domingo, 26 de junio de 2022

ESPAÑA, VÍCTIMA DEL AUTORRACISMO BUENISTA.

   

                                                                                    


                                                                                

Se habla mucho, y se miente aún más, en torno al racismo y la xenofobia que supuestamente existe en nuestra nación hacia las personas de otras razas, hacia los inmigrantes, ya sean estos legales o ilegales, y contra todo aquel que forme parte de grupos socialmente diferentes o de grupos laborales y económicos desfavorecidos.

 

No cabe mayor falsedad en tal aseveración, puesto que si por algo se ha caracterizado España a lo largo de su historia es por haber sido la primera nación del mundo en considerar a  las personas de las zonas a las que arribaban y que conquistaban como humanos con derechos similares a los que ellos mismos tenían, ello derivaba de la concepción católica de la vida y de una cosmovisión que dirigía el comportamiento de la práctica totalidad de los españoles y que la llegada a América y el descubrimiento de aquellas tierras y sus habitantes puso de manifiesto desde el principio como un hecho primordial y definitorio del comportamiento español y el de la legislación que de las autoridades españolas derivada, unas leyes y decretos que en ese tiempo se dieron por primera vez en la historia de la humanidad.

  Debido a esta concepción católica todo lo que realmente ocupó y movió a las instancias del imperio, desde el monarca hasta los súbditos no fue tanto conseguir oro, poder y riquezas cuanto evangelizar y trasladar a esas recién descubiertas gentes una fe, una legislación y organización social acorde con esa reconocida cualidad de hijos de Dios de todos ellos.


                                                            






Es así como la presencia y la acción de los católicos españoles en la parte sur del continente americano y la de los protestantes anglosajones en el norte del nuevo continente fue mas que distinta opuesta. Se puede decir que América del norte fue conquistada con el Antiguo Testamento de los protestantes mientras que América del sur lo fue con el Nuevo.


                                                             




Pero nos encontramos con que las circunstancias han cambiado de manera absoluta, hasta el punto de que en la actualidad la mayoría de la población española no es católica ni la legislación actual en modo alguno se somete a los preceptos católicos, más bien todo lo contrario. Aún con todo ello se mantiene en la población nacional un rescoldo de lo que durante siglos, y aún milenios, ha conformado la identidad española que es la cosmovisión católica del ser humano como dotado de dignidad por el mero hecho de ser un hijo de Dios y de la sociedad como entidad que ha de buscar el bien espiritual, amén del físico de la población.

 

Pero si por un lado se ha mantenido ese sustrato católico que buscaba el trato digno de todos los seres humanos en tanto hijos de Dios, por otro nos encontramos con que en nuestro desnortado mundo entra en juego algo novedoso y realmente nefasto, nos encontramos con el complejo de culpa que sufre el blanco, el occidental y del español en especial, dado que tanto afecta al tema que nos ocupa.

Es así como la idea de respeto y dignificación del otro, tan propio del catolicismo y por tanto de la hispanidad, ha pasado merced al complejo de culpa antes señalado ha llevado a que la sociedad actual tome el suicida camino de reconocer los derechos y la dignidad del otro, pero a no hacer lo mismo cuando el sujeto es español, blanco u occidental.

 esto lleva a acallar y ocultar todas aquellas realidades o sucesos que pudieran poner en solfa esa nueva y mezquina postura.

 

Esto provoca un verdadero racismo antiblanco y antiespañol por parte de la sociedad española en general y por parte de gran parte de la ciudadanía española, pero este racismo a la inversa lo encontramos muy especialmente en la clase política y en los medios de comunicación mayoritarios, vendidos al dinero de la élite globalista y a lo políticamente correcto.

Estos planteamientos políticos, mediáticos y sociales llevan a ocultar los actos delictivos, en especial las violaciones grupales y las agresiones, siempre y cuando los autores sean inmigrantes, especialmente ilegales.


                                                            



Esta triste realidad por la que atraviesa nuestro país difícilmente permite que se pueda tildar a España de xenófoba o racista, más bien todo lo contrario.

Y es precisamente esta manifiesta injusticia la que llevará a que una parte nada desdeñable de los ciudadanos españoles pasen a abrazar lo que en la actualidad se considera racismo, que no es otra cosa que defender el derecho a que los naturales de nuestra nación exijan que aquellos que lleguen a nuestro territorio lo hagan de manera legal y convivan con la población de manera respetuosa, acorde con la legislación y respetando las costumbres, tradiciones y realidades que nos son propias. Y todo esto desde luego no es racismo, lo que si es racismo es ocultar los delitos, especialmente los sexuales, si estos son cometidos por personas no   blancas o procedentes del Magreb o del África subsahariana.

Eso si es racismo, y las víctimas de él somos los españoles. 

 

España ni ha sido ni es racista o xenófoba, más bien to lo contrario, lo que es una víctima de la injusticia buenista que la se ha convertido en la víctima de un verdadero racismo.  Lo que la élite globalista y buenista denomina racismo no es otra cosa que defender la justicia y el orden.

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