domingo, 29 de enero de 2023

ESPAÑA DEBE RESURGIR DE SUS CENIZAS.

 

                                                                                           


¿Cómo ha podido pasar España de ser una nación poderosa, faro del mundo y orgullosa de sí misma a convertirse en un país débil, acomplejado y ejemplo de sometimiento? ¿Cómo el pueblo español ha dejado de lado su misión histórica para pasar a avergonzarse de su historia y sentir un complejo de culpa paralizante que le lleva a ni siquiera defenderse de los ataques de sus enemigos, internos y externos?

Aunque pueda no parecerlo la respuesta es relativamente sencilla. España y el pueblo español han sido sometidos desde hace siglos, pero muy especialmente en las últimas décadas, a un ataque masivo y continuado perfectamente pergeñado por sus enemigos y los enemigos de la religión católica. Un ataque que debido al vaciamiento espiritual y a la ruptura de la conciencia nacional ha terminado cuajando en la población.  Un ataque que utilizando una ingeniería social destructora ha ido abriendo ventanas de Overton para lograr apartar a la población de su más profundo ser cristiano, de su misión y de su historia. Ha cambiado sus costumbres y actitudes, de manera que han conseguido subvertir sus creencias.  

Todo eso ha convertido a la población en un grupo de personas desnortadas que se avergüenzan de su pasado, de su realidad y de su propio ser. Unos españoles que han pasado a ver en el resto de las cosmovisiones algo positivo, sobre todo en la anglosajona, y en la propia todo lo negativo.

Si a todo esto le sumamos que los gobernantes, con alguna honrosa excepción, que han dirigido los destinos de la patria han colaborado con el enemigo, bien por cobardía, por obediencia a las logias a la que pertenecían, bien por ceder a chantajes o sobornos. España ha sido siempre traicionada.

Ante el terrible panorama que encontramos sólo queda luchar, pero no se puede luchar si previamente no se ha concretado cual es el enemigo y no se puede vencer si durante la lucha no tomamos en consideración cuales son las tretas a las que más suele recurrir el enemigo para vencernos o debilitarnos.

El enemigo que en este momento amenaza y ataca a España, como al resto de la humanidad, es ese globalismo apátrida que busca acabar con la soberanía de los países, dividirlos y a través de todo ello esclavizar a la humanidad. Pero si nos referimos a España en particular y a la comunidad hispana en general, el ensañamiento y la persecución ha sido y es mucho mayor dado que desde hace siglos España y los países hispanos han sido, y en parte continúan siendo, el último reducto de ese catolicismo al que tanto odian y que combaten a muerte.

 Es decir, en este momento nuestro enemigo es el globalismo, el poder anglosionista y la Agenda 2030. Todos aquellos que apoyan directa o indirectamente ese proyecto globalista han de ser vistos como enemigos de la peor calaña. Dentro de este mismo punto hemos de considerar como arietes por ellos utilizados a todas esas personas, grupos e ideologías que pretenden dividir a la sociedad para así debilitar a la nación (lucha de clases, ideología de género, partidos políticos, así como los movimientos separatistas).

                                                                                            


No olvidemos que en este combate no podemos caer en la cobardía de plegarnos a lo políticamente correcto, no podemos seguir sus terminales mediáticas (televisión, radio, prensa y películas o publicaciones). Hemos de centrarnos en una información y en unos medios apartados de la oficialidad, de eso que censuran denominándolo fake news.

Hay algo que nunca se puede olvidar, estamos ante un combate espiritual que ha tomado cuerpo en la tierra, es por ello que no podemos dejar de lado este aspecto espiritual y trascendente que Jesucristo Dios Hijo personifica en la Iglesia católica, una Iglesia católica contra durante siglos ha luchado el Mal hasta llegar a sus más altas jerarquías(…).


                                                                                    



                                                                                               


 

SI SE LUCHA SE PUEDE PERDER, PERO SI NO SE LUCHA YA SE HA PERDIDO.



