sábado, 16 de julio de 2016

En Turquía triunfó el autogolpe.



                                                                           

De nuevo  anoche nos enfrentamos a una de esas situaciones que ponen de manifiesto que las medidas que se toman no son otra cosa que representaciones de cara a la galería, manifestaciones que  vienen a ratificar  que las tomas de posición de los gobiernos occidentales  son en su práctica totalidad mero teatro.

                                                  
 Si a esto le añadimos que  los medios comunicación son controlados por los innombrables, que la mente de la población es acrítica al estar sometida a lo políticamente correcto, si nos damos cuenta de que esta población no ve más allá de lo que le dice la tel-aviv-sión, Nos encontramos con que  la gente no se plantea que hay detrás de lo que se nos vende como cierto aunque las incoherencias de lo que se nos dice resultan palmarias.

Para empezar señalaré que voy a hacer referencia  a la reacción  que  todos los países occidentales tuvieron  al salir en contra de la intentona golpista en Turquía  y a favor del gobierno de Erdogán. Pero también voy a poner en cuestión el hecho mismo de la intentona golpista.
Con la finalidad de que se pueda entender lo que da base a este escrito hemos de retroceder en la historia y así ver el papel que el ejército turco ha mantenido y mantiene en la Turquía moderna.
Para hacer medianamente comprensible la tesis que se va a defender en estas líneas hemos de retroceder  al año 1923, cuando una vez terminada la primera guerra mundial y tras la caída  del imperio otomano el padre de la Turquía moderna Mustafá Kermal Atatuk crea una república secular, opuesta a la visión que el imperio Otomano venía manteniendo hasta entonces, el imperio otomano mantenía un islamismo al que se había de someter la legislación y vida de los Otomanos y la instauración del Islam en todo el mundo.
La esencia del Estado turco moderno era su laicidad, y el ejército turco se impuso, y sigue imponiéndose la salvaguarda de esta frente a todo intento islamista, sea este radical o supuestamente moderado.

                                                  

Los ejemplos de intervenciones y golpes militares  son muchos en Turquía, y practicamente todos se han llevado a cabo para evitar la instauración de gobiernos o la aplicación de normas islamistas.
El último de estos se llevó a cabo en 1996, cuando la que hasta entonces era primea ministra Tansu Ciller del Partido de la Recta Via (D y P) formó gobierno con el islamista Partido de la Prosperidad, que era dirigido por Neamettin Erlarán, quién pasó a convertirse en jefe del Gobierno.

Las actitudes políticas islamistas  radicales disgustaron profundamente a la cúpula militar, el cual presentó al gobierno un memorándum de 18 puntos con medidas dirigidas a reducir la influencia de los islamistas, ante lo cual el gobierno del presidente Erbaka dimitió el 30 de junio de ese 1996.

Nadie puede poner en duda que la situación  a la que ha llevado el actual presidente turco  Erdogán es en lo referente al acercamiento al islamismo radical muchísimo más grave:
-compra de petróleo a los terroristas takfiríes del Daesh.
-permitir el paso de voluntarios  y de armamento a territorio sirio para fortalecer el poder militar y la extensión del autodenominado Estado islámico.
También ha podido  influir en la intentona golpista el último atentado de los islamistas radicales del ISIS, Daesh en árabe.

                                                   

Teniendo en cuenta todos estos antecedentes y contando con la situación actual, resulta más que extraño que los países de la Unión Europea, de la O.T.A.N. y los EEUU se hallan opuesto a que asumiesen el poder, o al menos lo intentasen, unos militares que se han y habían mostrados contrarios al islamismo radical y a toda colaboración con Daesh.
Pero claro,  quizá era eso mismo lo que no querían las potencias occidentales, quizá no querían que desapareciese  un régimen  como el de Erdogan De esa forma  ISIS, creación de EEUU, OTAN, Israel y las monarquías árabes, podría seguir  actuando y desestabilizando Oriente Medio para hacer caer a Bashar al-Assad, controlar a Irán y  proteger los intereses de Israel.
Pero por si faltasen más  cuestiones extrañas resulta que el presidente Erdogán ha acusado a un clérigo  islamista radical  que vive en Estados Unidos de ser el instigador del “fracasado” golpe militar.

Como ocurre en casi todo en la vida hay que acudir al ¿qui prodest?.
Porque nada mejor que preguntarse a quién beneficia algo para saber quién se esconde detrás de ello.
En el caso que nos ocupa nos encontramos con que  una vez que la intentona militar ha sido desactivada, el presidente Erdogan  ha ganado, tanto a nivel popular de su país como a nivel internacional, un prestigio  que había perdido.
Además esto le permite estar llevando a cabo una purga general en la cúpula militar  y otra que afecta a miles de personas entre los pertenecientes a la judicatura.

El hecho es que  Erdogán está acabando con aquellos que resultaban un obstáculo para  la radicalización musulmana de Turquía a la par  que se consagra en el poder por unos años, todo con el aplauso  popular e internacional.
Todo parece ser un autogolpe perfectamente pergeñado para  premiar la actitud de Erdogan  respecto  a Daesh  y para  realizar los sueños totalitarios del gobernante.
Golpe de fracasado nada, porque han conseguido todas sus metas. 

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