miércoles, 5 de octubre de 2011

Falsedades en torno a la Edad Media III

UN MUNDO SIN PAZ:





El presente capítulo se asimila al primero, puesto que al igual que ocurrió cuando nos referimos a la peste, en este no se pretende negar un hecho, por otro lado incuestionable,  sino que lo que se quiere hacer es matizarlo y situarlo  en su verdadero marco. Y es que un hecho descontextualizado y vaciado de su verdadero significado pasa a ser una “realidad” sujeta a manipulación por no decir  que se transforma en una mentira.
De todos es sabido, y para  comprobar la realidad de que lo se sostiene es cierto basta con acudir a fuentes de la época como pinturas, esculturas y documentos. Durante la Edad Media  existía un ambiente de violencia que se  plasmaba en las relaciones entre señores y vasallos, en las luchas entre señores feudales y en los enfrentamientos bélicos entre reinos.
Lo que en primer lugar vamos a hacer es dar una explicación histórica de cómo se llegó a tal situación y por que razón esta se mantuvo.
Durante la época clásica previa a la Alta Edad Media, el Imperio romano  mantenía una estructura fuertemente estructurada en la que la autoridad mantenía una administración potente sometida a una clara legislación y un orden sometido a esta y apoyada por un fuerte ejercito. Cuando en el siglo V el Imperio romano entró en crisis y por último se vino abajo, todo este orden dejó de existir y fue la ley del más fuerte la que imperó. En ese primer momento la violencia del más fuerte era la que aplicaba su voluntad sobre aquellos que tenían menos fuerza o carecían de ella. Los más fuertes eran  los antiguos patricios que contaban con  pequeños ejércitos particulares, antiguas unidades de legionarios desmovilizadas y grupos de meros criminales. Ese estado de cosas llevó a que los campesinos  y los pequeños propietarios se pusiesen bajo la protección de aquellos que contaban con fuerzas suficientes para protegerse de las agresiones de los  atacantes a los que nos  hemos referido. Normalmente acudían a los que bajo Roma eran  grandes propietarios. Ahora bien, la protección que recibían no era gratuita sino que  aquellos que se ponían bajo el amparo  de los grandes propietarios debían  comprometerse con quien facilitaba protección, bien a cultivar sus tierras o bien a convertirse directamente en vasallos suyos. Fue el origen del feudalismo.
En un primer momento, y como continuación de la costumbre que funcionaba en Roma, los sujetos pasaban a ser verdaderos esclavos del señor, la relación más tarde fue de vasallo. Los señores se convirtieron en una incipiente nobleza dotada de ejércitos privados. La relación  entre estos nobles guerreros  era  violenta puesto que  existían luchas entre ellos con la finalidad de hacerse con los territorios controlados por los otros.
Por encima de esta baja nobleza con el tiempo apareció unas monarquías que  agrupaban bajo  una relación de vasallaje  a  la baja y alta nobleza, pero los reinos a su vez solían entrar en conflictos. Los reyes contaban con grandes ejércitos además de contar con los de los nobles sometidos feudalmente a ellos. Con el tiempo  la situación se fue  esclerotizando, formándose  una jerarquía fuertemente  establecida y situándose  una legislación que no era sino   la  entronización de la costumbre que terminó por hacerse ley.
La casta de los nobles no era sino  la de los guerreros, los cuales contaban con la fuerza de las armas y se mantenían  de inmersos de un modo prácticamente continuado en enfrentamientos bélicos, haciendo de esto su forma de vida. Los campesinos eran en gran parte víctimas de aquella situación  puesto que aunque contaban con la protección de sus señores no se libraban de los resultados de la lucha entre ellos y de las arbitrariedades  de los hombres de armas.
En esta situación el cristianismo, sobre todo la Iglesia como institución, supuso un freno que vino a suavizar la situación tan violenta que se había establecido.
Dada la situación de extrema violencia  por la que atravesaba la Cristiandad, la Iglesia católica hizo uso del  ascendiente moral que tenía sobre la sociedad y los individuos de aquel tiempo para  frenar tal  estado de cosas. La Iglesia, se dio cuenta de que no podía  extirpar de modo  absoluto  los enfrentamientos, choques bélicos y los ataques de que eran objetos pobres y campesinos por lo que optó por hacerlo de modo paulatino, es ahí donde aparecen dos figuras como fueron la Paz y la Tregua de Dios con el fin de minimizar al máximo  la situación y sus nefastas consecuencias.
