domingo, 12 de agosto de 2012

¿Se puede salir de la crisis?




                                                                       


La crítica situación económica, y la consiguiente depauperación  y problemática humana del pueblo español, no es  en modo alguno fruto de cuestiones que deriven exclusivamente de  una ausencia de producción, de pérdida de competitividad o de haber “vivido por encima de nuestras posibilidades” como pretenden que creamos los que nos gobiernan desde lo alto de las finanzas especulativas o  repiten los que están a sus órdenes. No es consecuencia de ninguna de estas cuestiones, o al menos no son estas  las razones fundamentales que han llevado al origen y desarrollo de esta crisis que con una fuerza cada vez mayor crece.
Resulta curioso, digámoslo así, que una economía, la española, cuya  deuda es muy inferior a la que  tienen Francia o Alemania, se encuentre en una situación  económica tan  crítica como a la que ahora enfrentamos, y que por el contrario las economías francesas y germana  estén creciendo de manera continuada aunque lenta.
A mi entender hay varios factores que  han influido e influyen de modo  determinante en el inicio, desarrollo y mantenimiento de la crisis económica que nos atenaza.
A todo lo acontecido y que continúa aconteciendo subyace una soterrada, pero no por ello menos inmisericorde lucha por hacerse con el control de la Unión Europea. El eje franco-alemán buscó ya desde los inicios de la Comunidad Económica Europea hacerse con el control económico-financiero del continente europeo y de esta forma también con el poder político.

                                           
Para que los países del señalado eje despuntasen de una forma lo suficientemente clara y abrumadora como para convertirse en los líderes incuestionables de la Unión Europea se hacía y hace indispensable que los países del sur desapareciesen como posibles  competidores. Aunque fuese tan solo en el terreno agrícola y ganadero debían desaparecer como competidores y habrían de convertirse en meras zonas consumidoras de sus producciones industriales, dándoles de este modo una fuerza económica y desarrollo convirtieran en lo económico en fortalezas inalcanzables. 

El primer paso para lograr todo esto se dio cuando se exigió a España que para entrar a formar parte de la CEE, habría de deshacerse de  la mayor parte de su estructura productiva, de ahí  las famosas reconversiones que en los años 80 pusieron  en la calle a miles de personas que trabajaban en las empresas metalúrgicas y en los astilleros nacionales. En aquellas mimas fechas otra importante parte del sector manufacturero agrícola y de  otras industrias fueron adquiridas por capital francés, con lo cual nuestro país comenzó a dejar de ser la potencia económica que era.

En un segundo paso no dirigido directamente, que se sepa, por el eje franco-alemán los gobiernos  tanto de Felipe González como de José María Aznar pasaron a manos privadas las, con lo que el Estado español perdía el control sobre las  grandes empresas estatales, España estaba raquítica y poco a poco había caído en manos francesas o pasado a depender de manos privadas que a su vez estaban dominadas por la banca.

El problema de las subprime  y la problemática bursátil y financiera que partiendo de  los Estados Unidos llegó a Europa, se añadió a la explosión de la burbuja inmobiliaria en la que en gran parte  se sustentó nuestra economía al carecer de una industria realmente productiva.

Todo esto llevó aparejado un aumento cada vez mayor, hasta llegar al  sangrante porcentaje de desempleados que ahora padecemos, que es ya del 22.85%, unos 5.6 millones de desempleados).

                                              

Nuestro problema fundamental y prioritario  no es otro que  el desempleo puesto que la deuda y el déficit están dentro de unos límites asumibles  y por debajo de las que afectan a las potentes economías francesa y alemana.

Es así que nos encontramos con que los problemas fundamentales para  el eje franco-alemán son distintos a los que resultan prioritarios para los países de la cuenca mediterránea. Mientras que para los primeros lo es la deuda y el déficit, para los segundos lo es el desempleo. Pero la política económica que desarrolla el BCE  (Banco Central Europeo) y las medidas que aplica a los países  del eje franco-alemán son las mismas que las que exige a los países sureños como España, Portugal, Italia y Grecia.
Los recortes, el aumento de impuestos y la reducción de la inversión estatal resultan muy útiles para afrontar el déficit y la deuda, pero son contraproducentes para combatir  el desempleo, ya que rebaja la cantidad de dinero de que disponen los particulares con lo que se precisan menos productos, de lo que se deriva  una menor necesidad de producción y por tanto una elevación del desempleo.

                                         

Todas estas medidas tan negativas para las economías  del sur se entienden perfectamente si  se conoce que el BCE está en manos del Francia y Alemania, de  hecho existe un pacto tácito según el cual la presidencia del Banco Central Europeo  alternará entre un representante alemán y otro francés.
Dado que la aportación del Estado alemán es a los fondos del BCE, es verdaderamente el Deutchal Bank el que de hecho decide la política de la economía europea.

Según los estatutos del Banco Central Europeo, este no puede comprar deuda de los Estados ni prestarles dinero, sólo los bancos puede recibir ayudas del BCE.
Dado que esto es así la deuda soberana, los bonos serán comprados por  la banca, una banca que recibe préstamos del BCE a un interés próximo al 1%, comprando los bonos de la deuda soberana a un interés que fluctúa pero que siempre suele superar el 5%.
Y aquí es donde entran en escena esos elementos privados, y no controlados por nadie, que son las Agencias de Calificación de Riesgo (o Agencias de Raiting) las cuales en función de las calificaciones que den a cada Estado subirá o bajará el interés a que se venderá la deuda soberana y con ello el beneficio que obtenga la banca, aún a costa del empobrecimiento de los Estados y con ellos los problemas de sus ciudadanos.

                                           
Para los intereses de las finanzas  especuladoras internacionales y de la banca nacional también una peor situación económica en un Estado daría lugar a mayores beneficios y además  llevaría a que ese Estado recibiese más prestamos para afrontar la crisis, y deuda significa esclavitud puesto que aquél que te ha prestado  te podrá exigir la adopción  de cierto tipo de medidas para que  se permita demorar el pago de la deuda contraída. Y si la deuda llega a ser lo que se ha dado en llamar un “rescate”, el grado de esclavitud es total.

Estamos inmersos en una espiral maldita de la que tan sólo podremos salir los países mediterráneos  nos enfrentamos de modo decidido al eje franco-alemán señalando que abandonaremos el euro y las directrices del BCE y funcionaremos creando una moneda propia común para Italia, España y Portugal, sólo de esta forma podremos  combatir el  paro, iniciar la senda del crecimiento y recuperar la soberanía perdida.

                                              

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