sábado, 6 de agosto de 2016

Nacionalidad de sangre.


                                                                                     
                                                                       

Europa padece, y España no se libra de ello, una situación tan grave que determinará la continuidad de ella como realidad histórica, como civilización y como realidad racial, unas realidades que han marcado y aún marcan el zenit de la humanidad.
La causa de esta situación es el movimiento migratorio, verdadera invasión, que se viene produciendo en los últimos años  hacia nuestro continente. Se trata de un movimiento humano proveniente del Magreb, del África subsahariana y de Medio Oriente, compuesta por una población mayoritariamente musulmana y de constitución racial y costumbres muy distintas a las europeas. Hay que tomar en consideración el hecho de que la  base de toda cultura y derivada  de ella  de toda civilización es la religión, con lo que  la civilización musulmana y la derivada del cristianismo son como el  agua y el  aceite, que  nunca podrán mezclarse, como mucho vivir juntas pero segregadas.
La invasión señalada es a mi entender algo que está perfectamente planificada por la élite oscura con el fin de alcanzar una serie de objetivos que ellos mismos han dado a conocer y que no han escondido, otra cosa es que la población general, al estar cegada por el consumismo, por los prejuicios de lo políticamente correcto, por la televisión basura y por unos medios de comunicación dedicados a falsificar la realidad con sus abiertas mentiras o con sus cómplices silencios, no se halla percatado de ello ni tenga intención de conocer la realidad de las cosas.

                                                           

Las intenciones últimas para Europa de la élite las  expuso clara y abiertamente el príncipe Richard Coudenhove-Kalergi en los años veinte del pasado siglo.

                                                            

 Este individuo dejó establecido en sus escritos paneuropeístas que la raza blanca europea debería ser anulada como tal puesto que se trata de una raza indómita y dotada de una fuerte identidad queresulta  muy difícil de someter al gobierno  que consideraba  debería regir los destinos de la humanidad.
Para acabar con esta problemática consideraba que la única solución era someter a Europa y a su pueblo a un grado de mestizaje que diese lugar a una raza de mestizos racialmente maleables y  carentes de una identidad concreta. Es lo que se ha dado en llamar el Plan Kalergi, siendo la finalidad de este, en palabras de él mismo anular la resistencia blanca europea para poder someter al mundo  al dominio de una élite judía.
El paneuropeísmo de Kalergi y su plan han sido absolutamente adoptados por los jerarcas de la Unión Europea, sólo así puede entenderse la actitud suicida de la U.E. con esa política de puertas abiertas y el efecto llamada que produce ofrecer trabajo, asistencia social y educativa gratuita a todo aquel que llegue a nuestras fronteras.

                                                                 



Pero considero que lo que más puede llegar a agravar, más si cabe, esta verdadera invasión de foráneos con cultura, fe e identidad distinta a la nuestra es su nacionalización. Y digo que lo puede agravar dado que  cuando se nacionaliza a una persona se le están concediendo automáticamente una serie de derechos que provocarán  cambios en la economía, en la política y en la legislación de nuestras naciones llevando a que nuestra realidad e identidad acabe en poco tiempo, y me explico:
Los cambios  en la economía  de la entidad nacional derivarán de los derechos que adquiere la persona nacionalizada, por ejemplo el derecho a una sanidad gratuita, a una escolarización gratuita y obligatoria para sus descendientes, derecho a recibir subsidio de desempleo mientras carezca de trabajo y derecho a una vivienda digna con igualdad de derechos que los naturales a la hora de competir con los nacionales que carezcan de ella.

                                                              

En este aspecto los recién nacionalizados siempre estarán en mejores condiciones a la hora de conseguir la aplicación de esos derechos dado que por su deficiente formación, por tener mayor número de hijos o por carecer de apoyo familiar siempre   recibirán las ayudas sociales, también podrán  hacer uso de los servicios sanitarios sin haber cotizado previamente a la Seguridad Social, por no hablar de que los subsidios por desempleo movilizaran a personas que no han cotizado y que el dinero que cobren saldrá de España al ser enviado en una gran parte a sus familias en el extranjero.
 Cuando nos referimos a los cambios en la política estos no ni mucho menos despreciables.
Cuando una persona es nacionalizada adquiere el derecho a ejercer el voto  en las elecciones generales, con lo que los partidos políticos, tan “patrióticos” ellos, preocupados por permanecer o por alcanzar la poltrona adecuarán sus programas electorales a lo que la población demande. Y cuanto mayor sea el número de musulmanes se nacionalicen más se acercarán los programas y la política a las costumbres y a la legislación (Sharía) musulmana. De este modo ahora Londres es regida  por un alcalde musulmán, con lo que muchas normas y órdenes municipales se acercarán más a posiciones musulmanas que a las propias de nuestra idiosincrasia.

Del mismo modo hay una cuestión que no podemos pasar por alto,  y es que la nacionalidad no puede ser tan solo un trámite legal, sino que debe mostrar la pertenencia de un individuo  a la comunidad histórica, cultural  y moral que señala esa condición legal.
Siguiendo con todo  esto vamos a establecer una diferenciación, la nacionalidad de sangre y la nacionalidad de suelo.
La nacionalidad de suelo es la que en la actualidad se aplica en España y en una gran parte de los países que forman parte de la Unión Europea. La nacionalidad de suelo toma como elemento fundamental para conceder la nacionalidad a una persona el hecho de que haya nacido en el territorio nacional o que haya permanecido en ese territorio una determinada cantidad de tiempo, trabajando o no. Por lo general se toma en consideración también el tiempo que esa persona tiene adjudicado ya un permiso de trabajo o estancia.

La nacionalidad de sangre lo que toma en consideración es el hecho de que los antepasados de la persona tuviese nacionalidad española, variando según las distintas legislaciones si los antepasados nacionales sean  sólo los padres, también los abuelos, una tercera generación o más.
Yo creo que si se toman en consideración los antepasados, es decir aplicando lo que hemos dado en llamar la  nacionalidad de sangre, se evitarían de modo automático los problemas de integración  y de identidad, puesto que los sujetos ya estarían integrados y poseerían la misma identidad. Además la problemática racial no existiría tal  como si lo aparecería en el caso de dar la nacionalidad a una persona por el mero hecho de haber nacido en un territorio o por haber estado en  él un tiempo.

Si las legislaciones de los distintos países europeos aplicasen el principio de la sangre a la hora de conceder la nacionalidad a las personas, la ayuda que recibe el nacionalizado tendría una base en la colaboración de sus antepasados  con el trabajo y los aportes a la Seguridad Social, de igual modo el efecto llamada en parte desaparecería puesto que la mera llegada a  un país o la estancia un tiempo no aseguraría tener derecho a ciertas ayudas.

Otra cuestión que esos que se presentan tan humanitarios tendrían que  tomar en consideración que la concesión de la nacionalidad de sangre frenaría la llegada de mujeres embarazadas con el único fin de que den a luz aquí y de este modo obtengan automáticamente la nacionalidad.

                                                        



Para que con la personalidad de sangre se obtuviesen  los beneficios antes apuntados, creo que habría que considerar obligatoria una antigüedad de al menos tres generaciones.

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