jueves, 31 de mayo de 2012

Podemos


                                                                                 

Cuando el ministro de Economía afirmó que el gobierno ya había hecho todo lo que se  podía hacer,  lo que claramente estaba diciendo es que lo único que nos queda es esperar. Una espera en la que los españoles seremos pasivos observadores de cómo  aquellos  que dirigen la economía  europea  empujan al abismo de la debacle a España, una nación  que ha perdido  cualquier tipo de soberanía económica.
Pero la situación, además de crítica y triste, resulta  tragicómica: es para echarse a reír   si no fuese porque nos jugamos el bienestar y la supervivencia física de la población.
Y digo que sería para reír de pena puesto que eso es lo que produce el  asistir a como  un sujeto obedece de un modo  tan cándido y borreguil  las instrucciones de quienes  les están empujando al abismo. Una actitud de obediencia suicida que finalmente se transforma en suplica  al pedir a      esos mismos que le precipitan al vacío    un paracaídas que  le permita evitar  el mortal choque que de la caída lleva aparejada.

Si no queremos  precipitarnos al vacío son precisos  unos gobernantes que pongan pié en pared y se nieguen a continuar siendo  las marionetas obedientes de los dirigentes de una Unión Europea de mercaderes sometidos al poder de las finanzas y la banca.
España ha de recuperar su soberanía económica aunque para ello deba abandonar la eurozona y regresar una peseta en la que podíamos tomar las medidas de depreciación o aquellas que considerásemos precisas.

Lo que nuestros dirigentes, sean estos los que sean, no pueden es plegarse de modo ciego a los mandatos procedentes del BCE y del eje franco-alemán, que viene a ser lo mismo. Las realidades de los países  del eje citado son muy distintas  a las que se dan en la piel de toro, y ahora mucho más ya que si el desempleo  es la prioridad de nuestros problemas, para  Alemania especialmente, aunque también para Francia, lo es la deuda y el déficit.
Las medidas que a ellos  conviene a nosotros  no, e incluso pueden resultar  negativas.

Pero solamente afirmando nuestra especificidad, recuperando nuestra soberanía, acabando con la tiranía de la banca y con la especulación de las finanzas internacionales podremos evitar seguir los pasos de  Grecia.

Los países mediterráneos no podemos continuar siendo  los mamporreros del BCE. Tenemos suficiente fuerza  como para no dejarnos  avasallar por la señora Merkel o el dirigente francés de turno. Por dignidad nacional y por nuestro presente y futuro económico hemos de  afirmarnos.

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