lunes, 23 de marzo de 2020

ABRIR LOS OJOS A LA REALIDAD.




                                                                                             


La crítica situación por la que en estos días atravesamos los españoles debería  ser un albadonazo que impulsase una serie de cuestionamientos respecto de factores hasta ahora aceptados de manera incuestionable, factores  que habrían  de ir mucho más allá de las necesarias y urgentes modificaciones logísticas y organizativas en el terreno sanitario o de  la necesaria  exigencia de responsabilidades a las autoridades por los clamorosos errores, cuando no  por las criminales actuaciones dirigidas más por intereses ideológicos y electorales, decisiones que tanto mal han causado a la salud y seguridad de los españoles.

La cuestión que toda esta emergencia sanitaria y vital debiera movilizar muchos otros aspectos muchísimo más centrales y capitales.
 Me estoy refiero al replanteamiento personal de las columnas que conforman y sustentan la cosmovisión ideológica de una humanidad que habiendo dejado dejando el derecho natural lo ha sustituirlo por ese planteamiento democrático liberal que  a modo de dogma sitúa  la voluntad humana por encima de la voluntad divina, un planteamiento que niega el concepto de Verdad, con mayúsculas,  y lo sustituye por  la existencia de verdades, con minúsculas, derivadas de la voluntad y opinión de cada uno de los individuo. Un dogma este que asimila la voluntad, expresada a través de las urnas, con una verdad, de nuevo con minúsculas, inapelable que se considera por encima de la verdad que establece cada individuo y por supuesto por encima de un derecho natural o divino que niega y combate.

Ahora bien, esto a lo que acabamos de hacer referencia tan solo son los cimientos sobre los que se levantan los planteamientos político-ideológicos que dan forma a una sociedad que se ha vaciado de contenido, que se ha    vaciado al negar la realidad que da forma a las relaciones y supeditaciones que conforman la realidad de la comunidad política humana.
Siendo que la situación por la que atravesamos, y los aspectos que lleva aparejados, han de poner de manifiesto las mentiras y equívocos de unas ideologías apartadas de la realidad.

Todos esos falaces puntos hasta ahora aceptados y festejados con jolgorio son una serie de mitos que a modo de gigantes con pies de barro han caído frente unas circunstancias como las   que ahora golpean nuestras vidas.

El primero de esos mitos hasta ahora instalados en las mentes de esponja de los ciudadanos españoles es el mito de la globalización, un mito que se ha derrumbado en el momento mismo en qué por un lado ha puesto de manifiesto de que manera la generalización de la apertura de fronteras y la facilitación de las comunicaciones ha favorecido grandemente la extensión de la pandemia, de esta manera ha puesto de manifiesto que esta globalización  no  sirve más que para dar mayor poder a  las entidades internacionales, poder que les permitiría  imponerse a los estados nacionales haciéndoles esclavos de las entidades financieras supranacionales, las cuales sirviéndose de las desgracias y situaciones de emergencia, provocadas o no, darían créditos que supuestamente  tendrían como fin último solucionarlas  o paliar sus consecuencias, pero lejos de ello se convertirán en nuevas deudas que conformarán las cadenas que esclavizarán  los países-nación  y las pondrán al servicios de esas corporaciones financieras e industriales, así como  de las instituciones políticas internacionales que les sirven.

Pero esta crítica situación debería servir para que la población abriese de una vez los ojos y viese que otros dos planteamientos ideológicos considerados por la sociedad actual como principios inamovibles no son otra cosa que muestras del más pernicioso de los egoísmos, que es aquel que se disfraza de bien para los individuos de la comunidad social.

Estoy hablando en primer lugar del liberalismo, que es la mayor muestra de individualismo, y es así dado que nos presenta un planteamiento que aparta al sujeto de la consecución del bien común para la comunidad basando su actuación en principios individualistas dado que considera al sujeto como ente superior, ya sea al ver su voluntad individual como creadora de lo que es bueno o malo, positivo o negativo para la comunidad, esto lo hace en lugar de acercar a la Verdad y al bien común.

Para superar este individualismo egoísta que el liberalismo lleva aparejado se hace preciso retornar a los órganos naturales para a través de ellos poner en práctica una verdadera representación que lleve a cabo la búsqueda y aplicación del bien común a la organización social toda.
Los órganos naturales del ser humano son el núcleo familiar del que forma parte, el lugar donde vive: es decir el municipio o el barrio, y el gremio en el que trabaja y del que forma parte al igual que aquel que le emplea caso de que sea asalariado y trabaje para una empresa no dirigida por él.

Y las últimas falsedades que los españoles han de  considerar inaceptables es el socialismo y el marxismo, una ideologías que  se basan en el odio y el enfrentamiento, tienen su basamento ideológico  no en el bien común  sino en la lucha de clases , que es enfrentamiento entre  los  empleados y los empleadores, ya no pueden dividir entre   proletarios y capitalistas dado que los primeros han dejado de existir al haberse extendido una amplia clase media.
Es por ello que los socialistas y marxistas han buscado siempre sustitutos para mantener esa lucha de clases que les mantenía, se han fijado primero en los negros frente a los blancos, después a los inmigrantes frente a los oriundos del país y por último el feminismo radical hegemónico que enfrenta a hombres y mujeres. En todos estos casos siempre se vende a unos: negros, inmigrantes o mujeres como víctimas y a los blancos, oriundos y hombres como verdugos.

La última, y no por ello la menor, enseñanza que la población habría de obtener de una situación como la actual es la de comprobar que el sistema de partidos políticos  no hace otra cosa que enfrentar a unos españoles con otros con la única intención de hacerse con el poder y gobernar España desde la subjetiva ideología de la que están recubiertos.  El partido es algo absolutamente antinatural basado en intereses comunes, sean económicos, ideológicos o de otro tipo que desde el enfrentamiento pone de manifiesto la verdadera opinión de la mayoría de la población expresada a través de las urnas. Ahora bien, lo que   queda retratado así no es la  realidad puesto  que los partidos  políticos  son creaciones basadas no en una verdadera  representación de la población si no en cuestiones ideológicas e intereses económicos que nada  tienen que    ver con la realidad vital de los españoles. Como ya hemos señalado anteriormente la verdadera representación se ha de sostener en las unidades orgánicas cuales son la familia, el municipio o barrio y el gremio o sindicato.

Por desgracia me temo que el grado de ceguera inducida por la ingeniería social hará que la practica totalidad de los españoles no vean realidades tan claras como las que acabo de presentar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario