martes, 28 de febrero de 2017

Una revolución de color contra Trump.




                                                                              


En numerosos países son muchos los gobiernos que han sido sustituidos, los regímenes derrocados y las economías colonizadas como consecuencia de lo que se han dado en llamar revoluciones de colores, estas revoluciones se han producido, provocado habría que decir, tanto en países tanto de Europa del Este como en los países árabes.  

Lo que tienen en común todas ellas es el hecho de ser presentadas como revoluciones populares, espontaneas y pacíficas, se presentan como manifestaciones populares que se inician para solicitar mayor libertad y democracia, concretándose en la petición-exigencia de que el gobierno o régimen, tildado de dictatorial o ilegítimo, abandone el poder para cederlo a los supuestos representantes legítimos del pueblo. 

Pero todas estas adjetivaciones que supuestamente definen a las distintas revoluciones de color no pueden alejarse más de la realidad, ya que lejos de ser populares y espontaneas han sido cuidadosamente planificadas por servicios de inteligencia para movilizar a la población sirviéndose de palabras huecas, informaciones adulteradas o aprovechándose de situaciones económicas de pobreza provocadas en gran parte por poderes exógenos.

 Lejos de ser pacíficas funcionan sirviéndose de  violencia encubierta tras agitadas multitudes que toman las calles y bloquean las instituciones, o directamente se provocan altercados callejeros , guerrillas urbanas, todo perfectamente planificado, con la finalidad de desencadenar la respuesta de las fuerzas de seguridad o del ejército y así generar una violencia de la que se hará responsable al gobierno o régimen para así desprestigiarlo internacionalmente a la par que provocará una escalada de mayor violencia por parte de lapoblación, violencia que retroalimentará una mayor represión que llevará a situaciones que podrán desembocar incluso en  una guerra civil abierta.

En ese momento la actuación de la “comunidad internacional” pasará del apoyo mediático o diplomático al apoyo militar o incluso a una intervención militar abierta.


Otro punto sobre el que se incide es en la supuesta defensa de la libertad y democracia por parte de los que provocan y llevan a cabo estas revoluciones de colores.

 Nada más alejado de la realidad, en todos los casos de las denominadas revoluciones de colores los intereses en juego son de carácter político, geoestratégico, económico y sólo instrumentalmente tendrán relación con la libertad o democracia, sólo se recurre a ello cuando sea preciso un cambio de gobierno o de régimen para lograr los objetivos que persigan las potencias que desde la sombra dirijen estás “espontaneas” revoluciones.

                                                




Para que quede un poco más claro lo señalado nos referiremos a varias de estas: la revolución negra en el año 2000, que llevó al derrocamiento de Milocevic en Yugoslavia, la revolución de las rosas en Georgia del 2003, la revolución naranja en Ucrania en el 2004, aunque no sería hasta diez años después en el EuroMaidán cuando se alcanzarían los fines buscados.

El caso de Ucrania y su revolución de Maidán es un clarísimo ejemplo de la manera en que los intereses geoestratégicos y económicos son los que llevan a crear una revolución “espontanea, pacífica y democrática” para derrocar a un gobernante legítimo, en este caso Viktor Yanukovich, tras la haber suspendido la firma del tratado de libre comercio con la Unión Europea. Después de este golpe disfrazado de levantamiento popular, el Euromaidan, Poroshenko asumió el poder para acercarse económica y estratégicamente a Europa, contrariamente a la posición del depuesto Yanukovich y su proximidad a Rusia.

En el 2005 asistimos a la revolución de los tulipanes en Kirgistán, en el 2005 encontramos la revolución del cedro en Líbano.

Sin olvidar las denominadas primaveras árabes, que lo único que lograron fue desestabilizar aún más la zona del Cercano Oriente y norte de África, acabando con regímenes moderados y sustituirlos por otros más extremistas y fuera de control.

