viernes, 27 de diciembre de 2019

POR UNA VERDADERA IGUALDAD, NO A LA DISCRIMINACIÓN DEL HOMBRE.



                                                                                   

Ha llegado ya el momento, realmente debería haberse actuado hace más de media decena de años, en que los varones levantemos la voz en las calles y en los medios para defender nuestros derechos más básicos, Derechos que están siendo pisoteados por el basamento ideológico de lo que se ha dado en llamar ideología de género, su plasmación en el código penal y su aplicación bajo la denominada perspectiva de género. Todo ello está dando lugar a que con cada vez mayor asiduidad se dicten condenas a prisión, al pago de multas o a la retirada de la patria potestad a los padres para dárselas a en exclusiva a las madres. Muchos de estos fallos judiciales condenatorios son tomados sin contar con prueba alguna que incrimine a los hombres excepción hecha dela palabra de la mujer que ha acusado.

De hecho, estas leyes de género como la ley de violencia de género son un verdadero espantajo jurídico puesto que violan el sacrosanto principio de igualdad ante la ley de todas las personas, puesto que la violencia ejercida por un hombre contra una mujer es   sometida a una legislación y a unas penas distintas a las que se aplicarían caso de que la agresión fuese la de una mujer sobre un hombre. Pero no acaba ahí el dislate puesto que estas leyes de género rompen con el principio de inocencia del acusado para invertir el cargo de la prueba, ahora es el acusado el que ha de demostrar que no es culpable de la acusación que se formula en su contra, en lugar de ser el acusador el que ha de demostrar con pruebas que es el acusado culpable del delito del que se le acusa. El hombre deja de ser inocente hasta que se demuestre lo contrario  a  ser culpable hasta que demuestre su inocencia.

Esta verdadera aberración es consecuencia del pensamiento imperante en el feminismo radical hegemónico. Un pensamiento que, si por un lado estigmatiza al varón presentándolo como maltratador y violador en potencia, por otro presenta a la mujer como un ser de luz, víctima del patriarcado que es incapaz de mentir.

Pero con ser de por si grave por lo injusto, son cada vez más los asuntos que se ven sometidos a las leyes de género y a la ley de    violencia de género en particular.
Venimos asistiendo últimamente a sentencias gravísimas por las cuales chicos son condenados con ausencia total de pruebas y basándose exclusivamente en el testimonio de la denunciante. 
Se está llegando al punto de que las feministas radicales y no pocos políticos y jueces afirman que si no hay un "si "explícito y demostrable se considera que hay un "no" y que por tanto se ha producido un buso o agresión sexual, según sea el caso. Pero como el testimonio de la denunciante es considerado siempre como determinante y superior a aquel que pueda presentar el hombre acusado este carecerá siempre de cualquier posibilidad real de defensa, y es que ni se puede demostrar que una cosa no pasó ni la palabra de un acusado hombre tiene nada que hacer frente a la palabra de una mujer que acusa.

Aunque pudiera parecer que la situación  de los  varones acusados  por mujeres que no podría estar sometida a injusticias legales del calado señalado  nos encontramos con que  las condenas , fallos nunca mejor dicho,  realizadas contra las denominadas  “manadas”, de españoles  heterosexuales y blancos por supuesto,  no sólo cuentan con la presunción de culpabilidad del acusado,  el valor determinante e incluso probatorio de la palabra de la acusada y la  ausencia de necesidad de pruebas que apoyen la acusación de la  supuesta víctima sino que  el  veredicto condenatorio  del hombre u hombres acusados se realiza incluso en contra de la presencia de  pruebas periciales que como mínimo llevan  a  dudar de la realidad de los acontecimientos  señalados por la que acusa. De esta manera se viola un pilar más del edificio legal occidental, me estoy refiriendo al in dubio pro reo (ante la duda el que juzga siempre lo hará a favor del reo), ya que la perspectiva de género aplicada al funcionamiento legal no toma en consideración  la ausencia de pruebas cuando la denunciante es mujer y el acusado hombre. Resultando realmente criminal el hecho de condenar con graves penas de cárcel incluso cuando se presentan pruebas o datos que ponen en duda la argumentación de la acusadora.

Toda esta situación, verdaderamente demencial, a la que asistimos en el sistema legislativo y judicial es fruto de la presión indescriptible de un pensamiento políticamente correcto que deriva de un planteamiento marxista como es la ideología de género.
Y no adjetivo como marxista la ideología de género de manera caprichosa o imbuido de un apriorismo ideológico, lo hago    simple y llanamente como descripción de un funcionamiento que desde los años cincuenta buscó un sustituto para poder seguir adelante con la lucha de clases dado que la herramienta  hasta entonces utilizada por el marxismo era el proletariado, el cual era sencillo de enfrentar con los dueños de las fábricas y los capitalistas. Llegó un momento en el que ese proletariado fue siendo sustituido por una clase media, pasando la pobreza e incluso la miseria a constituir grupos relativamente pequeños dentro de la sociedad capitalista occidental. De esta manera el motor marxista de la lucha de clases perdía toda su fuerza para provocar el cambio económico y social que el marxismo buscaba.

                                                     


Llegados a este estado de cosas los marxistas precisaron de un nuevo enfrentamiento que movilizase el cambio que trataban de alcanzar.
Y cual fue este, enfrentar a los sexos presentando a ambos como actores de una lucha sempiterna entre mujeres explotadas, y hombres explotadores.

                                                      

De esta manera se alentaba una lucha que en un principio se presentó  como un intento de lograr la igualdad legal y social entre los    sexos, algo que a partir de finales de los cincuenta y principios de los sesenta  se transmutó en un movimiento político más complejo y radical que bajo las premisas  anteriores buscaba una lucha contra la familia en tanto  base del sistema social y cultural que querían destruir y promocionando  junto a ello una concepción de “liberación” sexual  con claras bases freudianas a la que dio forma la Escuela de Frankfurt .

                                               


Consecuencia de todo ello es el feminismo hegemónico radical que en la actualidad padecemos y cuyo verdadero trasfondo ignoran esas feministas que tanto hablan del empoderamiento de la mujer y de lucha contra el heteropatriarcado.

                                                    



Todo esto es una explicación, en ningún caso una justificación. Otra cosa muy distinta es afrontar las consecuencias que el barón padece como consecuencia de la aplicación legal y judicial de todo lo anteriormente expuesto.
El hombre está siendo sometido en los últimos años  a un ataque contra sus más básicos  derechos  por una legislación claramente  injusta que le pone ante  situaciones gravísimas,  la corrección política  ha implantado en todos los ámbitos de la sociedad, incluido el judicial, una concepción del hombre que es  considerado  a priori como culpable, con lo que es sometido por la justicia, por denominarla de alguna manera, a unos juicios  que desde el comienzo están perdidos puesto que han de demostrar su inocencia, cosa del todo imposible, hacer frente a  la valoración del testimonio de la mujer  acusadora como una verdad absoluta respecto a lo que el pueda declarar y a la posibilidad de ser condenado sin prueba  alguna distinta a la palabra de la denunciante.

Como señalábamos al comienza de la presente entrada resulta del todo imprescindibles que los hombre españoles levantemos la voz en los medios y en las calles protestando por la situación descrita y exigiendo  la aplicación de nuestros derechos.

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