                                                                                   



lunes, 23 de enero de 2023

SÓLO UNA ASOCIACIÓN HISPANA PUEDE SALVARNOS DE LA ESCLAVITUD.

 



                                                                                               


           

Realmente durante los últimos siglos Europa terminaba en los Pirineos, y esto era así debido a que España constituía un anacronismo para una Europa liberal alejada del catolicismo. Era un cuerpo extraño que aunque geográficamente formaba parte del continente no pertenecía a él ni espiritual ni políticamente. Y esto era así dado que tanto su identidad como su cosmovisión eran, desgraciadamente lo digo en pasado, diametralmente opuesta a esa identidad que se adueñó de la mayor parte de la Cristiandad y que políticamente conformaba y conforma la realidad de eso que pasó a denominarse Europa.

 Esta transmutación se produjo cuando esas naciones y pueblos abrazaron el protestantismo de la reforma y el liberalismo de la revolución francesa.

Esa distintividad española por desgracia ha desaparecido y nuestra patria ha pasado de ser luz de Trento a convertirse en una oscura cueva llena de basura que en lugar de evangelizar corrompe.

Resulta que a través de un ejercicio patético consecuencia de un complejo de inferioridad, no por impuesto menos real, nuestra España lleva cientos de años buscando asimilarse a una Europa protestante y liberal que en nada se asemeja a su más profunda identidad, renegando para lograrlo de su propia identidad.

 Ocurre que cuando un pueblo reniega de su íntima realidad buscando con ello asimilarse a otros que tienen una identidad diferente, cuando no opuesta como es el caso, se cae en el mayor de los ridículos. En esos momentos afloran los mayores fanatismos, aparece la intolerancia del converso que a toda costa quiere demostrarse y demostrar que no es el de antes, de esta manera el que ha renegado de su realidad más profunda se precipita por una pendiente imparable de artificialidad, una caída en la que tras bellas palabras como libertad y tolerancia esconde la intención de imponer a todos, pero especialmente a aquellos que conservan la identidad que ha traicionado, esa nueva identidad que imagina haber adquirido.

 Pero la única realidad es que por mucho que ese pueblo trate de evitarlo no dejará de ser una copia grotesca de aquellos pueblos a los que trata de emular, siendo así que bien se quedará a las puertas de la realidad que busca o la exagerará hasta el fanatismo. Y es que la copia nunca alcanzará a ser similar al original que persigue ser.

Ocurre que la identidad, al igual que la historia, marcan indeleblemente la realidad más profunda de un pueblo, un pueblo que podrá intentar asimilarse a otros que a su vez tienen una identidad, una historia y un destino distintos. Pero ocurre que al renegar de su identidad no conseguirá otra cosa que convertirse en una caricatura penosa de lo que era en un bufón sometido a la voluntad de ese al que intenta emular, y lo será dado que una copia será siempre una copia, una ser que será despreciado y minusvalorado.

Y este es el sino de la triste y oscura España de la actualidad, vivir renegando de su identidad siendo despreciada por aquellos a los que de modo pueril y pacato trata de copiar.

La única solución para revertir este autodestructivo proceso, si no es demasiado tarde para llevarlo a cabo, es regresar a esa profunda identidad que le daba forma y confería estabilidad. Este regreso a identidad propia nunca podrá llevarse a cabo tratando de montar un puzle con retales derivados de realidades históricas, ideológicas y morales distintas a la propia. Es así que España debe dar la espalda a esta Europa liberal, anglosajona y protestante que en el fondo nos desprecia y volver la vista a Hispanoamérica para todos unidos, los de ambos lados del “charco”, recuperar nuestra fortaleza e identidad.

Debe quedar diametralmente claro que cuando hablamos de hispanidad no nos estamos refiriendo sólo a una religión, a una realidad racial, a una lengua común o a una cuestión mercantil o industrial, aun siendo todas ellas partes fundamentales de ella.   

