jueves, 8 de septiembre de 2011

La lengua al servicio del secesionismo

En no pocos episodios  de la historia las lenguas han sido utilizadas para desarrollar sentimientos políticos de un modo más o menos torticero.
Y esto se debe a que  el lenguaje es un aspecto sumamente  sensible que toca la fibra intima de los individuos al tratarse de algo  cuasitelúrico que viene a modelar la identidad del sujeto y penetra en lo más profundo de su ser.
Ahora bien, todo esto hace de las lenguas algo, como todo lo que tiene que ver con los sentimientos, sumamente peligroso  por lo fácil de manipular y por la cantidad de respuestas viscerales  a las que  pueden dar lugar.
En los momentos por los que atraviesa España  el lenguaje está siendo  malévolamente  utilizado por  aquellos que  se proponen desde sus planteamientos secesionistas  romper la Unidad Nacional.
Estamos asistiendo a algo que no es si no consecuencia lógica de las  decisiones políticas que se tomaron  en el periodo constituyente, que tomó forma en la Constitución vigente y posteriormente  los políticos de uno y otro signo han  ido dando carta de naturaleza al pactar con los nacionalistas con tal de mantenerse en la poltrona.
La Constitución del 78 que, desgraciadamente, nos rige   sirvió a modo de caballo de Troya  para  que el veneno del secesionismo  se colase en la realidad nacional y tomase una fuerza de la que carecía. Este sentimiento secesionista encontró  en el tema lingüístico  su más firme asidero.
Al haber recibido las “nacionalidades históricas” las  transferencias respecto al tema de educación, estás, como era lógico pensar, han utilizado tales  competencias  para inocular  el veneno del secesionismo en  las aulas y con ello en las generaciones de los últimos treinta años un sentimiento disgregador basado en un victimismo que les ha resultado  sumamente fructífero.
Desgraciadamente la historia de estas últimas  décadas  ha puesto claramente de manifiesto que  la Unidad de España  no es un elemento fundamental   ni para la izquierda ni para la derecha pues ambas  corrientes   la han obviado cuando lo que se jugaban era  el conseguir o proseguir  en la poltrona del poder.
Ni el PP ni el PSOE han dudado en  pactar con los nacionalistas cuando  era el poder lo que estaba en juego.
En estos momentos nos encontramos con que   las autoridades  de la Comunidad Autónoma de Cataluña se muestran  insumisos ante decisiones judiciales que les conminan a que el español sea considerado en la enseñanza como lengua vehicular  con una consideración similar a la del catalán.
Y es ahora, precisamente  cuando se acercan las elecciones generales, cuando  a algunos se rasgan las vestiduras por la actitud de las autoridades catalanas o cuando  esas  autoridades vuelven a hacer bandera de la lengua, ambos  para lograr  un mayor rédito electoral.
Pero no olvidemos que lo que ahora acontece no es si no la consecuencia lógica de  haber dado alas  a los enemigos de la Unidad de España, primero mediante  el sistema autonómico y su  “nacionalidades” y después  habiendo colaborado con ellos activamente mediante pactos o por omisión al no haber   luchado en lo político contra el secesionismo cuando se  disponía de mayoría absoluta.
O sea, que nadie se queje ahora de lo que acontece.

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