esa destrucción en primer lugar era preciso acabar con la familia, y para conseguir esto la estrategia elegida ha sido romper la complementariedad entre los sexos. Fruto de esa estrategia ha sido que los planificadores de la élite han desarrollado una ingeniería social que es por todos conocida como ideología de género.   

                                                                      

Esa ideología de género ha cumplido todos y cada uno de los hitos que se ha ido colocando, empezando por algo tan fundamental como ha sido haber incluido el argumentario de la ideología de género en el pensamiento políticamente correcto.
                        

Una vez que han logrado que la inmensa mayoría de la población acepte mansamente verse sojuzgada por esa manera de entender el ser humano, cualquier medida resultará muy fácil de aplicar al contar con la anuencia acomodaticia de todos los estratos, tanto políticos como judiciales e incluso eclesiásticos.
El primer paso lo ha dado el marxismo cultural al dejar de lado el enfrentamiento social de la lucha de clases, que por cierto había perdido toda posibilidad de éxito al desaparecer el proletariado y haber surgido en su lugar una amplia clase media, para en su lugar implantar otro tipo de enfrentamiento más básico y personal como es el de la lucha de sexos.
El liberalismo, tanto de izquierdas como de derechas, ha sido corresponsable de todo ello puesto que por un lado ha visto en ello un arrinconamiento de la lucha de clases comunista y por otro no ha querido enfrentarse a lo políticamente correcto. Pero nadie ha de llevarse a engaño, puesto que del liberalismo no se puede esperar otra cosa, pues para la cloaca de todas las herejías que es el liberalismo todo vale siempre que sea aceptado por la voluntad soberana del pueblo, de ahí que desde el momento en que la ideología de género entró a formar parte de lo políticamente correcto todo estaba ya perdido.
 Después de haber visto muy por encima la manera en que ha llegado a implantarse y se ha desarrollado la ideología de género veamos como una parte de la población femenina, e incluso alguna de la masculina, ha terminado viendo en el hombre un violador o maltratador en potencia del que como mínimo se ha de desconfiar.

                                                              


Llevar a cabo este engaño ha resultado relativamente sencillo dado que por un lado ha jugado con un posicionamiento ideológico ya instalado en la sociedad como es el de la lucha de clases, la pelea entre el oprimido obrero y el patrono maltratador, y por otro han recurrido a algo que tiene un fuerte arraigo en la psicología humana, la victimización de uno, la mujer en este caso, y la consiguiente culpabilización del hombre.

                                                                   


Es así que a la población, muy especialmente a la femenina, se le ha vendido la falaz idea de que la historia humana es la manifestación de una lucha entre el hombre dominador y la mujer oprimida a la que este último le ha vetado cualquier manera de realización que fuese más allá que servir al hombre o a la familia y el hogar que este también controlaba.

                                                                  



Consecuencia de la aceptación de ese planteamiento ideológico basado en la mentira ha sido la búsqueda por parte de la mujer y la aquiescencia de no pocos hombres de una especie de revancha disfrazada con los eufemísticos nombres de paridad, discriminación positiva y otras tantas “lindezas” que van contra el derecho a la igualdad de la mitad de la población.
Pero la cosa no acaba aquí ni mucho menos, y es que la realidad va mucho más lejos, legalmente el hombre ha pasado a ser un ciudadano de segunda, pese a lo que pueda afirmar la tan manida constitución al declarar que todos los españoles somos iguales ante la ley.

La realidad es que ante una acusación por maltrato o agresión realizada por una mujer se invierte la carga de la prueba ya que el hombre denunciado es el que ha de demostrar que es inocente, y no la denunciante la que ha de presentar pruebas de la culpabilidad del acusado. La palabra del hombre parece no tener alguno cuando entra en conflicto con la de la mujer que le acusa.
Al hombre, por el mero hecho de serlo, se le pone en una situación de indefensión que deriva de esa supuesta inclinación natural hacia el maltrato y la violación.
 Consecuencia lógica de esa concepción del hombre es la victimización de la mujer, lo que lleva aparejada la aplicación automática de una serie ventajas para las féminas de los cuales resultan perjuicios para el varón. Ventajas que la mujer recibe desde el momento mismo en que cualquier mujer interpone una denuncia contra un hombre acusándole de maltrato, ya sea físico o psíquico.
La medida más grave e inhumana que automáticamente se aplica tras la mera interposición de la denuncia, no es preciso que exista fallo judicial condenatorio alguno, es que el denunciado no puede obtener la custodia, ni siquiera compartida de los/ hijos que tuvieran en común la pareja.