La hispanidad es una realidad que va mucho más allá de una mera concepción material, geográfica o instrumental, es una cosmovisión que deriva, lo quieran o no algunos, de la visión católica de la existencia por parte de los individuos, las sociedades y las naciones. En el fondo se trata de una manera de vivir buscando la verdad, la vida y poniendo el bien común por encima de los intereses materiales del individuo.

 

El objetivo que a mi modo de ver debería marcarse España es crear una suerte de asociación hispánica de naciones regresando a nuestro verdadero ser y dejando de lado esa Europa anglosajona protestante y liberal que en el fondo nos detesta, aunque muchos no quieran verlo.

Este objetivo debería constituir una política de Estado a la que habrían de plegarse los intereses cortoplacistas electorales de los partidos y gobiernos. Siendo sustituidas todas las timoratas decisiones propias de la visión miope del cortoplacismo partidista por unas medidas subordinadas a alcanzar un objetivo teniendo muy claro que el objetivo final no podrá alcanzarse si no a largo plazo.

 

Ahora bien, para que este proyecto de aglutinar a las naciones hispanas de ambos lados del Atlántico, , sea posible España no podría tener un papel distinto al de ser un mero aglutinador respetando las soberanía e identidades propias de las actuales repúblicas.

En un primer momento habría que crear una íntima y extensa colaboración industrial y de servicios acompañada de una unificación monetaria para los intercambios comerciales entre las distintas naciones hispanas, pero teniendo muy claro que esta primera medida no  sería otra cosa que un paso para llegar a una unificación de mayor calado que la meramente económica. Este primer paso resultaría imprescindible puesto que lo primero es que nuestras naciones dejasen de ser colonias de los intereses financieros y políticos de los Estados Unidos.

En un segundo paso se buscaría acabar con el dominio cultural e ideológico a través del cual se encuentran sometidas todas y cada una de las naciones hispanas.

 

Pero no sería posible siquiera implementar estas primeras medidas si previamente no se acaba con esa mentalidad antiespañola derivada de la Leyenda Negra que ha calado entre muchos ciudadanos hispanos, tanto americanos como europeos. Caso de no ser así todo intento de poner en marcha esta empresa estaría abocado al fracaso.

                                                                                     


Ciertamente el esfuerzo y sacrificio que exige poder alcanzar este ambicioso objetivo es tremendo, pero en la época globalista en la que nos encontramos resulta indispensable puesto que de otro modo nuestras naciones caerán irremisiblemente en la más absolutas de las esclavitudes económicas y nuestra identidad, cultura e idiosincrasia serían borradas del mapa por el colonialismo anglosajón.

Nuestros pueblos y sus dirigentes han de ser plenamente conscientes de que sólo mediante la unidad y la defensa mutua de nuestras peculiaridades podremos pasar a ser actores de nuestro futuro y no meros espectadores como actualmente ocurre.

En estos momentos rendirse ante la realidad que nos somete no es una opción.

 

jueves, 19 de enero de 2023

ASISTIMOS A UNA GUERRA CONTRA EL SER HUMANO.

 


                                                                              


La población en general, entre la cual por supuesto me incluyo, para nada es consciente de hasta que punto es crítica la situación por la que en estos momentos atraviesa la humanidad.

 Y es que en los tiempos que nos ha tocado vivir, y sufrir, se está desarrollando una lucha a muerte, un enfrentamiento que en el fondo es un combate espiritual, que confronta una humanidad aún dotada de cierta libertad interna, con fuerzas que por todos los medios la tratan de esclavizarla física, mental y espiritualmente.


                                                       


El fin que persigue este globalismo materialista no es otro que esclavizar al hombre, suprimir su trascendencia y apartarlo del camino hacia la divinidad.