La iglesia, especialmente en el siglo XI pone en marcha una serie de medidas con la finalidad de  regular el ejercicio de las guerras privadas, tan comunes en aquellos tiempos.
Ya en el 922 se aplica la prohibición de que se aplique cualquier violencia sobre lugares o personas sagradas. Se refiere a iglesias, monasterios, abadías, etc. pero  asimismo incluye los lugares delimitados por dos cruces penitenciales.
El primer paso  fue la denominada Paz de Dios que fue un movimiento que  en primer lugar se dio en Francia y que recibió el apoyo de los grandes del reino, los cuales se comprometen  a acatar las normas que establecieron  el concilio de Narbona (990)y los de  Poitiers (1000 y 1014).
La característica de la Paz de Dios se confirma y se codifica a través de la denominada Tregua de Dios, en la cual los caballeros y guerreros tiene prohibida  bajo  pena de excomunión y  negación de recibir sepultura cristiana  hacer la guerra, en primer lugar los sábados en honor a la   Virgen y por supuesto los domingos, día del Señor establecido como día de descanso. Más tarde tal prohibición se extendió también a los viernes  como muestra de respeto al día en que murió Jesucristo. Después, en el concilio de Arles 1037-1041) tal periodo de paz ocuparía desde el miércoles por la noche hasta el lunes por la mañana. En ese mismo concilio se estableció que durante el Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua habría de aplicarse  las mismas prohibiciones de lucha y se reafirmaron las penas antes señaladas para aquellos que infringiesen las normas establecidas. La tregua de Dios se extendió rápidamente por toda Francia, Italia, y Alemania, y en el concilio ecuménico de 1179 pasó a aplicarse a toda la Cristiandad.
Sirviéndose de la especial influencia que la Iglesia tenía sobre la caballería la Iglesia estableció que  los no combatientes y hombres desarmados como eran los religiosos, los agricultores, las mujeres y los niños no podían ser atacados  ni verse voluntariamente afectados por los enfrentamientos. Del mismo modo que habían de ser respetados los aperos de labranza y las cosechas de los agricultores.  Los caballeros, al ser ordenados como tales, se comprometían además de a proteger la fe cristiana y la Iglesia a  defender  a los huérfanos, a las viudas, la honra de cualquier mujer en peligro  y respetar la vida de   agricultores y de todo religioso. En la guerra de los cien años se dio una sistemática  violación de todas las normas que antes hemos mencionado, pero estás eran llevadas a cabo por los mercenarios  que pretendían hacerse  con botines  en un país extranjero.
Todas las normas de la caballería que acabamos de referir nos pueden parecer lógicas para una sociedad  sometida a un pensamiento cristiano, pero  para una sociedad recién salida del barbarismo y sostenida por planteamientos paganos resultaban una verdadera revolución. En estas circunstancias resulta lógico pensar que todas las normas a las que nos hemos referido  no serían llevadas a la  práctica, aunque sí una gran parte de ellas, puesto que la presión religiosa externa e interna era muy grande. Lo que queda muy claro es que desde luego  la situación no era tan exageradamente violenta como se nos quiere hacer creer y que los más indefensos no eran víctimas en mayor grado de lo que lo puedan ser ahora. Entonces eran protegidos por la Iglesia y por las normas cristianas amen de por los juicios de honor de la propia caballería y ahora es la ley quién los preserva.
Del mismo modo  resulta muy importante hacer ver que existe una diferencia fundamental entre las guerras actuales, sobre todo desde la  Segunda Guerra Mundial incluida y las que se llevaban a cabo en  el medievo, esta diferencia hace referencia a las víctimas de tales conflictos. Mientras que en la actualidad la mayor parte de las víctimas mortales se encuentran entre la población civil: bombardeos sobre ciudades de la retaguardia, acciones de castigo, etc, en la Edad Media las víctimas se circunscribían exclusivamente a los guerreros que entraban en combate. Por otro lado resulta verdaderamente incoherente que  desde una época como la actual se pueda tachar de violenta a la Edad Media cuando el siglo XX ha sido el periodo más violento y mortífero de toda la historia humana, con el agravante de que  las matanzas no eran el fruto de  las pasiones desatadas,  más o menos momentáneas, sino que han sido fríamente calculadas
                                                                       

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