Algo que no podemos perder de vista para comprender todo esto es el derrocamiento y asesinato de Muhammad Gadafi  ,
                                                     

pues se acabó con un régimen prooccidental, moderado, que mantenía en un alto nivel de vida a su población y que tenía  perfectamente controlado un territorio fundamental para la seguridad de la frontera sur de Europa, pero para los miembros del gobierno mundial en la sombra todo esto no significaba nada, los globalistas que buscan implantar un nuevo orden mundial dirigido por la élite usurera precisan acabar con los países-nación, acabando con su soberanía para mantener el poder de la economía financiera frente a una economía productiva.

Gadafi cometió el mayor de los “pecados” al pretender levantar el patrón oro frente al patrón dólar, al pretender poner en marcha el dinar de oro como moneda para todo el intercambio comercial en el norte de África y países aledaños.

 La consecuencia fue que los servicios de inteligencia occidentales, con la ayuda inestimable del dinero y de agentes del globalismo como Soros, pusieron en marcha una revolución “espontánea que exigía libertad” con el fin de expulsar al líder libio y sustituirle por un gobierno títere que se plegase a los intereses globalistas y usureros. Como con la publicidad internacional y con las algaradas preparadas no se consiguió nada se montó una oposición  armada y apoyada por la O.T.A.N. y por los E.E.U.U. Pero el régimen libio resistió y entonces fue directamente la O.T.A.N. la que actuó bombardeando al ejercito libio y después incluso por tierra  junto a los que posteriormente asesinaron cruelmente a Gadafi.



Cuando lo que está en juego es la agenda del Nuevo Orden Mundial o cuando un dirigente simplemente pone en cuestión la organización globalista y financiera de la economía mundial, nada cuentan los intereses nacionales o el bienestar de la población. Cuando la concepción globalista unipolar del nuevo orden mundial se ve peligrar por las acciones o por las posiciones de algún líder nacional este tiene los días contados, y la experiencia nos enseña cuáles serán los pasos que se darán para acabar con semejante amenaza.



Pues bien, ahora se dan en los Estados Unidos todas las circunstancias para que la élite globalista promueva en ese país una nueva revolución de colores.
Todas estas circunstancias que tanto amenazan a la agenda mundialista se desarrollan merced a la política, tanto interna como exterior, que ha iniciado el nuevo presidente norteamericano Donald Trump.

                                                     


Las circunstancias que favorecerían una intervención globalista de este tipo serían las siguientes:

-En primer lugar, la ruptura del orden geopolítico unipolar al tomar partido por unas relaciones pacíficas e incluso de colaboración con la Rusia de Putin, esta nueva organización daría paso a una ordenación multipolar que rompería con la estrategia globalista que pasa por la organización del mundo en bloques para de este modo ir anulando soberanía a los países nación.

-En segundo lugar, estaría la orden del gobierno Trump para dejar de formar parte del Tratado Transpacífico y la intención declarada de salir también de los tratados TTIP con Europa o el NAFTA con Canadá y Méjico. La administración Trump afirma que no suscribirá tratados o acuerdos con asociaciones continentales o generales, sino que su pretensión es realizar contratos o suscribir tratados con Estados individuales. Esto, al igual que ocurre en el punto anterior, tendría efectos sumamente perniciosos para el desarrollo de la agenda globalista para la instauración del Nuevo Orden Mundial, puesto que reforzaría la soberanía de los Estados-nación frenando la conformación de entidades supranacionales.

-Un tercer elemento sería la negativa a someterse a la agenda dictada a través de los acuerdos derivados de la teoría de un cambio climático provocado por el hombre , una teoría y unos acuerdos basados en esa falacia que promueven los globalistas, la no aceptación de los acuerdos basados en el cambio climático estaría paralizando en parte la estrategia mundialista en lo que hace a frenar cierta parte del desarrollo energético, y derivado de ello económico, de parte de la humanidad.

-Otros puntos que podríamos incluir en el elemento anterior puesto que también dañan gravemente la agenda globalista para la instauración del N.O.M. sería la política contraria a las vacunas, la opuesta la ideología de género y a la política LGTBI y la que se opone al aborto. Todas estas parte fundamental de la agenda basada en una reducción radical de la población mundial.

