lunes, 4 de enero de 2021

LA ESCLAVITUD, LA FALSA BASE DEL COMPLEJO DE CULPA BLANCO.

 

                                                                           


Se hace cada vez más imperioso terminar con ese complejo de culpabilidad que padecemos los blancos, un complejo que de modo muy sibilino a la par que inteligente se ha venido instalando en las mentes y conciencias de la población blanca.


                                                     


 Y se hace perentorio ahora dado que, aunque ya fue utilizado en el último siglo y medio de manera recurrente y sumamente perniciosa para los países occidentales y sus ciudadanos, ha sido mucho más utilizada a partir de la descolonización africana y de la extensión del marxismo cultural por Occidente.

 

Tanto las corrientes comunistas, de marxismo cultural como las políticas liberales basadas en intereses, económicos y financieros se han venido sirviendo de esta verdadera tara social e individual que es el complejo de culpa para frenar cualquier respuesta de la población blanca frente a las agresiones, ya fuesen estas políticas, económicas e incluso físicas, en contra de sus identidades morales, culturales, sociales e incluso territoriales.

 

Y es que el haber conseguido implantar en la sociedad blanca occidental y en todos sus individuos esa visión maniquea en la que las otras razas o etnias son consideradas víctimas explotadas mientras que todo lo blanco u occidental es considerado como parte de los opresores. De esta manera quedan moralmente para oponer cualquier tipo de resistencia frente a toda acción o formulación que lleven a cabo los explotados.

Y ha sido precisamente esta maniquea visión paralizante de la que se han venido sirviendo las fuerzas que ahora se concretan en lo que se han dado en llamar globalistas.

La manera en que se ha conseguido implantar este complejo de culpa tanto en la conciencia individual como colectiva de los blancos ha sido la repetición ad nauseam del hecho de la esclavitud de negros africanos por blancos en América. De la misma manera se ha señalado el hecho de la colonización de África como causa de la actual situación del continente negro.

De la misma forma se han ocultado de manera voluntaria los episodios en los cuales eran blancos los que padecían la esclavitud, pasando de explotadores a tener la condición explotados, siendo así que se rompería la dualidad maniquea de blanco opresor versus negro oprimido.  

 

Es precisamente acabar con la identificación entre blanco y opresor la razón por la que vamos a hacer referencia a dos episodios históricos que servirán para acabar con ese estúpido complejo de culpa que atenaza a la población blanca

 occidental.

                                                      


 

Por un lado nos encontramos con la situación acontecida desde la Edad Media hasta el siglo XIX (en 1830 fueron liberados los últimos esclavos otomanos) Es así que los otomanos y los piratas berberiscos a su servicio realizaban  de modo continuado y generalizado  incursiones en  todas las zonas próximas a la costa norte del Mediterráneo y en los territorios eslavos  con el fin de capturar  personas blancas, mujeres y adolescentes principalmente, para después venderlas como esclavos en el norte de África o en los mercados de Estambul y otras ciudades árabes y otomanas. En este caso concreto el número de esclavos blancos, capturados y vendidos entonces fue inmensamente mayor que el número de esclavos africanos negros llevados y vendidos en América, del norte especialmente.





Otro episodio en el que blancos fueron   apresados para después ser vendidos como esclavos es el desarrollado entre el siglo XVIII y principios del XX entre Irlanda y Norteamérica. El comercio se inició cuando James I rey de Inglaterra vendió 30 000 prisioneros políticos irlandeses como esclavos en el Nuevo Mundo en el siglo XVII. En la década de 1650 más de 100 000 niños irlandeses, de entre 10 y 14 años, fueron vendidos como esclavos en las Indias occidentales, Virginia y Nueva Inglaterra. 2 000 niños más se vendieron a Jamaica.


                                                       


Se daba la circunstancia de que en el siglo XVII el precio de un esclavo negro era superior, de 50 a 5 chelines, que el de un esclavo blanco. De hecho se generalizó la promoción del cruce entre esclavas blancas irlandesas y esclavos negros africanos con la intención de tener esclavos mestizos que tenían más valor que los esclavos blancos.

                                                  



Los esclavos blancos por regla general eran peor tratados que los negros y además las madres podían ser separadas de sus hijas, aunque las primeras hubiesen alcanzado la condición de libres.

 

Hasta 1681, la corona británica no prohibió, por razones meramente económicas, el tráfico de esclavos africanos e irlandeses.

 

Por último hay que señalar que cuando se llevaban negros desde África a Norteamérica para ser vendidos, estos eran previamente capturados por miembros de tribus rivales para posteriormente venderlos a los negreros.

 

La conclusión lógica de todo esto es que la esclavitud no es algo que se pueda adjudicar de modo exclusivo a los blancos y que por tanto  no hemos de sentirnos como colectividad racial  culpables, ni debemos  por ello mantener una actitud especialmente  permisiva con respecto a ningún otro grupo racial.


                                                        



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