 

Estas fuerzas a las que nos enfrentamos se sirven de todos los medios imaginables, especialmente de nuestras debilidades y miedos, para mediante una excelentemente preparada y no menos diligentemente aplicada ingeniería social cambiar las más profundas realidades que conforman la identidad humana.

 

Como he apuntado de pasada unas líneas atrás uno de los medios que con más reiteración y éxito utilizan estás fuerzas que tratan de esclavizar y vaciar de contenido al ser humano es jugar con nuestros miedos, crear situaciones que extiendan ese miedo para así movilizar la desesperanza, una desesperanza que llevará a desarrollar una desesperación paralizante que inclusive nos mueva a pedir su protección y ayuda aún a costa de sacrificar para ello nuestra libertad.

Y es que como muy sabiamente decía una estrofa del himno de los tercios “sólo es libre el hombre que no tiene miedo”.


                                                    


Al igual que conocer esta relación entre el miedo y la falta de libertad no hemos de olvidar que nada une más a un grupo humano que combatir a un enemigo o defenderse de una amenaza común. Siendo esto así se hace imperioso concretar cual es en este momento nuestro enemigo y que es lo que nos amenaza, puesto que sólo de esa manera podremos unirnos para defendernos de este ataque y de esta manera no caer en el derrotismo que puede provocar el miedo, ni en la cobardía de ceder ante lo políticamente correcto.


                                                         









viernes, 13 de enero de 2023

COLONIALISMO CULTURAL ANGLOSAJÓN CONTRA LA IDENTIDAD HISPANA.

 

                                                                                  



  Durante estas navidades he sido plenamente consciente de algo que intelectivamente ya conocía de manera teórica. Hubo un momento y unas circunstancias que me llevaron a vivenciar una realidad que me provocó a la vez pena, lástima, vergüenza ajena y un íntimo malestar. Algo que en cierta forma sentí como una agresión a mi propia identidad personal.

Repito que el asunto que tanto me afecto   era algo que creía conocer, quizá de una manera teórica, levantado desde un conocimiento basado fundamentalmente en planteamientos ideológicos.

Pero hubo un instante en que mientras observaba festejos que se celebraban con motivo de la Navidad fui plenamente, y de manera cruda, consciente de todo lo que hasta entonces conocía y consideraba de una manera más bien teórica.

 En ese preciso momento fue como si se hubiese apartado un velo que impedía pasar la luz, permitiendo de ese modo tener plena consciencia de una realidad que antes tan solo intuía, pasando de esa manera a vivirla de manera clara y completa.

De esta manera me hacía consciente de la profundidad del sometimiento y de la esclavitud profunda en que ha caído la práctica totalidad de la población que conforma la sociedad española.

Esta realidad a la que vengo haciendo referencia y que de manera tan nítida llegué a vislumbrar no es otra que la colonización cultural anglosajona a la que se ha sometido la sociedad española y que de manera especial afecta a las tradiciones, los hábitos y modas que son la manera en que se expresa la identidad del pueblo español. Un claro ejemplo es la desaparición del belén para ser sustituido por el árbol o  la sustitución de los reyes magos por papá Noel.


                  







El hecho que tanto me impacto y que de manera sorpresiva me hizo tomar plena conciencia de la profundidad de esta verdadera esclavitud, así como de lo ridículo de adoptar todas las formas y costumbres de una cultura y una cosmovisión que en nada se parece a la que es nuestra.

El hecho que provocó este “descubrimiento” fue un escenario muy común en esos días, algo que dado lo habitual no debería haber provocado tal toma de conciencia. Pero por alguna razón así fue.

Simplemente me encontré ante un paisaje muy común en esos días: personas por la calle y en los bares tocados con gorros rojos de Santa Claus, música comercial norteamericana canciones supuestamente navideñas interpretadas en inglés y adornos que para nada tenían relación con lo que es la base sobre la que se sustenta la navidad, el nacimiento de Dios, sólo imágenes de renos y abetos, cuando no infinidad de bombillas dibujando formas geométricas.


