jueves, 27 de septiembre de 2018

Israel quiere nuestra pasividad respecto a Palestina.


                                                                                 


Pienso que los países occidentales están cayendo nuevamente en un error del que parecen ser asiduos visitantes, llevan a cabo unas conductas erróneas de las que no parecen haber aprendido nada después de haberlas repetido una y otra vez, y la repetición se produce a pesar de las consecuencias negativas que estos comportamientos siempre han provocado.
Este error al que tan aficionadas parecen ser   las autoridades de los países de Occidente no es otro que tomar decisiones y poner en marcha actuaciones pensando tan sólo a medio plazo, o cuando lo hacer a largo plazo lo hacen poniendo los intereses de sus aliados-dueños por encima de los propios de sus naciones y ciudadanos.
 También hay que señalar que en la mayor parte de las ocasiones, por no decir que en todas, poner las decisiones y actuaciones de un Estado en función de la geoestrategia o de los intereses inmediatos propios y de los intereses de esos supuestos aliados a costa de sacrificar la moralidad de los medios que se utilizan, las fuerzas a las que se apoyan, la justicia de la causa o dejar de lado a ciertos grupos por el mero hecho de que son  enemigos de aquellos que supuestamente son nuestros aliados,   llevarán indefectiblemente a que las condiciones terminen tornándose en situaciones que provocarán conflictos que de otro modo no se hubieran llegado a producir.

Este comentario puede que por muchos sea considerado un juicio moralista pero para nada lo es, y no lo es puesto que si de algo puede pecar es de basarse única y exclusivamente en los datos experimentales que proporciona la historia, sobre todo la más reciente, en los resultados de haber apoyado a naciones o grupos sólo en función de su proximidad a los intereses de los aliados-dueños. Se olvida como la  ausencia de apoyo a ciertos grupos o comunidades cuyos  intereses eran objetivamente justos los han terminado por  poner en  manos de enemigos peligrosos para la comunidad occidental.
La conclusión a la que aquí se pretende llegar es que aunque tan solo sea por egoísmo la política internacional de los países e instituciones occidentales, o internacionales en sus manos, no puede basarse en hacer seguidismo de los supuestos aliados, sionistas, dado que esta manera de actuar provocará indefectiblemente un mal mayor del supuesto bien que se pretende alcanzar.

Son muchos los episodios históricos en los que por haber sostenido los países e instituciones internacionales una política prosionista se ha provocado que ciertos grupos e incluso pueblos enteros se hayan visto obligados a acercarse a países o a seguir movimientos políticos radicales contrarios a los intereses occidentales.

En los últimos años la colaboración y/o participación de los países europeos en episodios tales como los ataques e invasión de Irak y Afganistán,  la extensión de la Alianza Atlántica tras la caída del muro de Berlín hacia el este llegando a las mismas fronteras rusas o las sanciones contra Irán con la excusa de la posible producción de armas atómicas por parte del Estado chiita, críticas hipócritas  llevadas a cabo   obedeciendo a una suerte de política exterior que no se basaba en los intereses de las naciones y la población de Europa sino que ha sido una suerte de sometimiento a las normas de política exterior de la Secretaría de Estado de los Estados Unidos, que como de todos es sabido a su vez está sometida a los intereses y mandatos de Israel.

                                                           


                                                                


La consecuencia de que la política exterior europea haya estado dirigida y supeditada a los dictados de la de los Estados Unidos, y por tanto haya sido seguidista de la agresiva política de Israel, para nada ha sido favorable para Europa y mucho menos para la paz en ese foco de desestabilización que es Oriente Próximo.

                                                               

De hecho todos los ejemplos a los que hemos hecho referencia arriba han conducido a una división que lo único que favorece es el enfrentamiento entre partes que muy bien podrían coexistir de manera armónica.

Si nos referimos a Rusia nos  encontramos con que la posición de las Administraciones norteamericanas impulsando la expansión de la Alianza Atlántica hasta las fronteras mismas de la Federación Rusa, la denuncia de que Rusia había invadido Crimea, las acusaciones de que los rusos son responsables del asesinato de ex espías en territorio europeo y de la supuesta manipulación rusa de las elecciones norteamericanas en las que salió elegido Donald Trump  ha dado paso a la aplicación de toda una serie de sanciones económicas norteamericanas, respaldadas por supuesto por sus incondicionales  siervos europeos, que han dividido y enfrentado a potencias que muy bien podían haber coexistido en paz y desarrollando una perfecta colaboración, pero para colmo apareció el problema del terrorismo yihadista wahabí del ISIS, Daesh en árabe, que a través de su criminal actuación en Siria terminó por enervar las disputas entre Estados Unidos y la Federación rusa.

Este factor que ha dado lugar a un mayor enconamiento del enfrentamiento entre U.S.A. y Rusia es debido a la actuación criminal del grupo que antes hemos señalado y que fue creado y mantenido por la Administración Obama, por el Estado judío y por monarquías árabes presididas por la wahabí Arabia Saudí.
De esta manera Israel y la Secretaría de Estados de los Estados Unidos a sus órdenes buscaban, y de hecho consiguieron, dividir a los países árabes y exacerbar el enfrentamiento y los odios entre las comunidades chiita y sunní.

