lunes, 28 de noviembre de 2022

LOS ERRORES Y LA FALTA DE PERICIA QUE NO SON TALES.


                                                                                     


Cada día que pasa me resulta más difícil pensar que los efectos dañinos derivados de las decisiones sociales, legislativas y administrativas que son tomadas desde el poder gubernamental sean fruto de errores, de la incapacidad de aquellos que las toman o de falta de capacidad para prever las consecuencias que estas disposiciones terminan provocando. La principal razón por la que no puedo aceptar que las consecuencias negativas que derivan de las disposiciones tomadas por las autoridades políticas que gobiernan nuestra nación se deban simplemente a incapacidad, a errores de cálculo o a fallos fruto de no haber podido pronosticar las consecuencias que de estas derivan, es que no considero que mi juicio y capacidad sean superiores o estén por encima, más bien todo lo contrario, del juicio y de la información de la que disponen y se sirven las autoridades que las toman y sobre todo aquellas personas que les asesoran. Es precisamente esta certeza la que me lleva a estar plenamente convencido de que todas esas acciones y decisiones, que en un primer momento podríamos considerar simplemente erradas o fruto de la incapacidad, de la falta de información o de la precipitación de aquellos que las toman, en realidad forman parte de un plan establecido por unas élites político-financieras, unas decisiones que son llevadas a cabo por unas autoridades títeres a su servicio. En otras palabras, que todas esas consecuencias no dejan de obedecer a una intención de la que la población no es consciente y que seguramente también ignoran la mayor parte de las mismas autoridades que las provocan. De una u otra manera son voluntariamente provocadas. Por ejemplo, resulta muy difícil, por no decir imposible, creer que en un momento en el que se vislumbra la llegada de situaciones de graves carencias energéticas se tomen decisiones tales como la de la “reconocer” la soberanía de Marruecos sobre el Sahara, con el más que previsible agravio a Argelia, país del que importamos más del 50% del gas que consumimos, y la consiguiente problemática de un posible corte de suministro o una elevación enorme del precio del gas importado. De la misma manera tampoco se puede entender cómo se puede dar la orden de demoler centrales térmicas o hacer otro tanto con varias presas, las cuales podrían aportar una gran cantidad de caudal eléctrico a una población e industria a punto de enfrentarse a una falta de suministro energético y a la consiguiente multiplicación de los precios de los más básicos productos. Tampoco es de recibo ni se puede entender, si es que se busca el bien de la población y de la economía nacional, que nuestro gobierno opte por las carísimas y poco productivas energías verdes y deje de lado, paralizando o desmantelando las centrales nucleares en servicio y rechace esta opción de producción energética, a la par que compramos a Francia una electricidad procedente precisamente de centrales nucleares. Siguiendo con este tipo de decisiones habría que incluir las normas legislativas “animalistas” o a la tan cacareada alimentación saludable y sostenible( insectos y algas), unas leyes cuyas exigencias económicas y de inversiones llevarán a que muchísimos ganaderos se vean abocados a abandonar el trabajo que desarrollan dejando así una actividad que además de proporcionar alimento a la población  fija en el territorio que se ha dado en llamar “la España vaciada” a la población tan necesaria, permite el desarrollo de una  economía familiar y no dependiente directamente del Estado, una población que de este modo mantenga cierto nivel de independencia. 
Todo ello se lleva a cabo bajo la excusa del cambio climático y del respeto a los derechos de los animales. ¿Pero qué tienen en común las normas que se adoptan y las consiguientes medidas aplicadas? Lo primero que salta a la vista es que las consecuencias de ellas derivadas llevan a hacer muy difícil, cuando no imposible, que la economía familiar y personal pueda desarrollarse de manera sencilla pues alimentos, energía y viviendas llegaran a un nivel prácticamente inasumible para una gran parte de las economías personales y para la supervivencia de pequeñas y medianas empresas , y que nadie olvide que son precisamente estas pequeñas y medianas empresas las que crean la mayor parte de los empleos. Pero nada de esto es casual ya que lo que se consigue con todo esto, a primera vista inconexo, es crear una situación tal que los sujetos, las familias y las pequeñas empresas dependan de las ayudas y concesiones del Estado y de este modo tenerlos a su merced, ya que si el sujeto, la familia o la empresa no sigue los dictados del Estado (sometido a su vez a las corporaciones multinacionales financieras e industriales). Se estaría tratando de implementar- imponer la Agenda 2030, que no se basa en el tan famoso y cacareado desarrollo sostenible, si no que como se dijo en la reunión del Fondo Económico Mundial, anteriormente Foro de Davos, se pretende imponer la sociedad del NO TENDRÁS NADA Y SERÁS FELIZ,

                                                                                     



 es decir una humanidad esclava de una élite que controlará toda tu vida puesto que ella depende totalmente de lo que el Estado te aporta. Estamos a las puertas de una distopia ante la cual el mundo que aparece en el “1984 “de Orwell es Shangri La. 

                                                                                           



 Pues bien, todas esas decisiones gubernamentales y normas legislativas que en la actualidad se están imponiendo y que dan lugar a consecuencias muy negativas e injustas no son errores de aquellos gobernantes que las adoptan si no que se trata de pasos perfectamente planificados para alcanzar la implantación de la agenda que tienen proyectada. En estos últimos años estamos viendo cómo se está aplicando la estrategia que en la práctica ha tenido un mayor éxito, y no es otra que crear miedo y terror en la población, por que un pueblo con miedo es un pueblo al que se puede manipular. Esto queda muy claro en una estrofa del himno de los antiguos tercios españoles: “sólo es libre el hombre que no tiene miedo”.
                                                                                
                                                                                   

 Pues bien, todos hemos asistido a como con el pretexto de una supuesta pandemia se ha creado de modo intencionado un grado de terror tal entre la población que ha permitido que el gobierno aplicase unas medidas que violaban de manera clara los derechos de los españoles mediante la imposición a desarrollar determinadas conductas o a no poder realizar otras a las que tenían derecho. Todo con la excusa de la plandemia y bajo el paraguas de un Estado de Alarma declarado posteriormente a su finalización como ilegal por el Tribunal Supremo. Una vez que el grado de terror aplicado a la población mediante el covid 19, todo tema tiene un tiempo de caducidad puesto que bien la población termina por habituarse o las dudas terminan por despertar a la gente, las élites globalistas han comenzado a desarrollar otra temática que pretenden que lleve el miedo y el pánico a la población, por supuesto me estoy refiriendo a la omnipresencia del supuesto cambio climático debido a la acción del hombre, cosa esta sobre la que una gran cantidad de científicos duda o directamente niegan. Pero esto es igual, puesto que nuevamente asistiremos a la desvergonzada persecución de todo aquel científico que se oponga a lo que mantiene el sistema y los científicos a su servicio, asistiremos a otro acoso y censura como el acontecido durante la dictadura sanitaria que hemos padecido. 

                                                                                           




Ahora se tratará de llevar a la población a un grado de terror e incertidumbre tal que lleven a que los ciudadanos se plieguen a toda medida que las autoridades impongan. Asistiremos a como se obligará a los conductores a comprar cierto tipo de coches y a conducir sólo a ciertas horas para finalmente llegar a no usarlo ni tenerlo, el Estado será el que los alquilará o facilitará un transporte público gratuito, eso si sólo para los “buenos ciudadanos”. Si queremos resistir a la acometida que ahora se nos viene encima es fundamental no permitir que el miedo penetre en nosotros, para lo cual la duda  y el escapar de los medios oficiales y a los medios hegemónicos vendidos al poder.


                                                                       

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