                                                               


Por otro lado, las leyes contra el maltrato han impuesto a la policía un protocolo que obliga a que la fuerza pública a detener y conducir a comisaría de modo inmediato a todo aquel hombre que haya sido denunciado por maltrato, con el estigma social que esto lleva aparejado.
El detenido permanecerá en los calabozos a espera que el juez le llame a declarar, por lo general al día siguiente. Es por esta razón que las denuncias suelen ser presentadas los viernes, con la intención de que el denunciado tenga que pasar tres noches en los calabozos puesto que hasta el lunes no pasaría a disposición judicial.
Por regla general, en el juicio que se lleva a cabo tras la denuncia de malos tratos se suele fallar que la custodia de los niños sea concedida a la madre, y consecuencia de ello la vivienda también es asignada a esta, dado que los niños han de tener una casa en la cual vivir.

                                                            
De la misma manera el denunciado ha de pagar una compensación económica como colaboración al mantenimiento de los hijos asignados a la custodia de la madre.

Como puede verse la indefensión del padre es absoluta ante cualquier denuncia presentada por su pareja, teniendo en cuenta que la vigente Ley de Violencia de género no toma bajo su amparo ninguna denuncia que sea presentada por un hombre contra una mujer por haber sido víctima de violencia por parte de una fémina. De hecho, ni siquiera son recogidas por la policía ni por los juzgados competentes.

                                                                


Pero hablando de indefensión hemos de hablar de lo referido a las denuncias por agresión o abuso sexual, en este caso acontece lo mismo en tanto que se produce la inversión de la prueba siendo el hombre el que ha de demostrar su inocencia.

Todo esto es así pese a que la realidad pone de manifiesto que no son pocas las denuncias falsas basadas en el fácil recurso a que se produjeron relaciones sexuales pero que no fueron consentidas, y que salvo que la denunciante entre en flagrante contradicción o las fuerzas de seguridad encuentren pruebas en contra de la afirmación de la mujer, el sujeto será condenado a prisión y a pagar una indemnización a la denunciante.

                                                                  

Como ha venido ocurriendo no son pocas las jóvenes que acogiéndose a esta realidad legal ponen denuncias falsas para encubrir infidelidades, relaciones grupales de las que después se arrepienten por temor al juicio familiar-social o simplemente para poder adquirir de modo inmediato la píldora del día después tras mantener relaciones sexuales consentidas.
Esto está llevando a una situación en la que se dispara la desconfianza y en la que el hombre parece que tendrá que llevar un documento en el que la chica afirme que las relaciones sexuales que van a llevar a cabo son consentidas.

                                                              


Otro punto al cual también hay que hacer referencia es esa discriminación positiva sui géneris que pretende aplicar una igualdad paritaria entre hombres y mujeres a nivel laboral, pero aplicable exclusivamente a trabajos de dirección u otros socialmente considerados, no se solicita que se ponga en funcionamiento esa paridad en albañiles, mineros, barrenderos, etc.
Eso sí, cuando ocurre como ha ocurrido en el gobierno recién nombrado, el número de mujeres prácticamente dobla al de hombres nadie levanta la voz para protestar, más bien todo lo contrario pues es aplaudido por los medios y por la progresía como un síntoma de avance social.

                                                           


El feminismo del siglo XIX, en principio propugnaba la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, de hay la lucha de las sufragistas. Buscaban que su posición sometida realmente a la discriminación desapareciese tanto en lo legal como en lo en lo laboral.

                                                             


En cambio, la posición de las actuales feministas radicales no se mueve tanto por la búsqueda de la igualdad cuanto por una lucha contra lo que lo que denominan heteropatriarcado, que se concreta en una lucha contra el hombre y su realidad, se trata de imponer una superioridad de la mujer sobre el hombre, tanto en lo legal, en lo laboral, en la consideración social y en lo que respecta a su concepción ética.

Pero esta deriva del feminismo totalitario no parece tener fin, y ahora han comenzado a referir y combatir, por ahora sólo dialécticamente, aunque su sanción penal está muy próxima, lo que han dado en llamar micromachismos, que serían muestras de machismo sublimado, como son los piropos, dejar pasar por una puerta primero a una mujer, etc., etc. El peligro de que esto tenga una plasmación legal es que lo que contaría no es tanto el hecho en sí mismo cuanto que sería la cuestión subjetiva de la molestia que pueda sentir la mujer respecto de la acción del hombre.

Si la población masculina, y también la parte femenina que no ve con buenos ojos este desarrollo injusto en contra de todo lo masculino, no toma conciencia de la situación y no pone freno a toda esta conculcación de los más básicos derechos del hombre llegará un momento en el que será imposible reaccionar y el enfrentamiento creará una desconfianza mutua de imposible superación.

El primer paso es desandar el camino que han realizado, es decir lo primero es oponerse diametralmente a la ideología de género, para después romper con esa victimización que han creado poniendo a la mujer con derecho a un tratamiento especial y positivo con respecto al hombre en lo legal y lo laboral. Ahora lo fundamental es no comprar el término e idea de heteropatriarcado y mucho menos el de los micromachismos.

                                                             
           


                                                                

No hay comentarios:

Publicar un comentario