                                                        



Estaba asistiendo al alegre canto de unos esclavos que aceptaban con regocijo el peso de una identidad que además de no ser la suya buscaba sustituirla. Es así que me sentí doblemente agraviado, de una parte por esa colonización y de otra por la actitud sumisa y borreguil de esos que con regocijo celebraban la navidad renegando de hecho de las formas y tradiciones que conformaban su identidad.

Es preciso que seamos conscientes de esta pérdida de la identidad al ser sustituida por comportamientos, tradiciones e interpretaciones que nada    tienen que ver con una idiosincrasia absolutamente distinta, cuando no opuesta, a la anglosajona que poco a poco se nos va imponiendo y que mansamente vamos aceptando y siguiendo.


                                                       


                                                     

Esta colonización cultural que poco a poco va acabando con nuestra identidad no sólo toma forma en la navidad si no que lo hace en gran parte de fiestas y celebraciones, en la utilización de palabras que sustituyen a otras que en nuestra rica lengua expresan perfectamente los conceptos y realidades que vienen a sustituir.

 

Los españoles e hispanos en general hemos de dejar de lado ese complejo de inferioridad que nos lleva a despreciar nuestra identidad para abrazar esa otra anglosajona que carece de la profundidad y bondad que la nuestra atesora como heredera de una tradición

 católica.

                                                      


    

lunes, 2 de enero de 2023

LA HISPANIDAD, ÚLTIMA TRINCHERA FRENTE AL GLOBALISMO ANGLOSAJÓN.

 


                                                                                                


      

La terrible situación por la que actualmente atraviesan las sociedades occidentales es fruto del declive político, social y económico, pero fundamentalmente moral, de estas.

 Situación que tiene su origen cuando hace varios siglos las élites de las antiguas sociedades europeas católicas abrazaron un humanismo racionalista que en lo religioso se concretó en el protestantismo.  Un protestantismo burdo que se organizó de manera más elaborada en Inglaterra por Calvino, dando lugar al calvinismo. Pero hubo de imponerse de manera criminal puesto que la población inglesa era mayoritariamente católica y por tanto se sometía a la autoridad papal., reconociendo al Papa de Roma como guía y autoridad espiritual.  Pero todo esto se fue al traste tras la imposición del anglicanismo calvinista de Eduardo VIII y su ruptura con el papado, algo que fue impuesto a sangre y fuego a los católicos ingleses, irlandeses y escoceses.

Es así que poco a poco la nueva cosmovisión se implantó en la antaño Cristiandad, moviéndose primeramente en conciliábulos y logias para después extenderse a gran parte de los “intelectuales”, pasando por una incipiente burguesía comercial que se servía de esa concepción mercantilista que ponía la consecución del éxito material por encima de cualquier otra consideración. Pero no hay que olvidar como el protestantismo  contó con el apoyo total de una gran parte de la nobleza alemana y holandesa que buscaban de esa manera debilitar al imperio español y hacerse con los bienes de la Iglesia.

Con el tiempo todo ello terminó por plasmarse en una legislación, en una organización social y en unas relaciones económicas que nada tenían que ver con esas otras por las que se regía el ser humano   y la sociedad cuando conformaban la Cristiandad.

Esta nueva concepción no consideraba la primacía de lo espiritual sobre lo material, la dignidad inalienable del ser humano como imagen y semejanza de Dios, las interacciones no meramente instrumentales entre los sujetos, o la consideración de la sociedad como engranaje orgánico conformado por entidades naturales de origen superior a la mera voluntad humana. 

La usura, antaño prohibida y mal considerada, paso a convertirse en un elemento más de un funcionamiento que perseguía el enriquecimiento personal o grupal a cualquier precio. Es el “tanto tienes tanto vales”.