-Nos encontramos también con que las órdenes que marcan acabar con el ISIS y el mandato a la CIA de frenar cualquier ayuda que diesen a Daesh o grupos terroristas denominados “moderados” en Siria estarían frenando la ordenación geoestratégica de Oriente Medio a la par que se opondría a los intereses de Israel y de Arabia Saudí. De hecho se estaría favoreciendo la continuidad en el poder de Bashar Al Assad, aliado de Irán y de Rusia. En lo que hace a la tan citada agenda globalista estaría de hecho apoyando la soberanía política e independencia económica de países claves en la zona como son Siria e Irán.

-Y por último señalar que ya desde antes de asumir la presidencia, pero mucho más ahora, Trump ha tenido en frente y como leal enemigo a la C.I.A., aunque para compensarlo cuenta con el apoyo de una gran parte del generalato norteamericano. Trump supo afrontar esta oposición de la Central de Inteligencia al ser esta agencia objeto de su primera visita tras acceder a la presidencia y colocar en la cúspide a una serie de generales de inteligencia afines para que controlasen la C.I.A.

Tomando en consideración que Trump y su administración resultan ser el verdadero obstáculo que actualmente encuentran los planes globalistas no podemos tener la menor duda de que la élite oscura que dirige todos estos movimientos globalizadores que trabajan para instaurar un Nuevo Orden Mundial pondrán en marcha movimientos del tipo visto en las revoluciones de colores a los que nos hemos referido al principio de esta entrada.



De hecho, todo el posicionamiento y comportamiento de la prensa, tanto norteamericana como internacional ha sido unánime en su actitud, vergonzosamente rastrera, tanto en contra de la candidatura republicana como contra la persona de Donald Trump, buscando la victoria de la candidata demócrata Hillary Clinton.

Una vez que la monolítica y zafia campaña mediática fracasó y Trump alcanzó la presidencia  entró en funcionamiento el segundo paso que fue el de las manifestaciones multitudinarias tanto en Washington como en otras grandes capitales USA, manifestaciones muchas de ellas subvencionadas con el dinero del globalista George Soros y en las que participaban no pocos activistas violentos que buscaban crear disturbios recurriendo al conocido divide et impera: latinos contra euroamericanos, blancos contra negros, LGTBI contra cristianos, mejicanos contra estadounidenses y musulmanes contra todos.
En cierto modo buscan que se desate una suerte de guerra civil racial o un clima de resistencia ante una hipotética dictadura totalitaria encabezada por Donald Trump.
                                                    


Por todos los medios se buscaba una violencia caótica derivada de disturbios provocados pidiendo libertad, respeto a las minorías y poner freno a la llegada de un régimen supuestamente totalitario. Pero todo esto igualmente fracasó.

Es por ello que centraron su atención en retirar del gobierno a Trump acudiendo a la aplicación del empeachment recurriendo a supuestas filtraciones a Rusia o al juicio presentado en un artículo presentado en el New York Times por 35 psicólogos y psiquiatras en el que señalaban que la ausencia de estabilidad emocional y sus ataques de ira no le hacen apto para ocupar la Casa Blanca.

Este método tampoco parece haber dado los resultados deseados, por ello surge que la opción de provocar un nuevo Maidan o la de recurrir a la eliminación física del actual presidente.

Al darse la situación que hemos descrito cada vez son más los norteamericanos, aunque no aparezcan en los medios que controla la élite globalista, que se pronuncian en favor del gobierno de Donald Trump, un ejemplo que hay que destacar es una campaña que lleva a cabo la asociación LaRouche PAC , está desarrollando lo que ha dado en llamar la semana de la verdad, explicando la realidad de lo ocurrido en el Euromaidan que desembocó en el verdadero golpe que derrocó al legítimo gobernante ucraniano Yanukovich para sustituirlo por el proeuropeo Poroshenko.

La asociación que dirige el excongresista Lyndon LaRouche y su esposa  trata de alertar a la población  del peligro cierto de que en Estados Unidos se desarrolle una “revolución de color” que expulse del gobierno al actual y legítimo presidente norteamericano
                                                        


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