                                                            

Y es precisamente en este contexto en el que hay que incluir todo lo relacionado con el bloqueo y las sanciones contra la República Islámica de Irán.
Como se sabe, tanto Israel como la monarquía saudí son aliados preferentes de los Estados Unidos, y aunque resulte curioso se da también una fuerte colaboración entre el régimen de la familia Saud y el Estado judío.
Es así que se está provocando una radicalización criminal del sunismo a través del wahabismo saudí que se enfrenta con el más moderado chiismo iraní, nuevamente se trata de jugar con aquellos que puedan hacer sombra al Estado de Israel para dividirlos, aplicar el divide y vencerás tan del gusto de los sionistas.

En el caso de Irán la actuación se ha centrado en luchar contra la supuesta intención del régimen persa de crear un arma atómica, cosa a la que se opuso de manera hipócrita un Estado de la zona, Israel que tiene 400 bombas atómicas reconocidas.
                                                              

 Por supuesto sus lacayos estadounidenses salieron inmediatamente en su apoyo promoviendo resoluciones en las Naciones Unidas y ante todo desatando duras sanciones económicas que, como no, recibieron el inmediato apoyo y colaboración de sus aliados-esclavos europeos.

                                                                


Pero todo esto, aparte de servir a los planes sionistas de vencer provocando el enfrentamiento entre sus potenciales enemigos, ha llevado a que los países europeos se encuentren enfrentados a todas y cada una de las fuerzas que juegan un papel, por mínimo que este sea, en el tablero geopolítico internacional.


 Es decir, que el papel de siervo rastrero que Europa ha venido desempeñando no le ha aportado beneficio alguno, lo único que ha logrado es enemistarse con una Federación Rusa fuerte y soberana que basa su política exterior en una concepción multipolar de la política internacional. Del mismo modo los países europeos se han encontrado enfrentados con unos países musulmanes radicalizados que les hacen corresponsables de las invasiones, vejaciones y muertes resultantes de las guerras e invasiones que ha llevado a cabo Estados Unidos obedeciendo a Israel, y son responsabilizados por el papel de apoyo y justificación de esas acciones a todas luces injustas.  
También es preciso tomar en consideración, pues se trata de una cuestión con consecuencias críticas para Europa y que pondrán en peligro la supervivencia de su identidad, el hecho de que los países europeos y la Unión Europea en su conjunto está cavando su propia tumba al  llevar a cabo unas relaciones políticas y comerciales con la monarquía Saudí en las que de hecho se está contribuyendo a la extensión de la criminal doctrina Wahabí, a la par que por un puñado de petrodólares y basándose en la sacrosanta libertad religiosa  de modo suicida está permitiendo que las ciudades de Europa se llenen de grandes mezquitas financiadas por los petrodólares saudíes, unas mezquitas en las que como es lógico  se difundirá el wahabismo oficial en Arabia Saudí.  
Nuevamente vemos como las autoridades de las naciones europeas y de la Unión Europea no consideran las cuestiones de manera profunda y parecen fijarse en los réditos inmediatos o simplemente se pliegan a los dictados de sus amos norteamericanos y sionistas.
Lo que parecen pasar por alto es el hecho de que al apoyar, aunque sea comercialmente, a Arabia Saudí están promocionando la radicalización del mundo islámico a través de la extensión del wahabismo en particular y del salafismo en general.

Una vez llegados a este punto y tras haber puesto de manifiesto como no es útil, más bien todo lo contrario, poner la política exterior propia en función de la que lleve a cabo la Secretaría de Estado norteamericana que es lo mismo que decir que la política exterior  sionista, también es fundamental  pensar a medio y largo plazo para desarrollar  nuestra política considerando la justicia de esta y  en como ella puede provocar situaciones que pongan  contra las cuerdas a grupos y naciones que a causa de ella se verán empujados a recurrir a los verdaderos enemigos de Occidente.

Pero si algo se ha de tener siempre en cuenta es evitar convertirnos en piezas de ese mecanismo al que siempre recurre la política sionista de dividir y enfrentar para así vencer, por todos los medios hemos de evitarlo.

Tomando en consideración todo esto y aplicándolo a casos prácticos de acuciante actualidad nos encontramos con la situación actual de Palestina.

En primer lugar hemos de tener en cuenta cual es la realidad legal por la que atraviesan Palestina y los palestinos, tomándola en consideración para adoptar medidas en función de ella. 

Lo que no puede dirigir nuestra política al respecto de la cuestión es un seguidismo cobarde de las indicaciones que marquen desde Tel Aviv y Washington, y que sean sus criminales e injustas acciones las que lleven los mandos de nuestras relaciones exteriores.
Nuestra política exterior con respecto a Palestina necesariamente ha de ser distinta a la que los sionistas propugnan, y lo ha de ser  dado que nuestros intereses y la concepción de la legalidad internacional son diametralmente opuestas a las suyas.
Además hay otra cuestión fundamental que debe dirigir la política europea en general y la española en particular, y esta es considerar si con nuestra política es de abandono diplomático y económico estaremos empujando a que los dirigentes palestinos y la población sometida a los ataques y vejaciones por parte de las  tropas de ocupación israelíes y de los colonos estaremos provocando que el pueblo palestino termine recurriendo a aquellas potencias que les apoyen diplomática, económica o militarmente, aunque sin saberlo estén cayendo en la más peligrosa trampa que el poder sionista les haya preparado.

