viernes, 6 de octubre de 2017

Con la Iglesia, secesionista, hemos topado amigo Sancho.



                                                                           

Ante los que promueven el delito, la rebelión y la ruptura de la unidad de España no cabe negociación ni dialogo alguno.

Lo primero es la justicia y esta consiste en dar a cada uno lo que se merece, que yo sepa el que delinque sólo se merece la aplicación de la ley y el cumplimiento de las penas que esta les imponga.

Lo que no se puede es hacer del diálogo y de la negociación algo absoluto.

En una situación tan crítica como la actual, la mediación se convierte además de en algo injusto en algo que va contra España y su unidad, puesto que al negociar dos partes a un mismo nivel se estaría reconociendo de hecho la ruptura de la unidad nacional, ya que se estaría reconociendo la  existencia de una realidad estatal y nacional conformada por una parte de España como es Cataluña.

Pero a pesar de todo esto, los buenistas de turno, los babosos del "todo el mundo es bueno" no apartan de sus bocas la palabra negociación a la par que exigen una mediación en lugar de reclamar la aplicación de la justicia. 
Muchas de esas gentes incluso llegan a ofrecerse para mediar sirviendo a oscuros intereses.

Siendo la liberal Iglesia catalana, la que a pesar de haber dado pruebas más que suficientes de su inclinación secesionista, la que se ofrece, a la par que es solicitada su mediación por parte de los secesionistas de la Generalidad, para levantar esa sibilina trampa que es la mediación de la Iglesia liberal del actual papa Francisco.

                                                            


La Iglesia catalana, esa que ha prestado sus centros parroquiales para que en ellos se llevasen votaciones de un  referéndum ilegal, esa que ha utilizado sus púlpitos para dar publicidad al independentismo secesionista, esa que ha permitido que durante el desarrollo de la Santa Misa se hiciese un recuento de las papeletas depositadas de manera ilegal en centros, que previamente había prestado a los secesionistas para que les diesen un uso ilegal, una iglesia de cuya jerarquía no ha salido un solo reproche a todo lo señalado, más bien todo lo contrario, y que  han permitido que algunos conventos de monjas cediesen  sus sagrados edificios para el ilegal y sedicioso referéndum.

                                                          


La Iglesia de Cataluña está moralmente inhabilitada para mediación alguna en este conflicto, pero como diría D. Quijote: “con la Iglesia, liberal añado yo, hemos topado amigo Sancho”. Y es que este liberalismo que emponzoña desde mediados de los sesenta la Iglesia católica hasta hacerla irreconocible puede decir una cosa y hacer la contraria sin despeinarse, sirviéndose del prestigio derivado de cerca de dos mil años de santidad y sacrificio para poner en marcha luego políticas y conductas propias de esa cloaca de todas las herejías que es el liberalismo.

Jugando de nuevo con el Quijote, y colocando al espiritual e idealista caballero en lo cierto, nos encontraríamos con el terrenal y pedestre Sancho gritando al  caballero: “Mi señor que no son serpientes secesionistas, que son santos sacerdotes”.

                                                             



Desgraciadamente esta visión equivocada de Sancho es la que predomina en una sociedad dominada por la mentira de una Iglesia que ha dejado de serlo.

Con estos mimbres cualquier participación de la Iglesia catalana en cualquier mediación es un absoluto engaño, traición me atrevería a decir.

La Unidad de España, que es lo que realmente está en juego, ni se vota, ni se negocia, su realidad no es susceptible de negociación alguna.

                                                                 


Con el secesionismo sólo cabe la cárcel o el plomo.

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