viernes, 20 de mayo de 2016

Defender la diferencia es defender la Identidad.


                                                                                 


De un tiempo a esta parte el término identidad llena nuestros discursos, es objeto de muchas publicaciones e incluso forma parte de las denominaciones que designan a grupos y asociaciones.
Pero a mi parecer todo ello no es óbice para aseverar  que gran parte de los que utilizan este término no tienen una idea clara de lo que realmente es la identidad y  hasta qué punto es fundamental a la hora de dar forma y entender la realidad misma, tanto personal como grupal.
Lo que conforma la identidad de una persona o de un grupo son sus características específicas, y digo específicas en tanto que es la diferencia con respecto al resto de individuos o agrupaciones la que le confiere una realidad propia.

                                                                  



En este sentido la identidad podría aparecer como una cuestión negativa ya que afirma que el individuo lo es en tanto que sus características son distintas a las de los otros.
Lo que define nuestra identidad son aquellos aspectos y cualidades particulares diferentes al resto de los seres. En caso contrario todos formaríamos una especie de masa indiferenciada dentro de la cual ningún elemento existiría como realidad distinta a esa amalgama amorfa.

Todo este razonamiento pudiera parecer algo meramente teórico, algo carente de una traslación a la experiencia vital, pero es todo lo contrario puesto que es la identidad la que confiere realidad a los sujetos y a los grupos, sin ella no existiríamos como realidades.
Con este intento de mezclar todo, con este promover e imponer la indiferenciación no se busca otra cosa que  anular la realidad humana,  que por naturaleza está dotada de identidad.

Ahora vamos a tratar de hacer una traslación desde esta exposición teórica a la compleja realidad que en la actualidad domina nuestra civilización,  nuestra nación y nuestra raza.

                                                         


De todo lo que más arriba hemos señalado deriva algo que ha de quedar diametralmente claro y que jamás debemos perder de vista:
Dado que sólo a través de la diferenciación toma cuerpo la identidad, tanto individual como grupal, se hace absolutamente imprescindible salvaguardar la diferencia, por muy fuerte que sea la presión  social y mediática que nos encontremos.

En la actualidad nos estamos sumidos en una verdadera guerra que pretende destruir la civilización occidental  como la conocemos. El combate que lleva a cabo el mundialismo globalizador, sirviéndose de todas los medios a su alcance: (jurídicos, sociales, educativos, mediáticos, políticos, etc.) es tan encarnizado pues nuestro enemigo sabe perfectamente que solamente  acabando con las identidades nacionales, religiosas y raciales podrá dominar a la humanidad.

                                                          

 Para alcanzar ese dominio, la élite precisa de una masa humana amorfa carente de nexos que les proporcionen  una identidad que les mueva a la resistencia.

En la actualidad asistimos a que se tilda de injusto y obsceno todo aquello que diferencie, llegándose al extremo de negar la existencia de algunas de ellas, como es el caso de las raciales o sexuales. Por el contrario el igualitarismo, la etnofobia, la androginia o la bisexualidad son aplaudidos cuando no impuestos, legal y académicamente.

                                                              

                                                    
Utilizando el drama que se crea en toda Europa debido a la presión migratoria y en especial  al tema de los “refugiados”, problema este creado por esa misma élite globalista, los temas racial, cultural y religioso están siendo explotados de una manera desvergonzada recurriendo a un sentimentalismo mal entendido llevado por un buenísmo bobalicón.
Se aprovecha para confundir la igualdad en dignidad que todos los  humanos tenemos con la igualdad en cuestiones que claramente nos distinguen como son la raza, la civilización y la religión. Se nos trata de convencer que todas las razas son iguales excepto en lo que hace al color de la piel, que todas las civilizaciones  han llegado a un mismo nivel de evolución y que todas las religiones son similares pues todas buscan a Dios.

                                                                 



Todo esto no son otra cosa que fuegos de artificios que buscan que las personas y las sociedades obvien  las diferencias, y de esta manera poder  acabar con las identidades  y crear un gobierno mundial ateo sometido al sionismo talmúdico.
                                                             
                                                 

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