Ahora paso a explicar que es eso a lo que me he referido a una posible trampa sionista.
Para empezar he de recordar que la estrategia sionista, y en especial la del Estado de Israel, a la que más han recurrido y con la que mayores logros han alcanzado es el del divide et impera (divide y vencerás), es decir enfrentar a sus enemigos para que de esa manera no puedan sumar sus fuerzas en su contra y así vencerlos y dominarlos.
 En el caso que nos ocupa, al verse el pueblo y la autoridad palestina abandonadas económica, sanitaria y diplomáticamente terminaría por aceptar la ayuda económica y sanitaria que cualquier país le ofrezca, y más aún si este fuese islámico como sería el caso de Arabia Saudí. La aceptación de la ayuda que le ofreciese la monarquía de los Saud sería aceptada inmediatamente dada la situación desesperada por la que en estos momentos atraviesa la población palestina.
 Por otro lado hay que señalar que el hecho de que Arabia Saudí sea en estos momentos aliada del Estado de Israel no es impedimento alguno para que la monarquía saudí ofrezca y done ayuda a Palestina, como podrá comprobarse en las próximas líneas resultaría lógico ya que estaría colaborando en una estrategia sionista para acabar con la resistencia libanesa que se opone a la existencia misma del Estado judío y por otro conseguiría acabar completamente con el problema palestino.
La estrategia de la división y el enfrentamiento que pondría en marcha Israel precisa que previamente los países occidentales en general y europeos en particular hayan dado la espalda a Palestina al negarle ayuda económica, humanitaria y reconocimiento diplomático.
Sin que los países occidentales, europeos en particular, esta política exterior injusta cobarde y sometida al sionismo norteamericano e israelí, nada de lo que después se desarrollaría podría tener lugar.

La estrategia del divide y vencerás en este caso podría llevarse a cabo de la siguiente manera:

Debido a la crítica situación económica y humanitaria que atenaza a la población palestina confinada en los territorios ocupados y debido también a la acción criminal y humillante de las autoridades civiles y militares del Estado de Israel  los palestinos volvieron sus ojos hacia los países occidentales para mediante el recurso a la legalidad internacional recobrar sus tierras o al menos poder vivir con un mínimo de dignidad, pero dado que el pueblo palestino y sus autoridades no encontraron en ellos respaldo alguno, debido a la influencia de la política sionista en EEUU y al seguidismo y sometimiento de los países occidentales a ella se vieron en la tesitura de aceptar cualquier ayuda que recibiesen, era cuestión de supervivencia.

                                                                   

En esta situación Arabia Saudí, no olvidemos que es un aliado de Israel, se brinda a proporcionar ayuda económica, sanitaria y humanitaria que permitiese a la población palestina salir del caos humanitario en el que se hayan inmersos.
Por supuesto no se trata de una ayuda  desinteresada, sino que el desembolso económico que toda ella lleva aparejada como contraprestación la exportación a Palestina de la corriente wahabí del sunismo, para lo cual las autoridades palestinas se habrían de comprometer a permitir que se abriesen un gran número de mezquitas pagadas por Arabia Saudí y que serían regidas por  clero de tendencia wahabí, del mismo modo  se comprometerían a permitir la implantación de un número elevado de madrasas, escuelas coránicas, donde se impartiría la visión del Islam que formula la corriente wahabí.

                                                                     
Merced a todas estas cesiones crecería exponencialmente el wahabismo, que es de origen sunni, con lo que se acrecentaría el enfrentamiento entre una comunidad palestina volcada al sunismo más extremo, de manera que se estaría potenciando el enfrentamiento con  el chiismo, que conforman  los grandes enemigos de Israel,  Hezbollah e Irán, provocándose de esta manera un enfrentamiento interno entre los enemigos de Israel para que de esta manera los planes sionistas saliesen victoriosos.

                                                              


Por supuesto que todo esto tan solo es una ficción, pero una ficción que a mi modo de ver pone de relieve hasta que punto mantener una postura política pasiva y no actuar en función de lo que es justo.  sino someterse a los intereses que nos marquen desde Washington y Tel Aviv es hacer el juego a aquellos que basan en la manipulación y en la división sus victorias y a través de ellas su imposición.

Con todo esto quiero poner de manifiesto que la   comunidad occidental, y europea en particular, tiene una obligación tanto moral como legal de apoyar a la población palestina. Es más, aunque tan solo sea por el hecho de querer defender nuestra libertad no podemos correr el riesgo de que los sionistas se sirvan de la desesperación de quienes por culpa de nuestra inacción terminarán recurriendo a quienes actúen en pro la supervivencia de la población palestina. 

                                                             


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