Esta nueva cosmovisión: materialista, instrumental y economicista, derivada de la ética protestante, principalmente calvinista, se extendió en un principio por el centro y el norte de Europa, por Inglaterra posteriormente y llegando por último a los Estados Unidos dando forma a la mentalidad norteamericana.

 

Y aunque para muchos pueda sonar extraño, cuando no falso, la cultura anglosajona deriva directamente de una concepción teológica protestante que considera la naturaleza humana definitivamente caída y que no puede redimirse por medio de las obras sino tan sólo a través de la fe.  

Ahora bien, siendo esto así, ¿de qué forma podríamos conocer de manera externa si una persona ha superado su estado de caída gracias a la fe?

Para esta concepción protestante, adoptada por el mundo anglosajón, la manera externa de comprobar que el individuo ha sido bendecido con la gracia de la fe está en el éxito económico, en una situación social elevada o en el triunfo profesional. Esto mostraría que un sujeto ha sido elegido por Dios y le habría proporcionado la fe que salva.

 Es decir, que el éxito económico o social sería la muestra del valor de la persona al señalar ello la elección de un sujeto por Dios.

De ello resultaría una visión materialista e instrumental de la vida, una concepción centrada más en el tener y producir que en el ser. De todo lo cual derivan cuestiones definitorias de la conducta personal y grupal de la sociedad anglosajona protestante, una actitud más centrada en el nivel de vida que en la calidad de esta, una actitud que coloca el logro económico y social por encima de las normas morales y de una conducta y unas obras a ellas sometidas. A la consecución del éxito y las riquezas.

 

Con el tiempo toda esta concepción ideológica pasa de lo individual y social a lo nacional e internacional, se aplica a la economía, a las entidades financieras, a las relaciones entre Estados y a la política internacional. Consecuencia de todo esto es la conformación de un individualismo egoísta, de un capitalismo financiero usurero y de una explotación de los individuos o Estados buscando tan solo una mayor producción y la acumulación de riquezas, todo ello aún a costa de pasar por encima de la dignidad y de los derechos de las personas y de la soberanía de las naciones.

En contraposición a toda esta visión materialista, economicista y dirigida exclusivamente a conseguir riquezas y éxito social encontramos la concepción católica, una posición en la cual la conducta personal, social, política y económica de los individuos ha de someterse a una serie de normas morales de origen divino. Y es que la doctrina católica reconoce el estado de caída de la persona, pero coloca en su conducta y en el sometimiento de esta a unas normas morales de origen divino la superación de ese estado caído.   

Esta concepción católica encontró en España su máximo exponente a la hora de aplicarse en las autoridades, en la legislación y en las costumbres del pueblo.

Encontramos de hecho un enfrentamiento esencial entre la concepción política y vital del protestantismo, especialmente calvinista, y la del catolicismo. Un enfrentamiento que derivó en un verdadero odio de la cultura y sociedad anglosajona hacia la española.

España era un remedo de lo católico y por ello fue odiada y atacada con tanta saña, también encontramos que el imperio español tomó tales dimensiones, no sólo territoriales, que los poderes y gobiernos protestantes, y muy especialmente el inglés, consagraron todo su imponente poderío militar y propagandístico a combatir al imperio español, un imperio que se extendió por toda América y por zonas del extremo oriente.

Dado que el principal y más profundo interés de los monarcas españoles no era tanto material cuanto espiritual, fijaron su interés en la evangelización   de los indígenas pues eran considerados hijos de Dios y por tanto sujetos de derecho a una dignidad y seguridad que en el caso anglosajón no   se dio. 

Para cumplir esta gigantesca misión civilizadora y evangelizadora España se desangró. En América con la conquista y evangelizadora y en los campos de Europa luchando contra el enemigo protestante.

Para llevar a cabo esta misión civilizadora y evangelizadora, la monarquía hispánica consideró a los recién conocidos individuos de América como súbditos con similares derechos y obligaciones que los españoles peninsulares, reproduciendo en el territorio americano la misma configuración legal y administrativa que estaba establecida en la España europea, los virreinatos americanos eran una parte más de España, no fueron nunca colonias.  

El odio de los anglosajones calvinistas de toda Europa, pero muy especialmente el de los ingleses, contra el imperio español y contra todo aquello que oliese a católico no hizo otra cosa que acrecentarse debido a que tanto el poderío militar, la extensión territorial, así como el éxito del comercio del imperio español ponía en solfa unas ambiciones imperiales que buscaban incrementar sus riquezas y extender su poder pasando por encima de cualquier consideración moral

Todo ese comportamiento  de una España católica fue la antítesis de la actuación anglosajona en el norte del continente americano. e hispana en el sur del continente americano. Mientras que los  anglosajones no crearon infraestructura alguna en pro de los nativos, España estableció ciudades,creo hospitales, universidades y catedrales que estaban al servicio tanto de españoles peninsulares como de españoles indígenas americanos. Mientras que los anglosajones calvinistas masacraron a los indígenas norteamericanos, los esclavizaron y los trataron como enemigos sin derecho alguno, en los territorios españoles de América el mestizaje fue la tónica general y la evangelización la prioridad. Pero no quedó ahí la cosa puesto que las leyes instituidas por los monarcas españoles de Europa protegían a los nuevos súbditos de toda explotación, robo o esclavización.

El hecho es que las potencias anglosajonas y protestantes de Europa no pudieron enfrentar militarmente al imperio español y no consiguieron acabar con las líneas comerciales hispanas, recurrieron a la propaganda para de esa manera debilitar al imperio español presentando las mentiras de una leyenda negra que poco a poco se extendió por América y Europa.

 Tras las denominadas independencias y la conformación de repúblicas, verdaderamente secesiones, de la España americana, impulsadas y apoyadas por Inglaterra y por los poderes masónicos europeos y norteamericanos, se estableció un poder que, en lo económico estaba establecido en Londres, y en lo político y militar en los Estados Unidos.

Este nuevo poder anglosajón se impuso al poder español, y mediante una inteligente utilización de la leyenda negra consiguió desacreditar y emponzoñar la ejemplar y nunca suficientemente ponderada actuación española en América.

El surgimiento de este poder puso fin a la hegemonía española y por tanto católica. Esta nueva situación llevo a que el planteamiento materialista e instrumental del anglosajón ocupase el lugar una concepción de la vida sometida a la divinidad y a la bondad que de ella emana. Una concepción de la vida centrada en el esfuerzo y en el sometimiento a las normas divinas para alcanzar la superación de la humanidad caída que a todos nos afecta.

 

Esta nueva cosmovisión del protestantismo anglosajón trata de imponerse al ser humano y a la sociedad buscando cambiar y dirigir todos y cada uno de los aspectos de la vida.

 Toda esa cosmovisión que trata de imponerse a la humanidad bajo la forma de lo políticamente correcto esconde tras los cantos de sirena de una serie de objetivos con los que la totalidad de los seres humanos estaremos de acuerdo: acabar con el hambre en el mundo, lograr la igualdad entre hombres y mujeres, promocionar la preservación de la naturaleza o promover la seguridad alimentaria.  Todas loables y nobles causas esconden una serie de medidas  tras las que se esconde un experimento totalitario que busca acabar con la realidad de lo humano, apartarlo de Dios y de cualquier tipo de trascendencia que impida convertir al ser humano en algo distinto a un esclavo de encefalograma plano que exclusivamente sirva para producir y siga la voluntad y las normas  de una élite oscura que desde las logias y las grandes corporaciones industriales y financieras vendidas a la usura sionista tratan de subvertir el orden de las cosas par de este modo acaparar riquezas y poder.

 

En la actualidad todo esto se nos presenta bajo el pomposo título de desarrollo sostenible, algo que vemos en la Agenda 2030 de la que tanto se habla y que resulta prácticamente desconocida puesto que tan sólo se publicitan los objetivos y no las medidas que propone para alcanzarlos. Todo esto se presenta en el Foro económico Mundial, antiguo foro de Davos, bajo una frase terrible: “No tendrás nada y serás feliz”.


                                                       


 

 

Esta corriente totalitaria que busca acabar con la relación del ser humano con la divinidad cercenando para ello su realidad transcendente precisa acabar con todas y cada una de las entidades naturales que conforman la realidad humana y que de hecho aceptan la voluntad divina. Es así que instituciones básicas como la familia, la patria o la complementariedad de hombres y mujeres son ridiculizados y perseguidos por los sacerdotes de la religión de lo políticamente correcto.

A esta acometida sólo puede oponerse una concepción natural del individuo y de la sociedad humana, una cosmovisión trascendente basada no en el tener si no en el ser, un pensamiento y una realidad que trascienda lo meramente material.

Este muro de contención siempre ha sido el catolicismo, un catolicismo que se manifestó a través de la Iglesia y tomo forma en el imperio cristiano hispano, concretándose en los territorios hispanos de Europa, de América y de Asia en los tiempos del imperio español.

 

Sólo a través de la restauración de la hispanidad, forma de vida sometida a la Verdad revelada y a las costumbres que de ellas deriva, podría salir la humanidad del camino suicida que en la actualidad ha marcado el poder anglosajón calvinista. Un camino que como ya hemos visto de basa en la dominación y el poder, una actitud que pone en el centro no a Dios o al hombre como criatura si no que desde la soberbia coloca en el logro del éxito y en la acumulación de poder y   riquezas su objetivo.

Y es precisamente debido a esta potencialidad de la hispanidad que los poderes dirigidos por la concepción anglosajona y protestante, entre los que habría que incluir por supuesto al sionismo, se han enfrentado y se enfrentan a ella denigrándola y persiguiéndola.  Parte fundamental de este acoso es la difusión de la leyenda negra, la extensión de las sectas protestantes por el sur de América y la propagación de la plaga del indigenismo.  Estas tres cuestiones resultan fundamentales para evitar el crecimiento del pensamiento hispano, católico, y la concentración de las repúblicas hispanoamericanas en una única potencia que pudiera hacer sombra al entramado político, financiero e ideológico que el imperialismo anglosajón, tanto del poder financiero y político sito en Washington   como del económico que tiene su sede en Londres.

 

Pero para que  la hispanidad pueda convertirse en una realidad  es preciso que se combata la leyenda negra  para que los ciudadanos hispanoamericanos se sientan orgullosos de su pasado y se proyecten hacia el futuro, la mentira del indigenismo,  proyectado y dirigido desde Londres, debería ser combatida  con argumentos históricos  y poniendo al descubierto para el común de la población  de los pueblos hispanos el origen, la financiación y los  verdaderos objetivos de este movimiento ideológico. Dejar bien claro que este indigenismo busca balcanizar las actuales naciones hispanoamericanas para debilitarlas y acabar con cualquier posibilidad de unificación.

 

Ahora bien, toda revitalización de la hispanidad resulta sumamente difícil, por no decir imposible, sin que previamente resurja España del abismo ponzoñoso antiespañol  en el que ideológicamente se encuentra sumida y sin  que la Iglesia católica vuelva a ser ese referente espiritual que  llevaba a todos los hombres la palabra de Dios, es decir la iglesia católica no puede convertirse en  una mera asociación filantrópica  que además trata de congraciarse con el Mundo adoptando discursos y actitudes liberales y cediendo ante el globalismo.


                                                         


 

La humanidad sin un resurgimiento de la hispanidad, que es lo mismo que decir  lo católico en lo social y político, está perdida ante la acometida globalista  que han creado y promocionado los anglosajones protestantes .